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En el 102 aniversario de la Legión Española...
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En el 102 aniversario de la Legión Española...

Actualizado 21/09/2022 08:18
Miguel Mayoral

El Tercio de Extranjeros, nombre original de La Legión, nació como fuerza de choque para la dura guerra de Marruecos y tenía como objetivo sustituir a las unidades de recluta forzosa cuya pobre preparación y frágil moral era motivo de gran número de bajas y dificultades en el desarrollo de las operaciones terrestres. Por Real Decreto de 28 de enero de 1920, siendo a la sazón Ministro de Guerra don José Villalba, Su Majestad el Rey don Alfonso XIII tuvo a bien disponer lo siguiente: "Con la denominación de Tercio de Extranjeros se creará una Unidad militar armada, cuyos efectivos, haberes y reglamento por el que ha de regirse serán fijados por el Ministro de Guerra". Abierto a españoles y extranjeros sin mayores exigencias que ser sanos, fuertes y aptos para empuñar las armas, ofreciendo, a cambio, la posibilidad de hacer carrera militar en el seno de La Legión.

El 20 de septiembre de 1920 se alistó el primer legionario. Desde los primeros instantes empezó a adquirir su espíritu peculiar con la alusión a las viejas glorias de la Infantería española y con el título de caballero otorgado por el Jefe fundador a todos los legionarios, con la energía en el saludo y, sobre todo, del Credo Legionario su código de conducta.

Empezó a ser conocida por su socorro de la ciudad de Melilla tras el desastre de Annual. En 1923 con la unidad plenamente operativa Millán-Astray redactó y editó un libro titulado La Legión, en el cual aparece públicamente la primera forma conocida de El Credo, que consiste en una lista de doce normas o sentencias simples como base espiritual de la Legión, ayudando así a conformar su espíritu de cuerpo. Todo Caballero legionario debe saber de memoria El Credo y aplicarlo en todas las facetas de su vida. Una guía de conducta simple y fácil de memorizar. Unido a las ceremonias, a la uniformidad exclusiva de la Legión, a las tradiciones y al llamado culto a la muerte, conforma la base de la llamada mística legionaria, creada conscientemente por su fundador, y cultivada desde entonces. El objetivo de este fue conseguir una unidad cohesionada, dispuesta a actuar como tropas de choque sin temor a la muerte. El mismo Millán-Astray admitió muchas veces ser un gran admirador del Bushido, obra que él mismo llegó a traducir al español durante los años 20 a partir de una edición francesa.

Del Prólogo al libro DIARIO DE UNA BANDERA, escrito por el Comandante Franco, de la reedición de 1956, por D. MANUEL AZNAR, Embajador de España entresacamos que la narración es muy escueta. En una de las páginas escribe el autor: «En la guerra hay que sacrificar el corazón.» ¡Sacrificar el corazón! En tal ejercicio, casi ascético, se forjará el temple de Franco. Al corazón le ordenará «silencio» durante los largos días v las interminables noches de Uad Lau, en lucha permanente con el tedio y con la melancolía, que son los peores enemigos del soldado. «Silencio» le impondrá, igualmente, ante los espectros de los españoles cruelmente martirizados en Nador, en Zeluán y en Monte Arruit... «Silencio»... le mandará cuando llega, con su Bandera, al poblado de Abbada, y ve allí, «junto a una pared, los restos de unos cadáveres, y, sobre ellos, en el blanqueado muro, los impactos de los disparos salpicados de sangre». El joven comandante anota en su DIARIO: «Una ola de indignación pasa por nosotros. ¡Que hagan alto los legionarios y no entren en el poblado! ¡No vean tanta infamia y estropeen la política! » Dura disciplina la del sacrificio del corazón, pero el Comandante Franco gana esa batalla sobre sí mismo.

«¡A la bayoneta! ¡Arriba mis valientes! ¡Viva España! El Comandante Franco enronquecía a la cabeza de sus bravos. La lucha fue cuerpo a cuerpo. La cresta, ocupada por el enemigo, era tomada otra vez, y de pie en ella Franco y sus tropas se coronaban de gloria.» Aquella noche recibí del aludido corresponsal una nota personal en que me explicaba: «Lo de Franco en Taxuda ha sido maravilloso. El ha salvado la situación.

Cuando pasó el peligro sonreía nuevamente entre sus legionarios; pero con una sonrisa que casi me daba miedo, porque expresaba una serenidad imperturbable, pero, al propio tiempo, una cólera fría. Era una mezcla de tranquila seguridad en sí mismo y de la más violenta voluntad de vencer. No sé si acierto a explicarme bien.»

Es muy difícil de adornar y resumir en tan pocas líneas tan alta sabiduría militar, en pocas palabras la Guía del Valor, su Credo, que adorna a los legionarios. Se trata de uno de los credos más honorables y emocionantes de nuestras Fuerzas Armadas. Hace ya más de 102 años que se alistó el primer Legionario y la Legión Española sigue fiel a su Credo y a España. Ha sabido siempre ganarse con creces el respeto de todos.

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