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La muestra expositiva 'Mar de Encinas' se cierra este jueves con un concierto de la pianista María Guerras
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En el Patio de la Diputación

La muestra expositiva 'Mar de Encinas' se cierra este jueves con un concierto de la pianista María Guerras

Actualizado 20/09/2022 09:47
Charo Alonso

Interpreta la música del compositor salmantino Martín Sánchez Allú

El jueves 22 de septiembre, y bajo las ramas de la encina de los Arévalos, el políptico monumental del pintor Florencio Maíllo que devuelve a la Diputación su raíz de dehesa nuestra, bailan Luca Vetere y Marta R. Coca la música de Martín Sánchez Allú en el teclado de María Guerras. No hay broche mejor para este “Mar de Encinas” con el que continúa el proyecto “Poéticas de Salamanca” que aúna plática, danza y música, que este homenaje a la memoria del árbol que es tótem e icono de la tierra que no ha sabido reconocer a uno de sus mejores hijos: el pianista y compositor salmantino Martín Sánchez Allú, cuya obra se celebra con un recital y la publicación de un disco que la Diputación de Salamanca ha cuidado para remediar el olvido de doscientos años de silencio.

Sánchez Allú murió en 1858 con apenas treinta y cinco años de una afección pulmonar, como ese Chopin cuya obra tanto conocemos. Pero nuestro salmantino decimonónico, pronto huérfano, empujado al trabajo y en ocasiones lejos de las instituciones de la época, a pesar de su denuedo, de su fama y de sus más de 80 obras muy variadas, no logró mantener la memoria de una música que ha sido interpretada en pocas ocasiones y que sin embargo, gracias al empeño de la pianista salmantina, podremos escuchar ya sea en el disco Appasionato, en el recital que cierra el proyecto artístico “Mar de Encinas” o en las plataformas digitales en las que suena la música de Allú.

Artífices de este mar de encinas, Román Álvarez, Juan Miguel Valero, Isabel Bernardo y Florencio Maíllo, que participan en el hermoso volumen que sirve de catálogo al proyecto donde escriben destacados poetas en un emotivo homenaje a la encina, disponen a la sombra del ejemplar de los Arévalos, el políptico de Maíllo, sus páginas en medio de la música del compositor salmantino. Quiso la memoria prodigiosa de Isabel Bernardo, en conversación con la pianista María Guerras, que surgiera el nombre de Martín Sánchez Allú, y la búsqueda denodada de partituras y documentos, logró el milagro de hallar los ecos de un trabajo que aguardaba en la Biblioteca Nacional a la mano de nieve que le dijera “Levántate y anda” como en el poema de otro romántico, Gustavo Adolfo Bécquer.

María Guerras buscó la obra de Allú, la estudió con entrega y quiso fijarla para que todos disfrutáramos de una música que ella define como: “Sentimental, delicada, apasionada”, adjetivos que podíamos dedicar a la pianista que ha entregado su talento y su trabajo al estudio de una música que, en numerosas ocasiones, no ha sido tocada más allá de su época. Toda una primicia, un estreno absoluto, una sorpresa para los sentidos que tenemos la fortuna de ver convertida, gracias a la Diputación de Salamanca, al empeño biográfico y musicológico de nombres como José Máximo Leza, Alberto Hernández Marcos, Fernando Delgado García y a la propia intérprete, en algo hondamente nuestro. Música recobrada, nombre revivido, memoria restañada.

Fue Florencio Maíllo quien nos anticipó la imagen de un romántico Allú retratado tras la dehesa charra. El pintor de Mogarraz tomó un grabado de la época para recordar al exquisito compositor salmantino y le pintó rodeando el cuadro con un marco metálico que, cosas de la vida, tenía la forma de un signo musical, el trino, que Allú incluía en las partituras que estudiaba denodadamente María Guerras. Queremos imaginar que el retrato de Allú se pintó bajo la música, polkas, zarzuelas, canciones para canto, piezas de ópera… que tocaba María enfrentándose a la partitura sin referencias previas. Es verdaderamente esta su interpretación personal de una música perdida, su original visión de un artista que ha dormido el sueño del olvido esperando las manos sobre el teclado de esta pianista excelsa.

María Guerras ha quedo titular su homenaje a Allú, su personal interpretación del genio olvidado “Apasionatto”, utilizando el italiano que es la lengua internacional de la música. Y lo hace frente a un antiguo puente de hierro en plena naturaleza, porque la naturaleza es la protagonista de muchas de las composiciones de este romántico que utilizó los poemas de Selgar, artista de la época; así como se deja retratar por otro magnífico artista, el fotógrafo David Arranz, sentada en las escaleras del Palacio de Anaya que nos recuerdan las líneas de un pentagrama… todo en ella es música y esa energía con la que acaricia las teclas del piano se dedican ahora a Allú, reivindicando una memoria perdida, cuyos ecos no acallados por el tiempo despertaron el recuerdo de la poeta Isabel Bernardo y que ahora podremos disfrutar a través de todos los soportes de la modernidad… sin que sustituyan al placer infinito de oír y ver tocar a María Guerras, ahí en el Patio de la Diputación, bajo la sombra sonora de la encina de Florencio Maíllo, en la misma raíz de la institución que sabe preservar el legado de lo nuestro. Un acto que será un estreno absoluto… y la conjura feliz que recupera la belleza de lo eterno.

Fotografías: Carmen Borrego.