, 22 de diciembre de 2024
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Pasodoble resurrección y plata
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EL APUNTE DE ANA PEDRERO

Pasodoble resurrección y plata

Actualizado 17/09/2022 22:23
Ana Pedrero

Dicen los Evangelios que después de la muerte hay otra vida y los que somos de fe creemos y esperamos. Es la fe la que nos salvade tantos paseos por el Bulevar de los Sueños Rotos, la que nos hace regresar a veces a una plaza.

A Paco Ureña, torero, empresas y algunos aficionados le daban por muerto, y si no por muerto, lo tenían en cuidados intensivos hibernando, alimentando esa memoria ingrata del toro que olvida el alto peaje que algunos pagan por enfundarse en un traje de luces, por medirse con el toro, tantas espinas por el camino.

Pero Ureña no está muerto, ni mucho menos de parranda. La Glorieta ha sido testigo de la feliz resurrección de un torero que dibujó los naturales más sobrenaturales que se hayan visto en el ruedo de Madrid y tiene mucho que mostrar. Creemos y esperamos. Y ocurrió en el quinto, después de que con el segundo firmase bellos pasajes con el capote aunque la faena no pudo romper. Ocurrió en el quinto, un toro-toro, un toro bravo, un toro que pedía torero y encontró torero. Un toreo que templó, mandó, dejó unos naturales de trazo largo, atemperó por abajo y se acopló a la embestida de Inspector, de La Ventana del Puerto, otro de los toros importantes de la feria, con el que cuajó buenas series por ambos pitones, muy firme, muy torero, pasándoselo por la tripa y aprovechando la embestida del bravo. Y Ureña crecía y se reivindicaba más vivo que nunca, tan valiente y torero, y sólo la espada le privó de la gloria de tocar el cielo de Salamanca para regresar a la tierra, a las plazas, que es su sitio natural, de justicia. Pero siempre nos queda la memoria de una faena de cante grande.

La trompeta del Soro resonaba desde la andanada del Cinco cuando Perera estaba con el cuarto, que siempre salía con la cara alta y con el que no logró acoplarse para finalizar en distancias muy cortas. La trompeta del Soro, que no era la del Apocalipsis. Acordes pasodoble y plata de un hombre que se encontró a la muerte mil veces y mil veces supo engañarla.

Maestro, ejemplo de tantos toreros, hoy solista de honor en la alegría de la resurrección, del bravo, de tantas cosas que contar. En el remate jubiloso de una puerta grande de un torero de Aguascalientes, Leo Valadez, que no terminó de aprovechar todas las virtudes de su lote, aunque sí lo suficiente como para descerrojar La Glorieta. El tercero tuvo una serie, se le apagó pronto, quizá porque necesitaba mayor distancia, pero el que cerraba plaza era otra cosa, bravo, codicioso, otro toro de nota muy alta entre toros de nota alta en general. Valadez había encendido a los tendidos con su capote variado y sus banderillas y firmó una faena intermitente, a veces fuera de cacho, muy voluntariosa, que finalizó con unas manoletinas rodilla en tierra y una estocada que elevaron la temperatura en los tendidos, que concedieron la última oreja como fin de fiesta en una tarde de resurrección y pasodobles de plata.

FOTO: MIGUEL HERNÁNDEZ