Tenía ya preparado ya el artículo de este martes dedicado a un asunto “mucho más serio” y “complejo” que el que estoy escribiendo y me he dicho mientras desayunaba y comprobaba una vez más que no había un pato en el río, en toda la amplia zona que abarca mi ventana: ¿ qué tema puede haber más serio que la vida misma? ¡Hace más de un mes que no veo ni un pato solitario en nuestro río!
- ¿Para qué quiere ver usted patos?- me dijo un paseante el otro día- ¿No tiene usted suficiente con los miles de perros que vemos en esta ciudad?
Ya sé que otros animales se van durante el verano como las garzas y algunas otras aves, ¡ pero no los patos!...ni los perros.
¿Y los mosquitos de las orillas del río? ¿Dónde se han metido este verano? ¿Han sucumbido a los calores asesinos? Aunque no soy biólogo, sí he aprendido que sin mosquitos mucha de la actividad floral no puede llevarse a cabo y muchos pájaros tendrán difícil su alimento diario. Nosotros los humanos ( la especie más rara que ha existido en este planeta) estaremos más cómodos sin mosquitos, pero puestos a comparar, estaremos “más cómodos” sin que la vida nos empuje. Como en los cementerios.
Como un vecino que tengo que siempre está hablando de la desgracia de los excrementos de los estorninos y otros pájaros que duermen en las arboledas salmantinas. A veces le he preguntado (con una pizca de agresividad) “¿por qué no te vas a vivir al Sáhara? Allí nadie te molestará”. Quizás sabe que a lo mejor no hará falta irse al Sáhara para que a uno no le molesten los estorninos ¡El Sáhara llegara hasta aquí con unos pocos años más como este “annus terribilis 2022”!, más terrible que aquel del que se quejaba Isabel II, que en paz descanse.
No deseo hacer aquí hoy humor negro, pues no estoy de humor con esta ausencia tristísima de los patos que hace años que viven en el Tormes; se empieza por los patos y los mosquitos, por las ranas ( de aquellos lejanos tiempos) por los bañistas y se termina con noticias periodísticas que dan cuenta de algún cadáver humano, de vez en cuando, que aparece en las aguas del querido Tormes. Este río que se está convirtiendo a marchas forzadas, entre otras cosas por la sequía, en uno de los ríos más tristes de España, pudiendo ser uno de los más ricos en vida y en belleza…
Siempre quedarán los planes verdes municipales, llenos de asfalto, caminos múltiples y luces de colores, como los que creo que van a poner en el nuevo parque Huerta Otea, con un millón de euros de presupuesto. Dentro, en la recién estrenada “Lonja”, al parecer se podrá cocinar y comer pinchos, de la cosecha de los huertos urbanísimos. Eso sí, en Huerta Otea, sin mosquitos ni ningún bicho viviente. Quizás solo puedan entrar los enfermos que reciban el alta en el nuevo Hospital Universitario, que está enfrente, provistos de un carnet plastificado y codificado para poder acceder por las puertas digitalizadas.
Por favor, si algún lector o funcionario municipal o de la Confederación Hidrográfica del Duero sabe algo sobre la desaparición de los patos del Tormes, a su paso por Salamanca, (¡a última hora mi vecino me comunica que la otra noche vio a dos o tres!) le ruego lo comunique. Se les echa mucho de menos. Gracias.
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