Miércoles, 24 de abril de 2024
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El poder corrosivo del tiempo
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El poder corrosivo del tiempo

Actualizado 16/09/2022 09:17
Manuel Rodríguez Fraile

Un consejo muy extendido para evitar el vértigo o para no marearse, es mantener la vista en un punto fijo. Pero a lo largo la vida ‘los puntos fijos’ van despareciendo muy rápido en esta sociedad líquida[1], como la define el sociólogo Zygmunt Bauman, y se hace cada día más difícil no marearse, no sentirse invadido por un mayor o menor grado de vértigo.

Los puntos fijos que durante años fueron nuestros padres terminar por desparecer, también muchos amigos, profesores o personas a las que admirábamos, ya no hay serenos ni repartidores de leche ni ascensoristas. Desaparecen, o se modifican como más les guste, las costumbres y las tradiciones. Ya no hay las cabinas de teléfono, ni citas de video de VHS o de cassette, ni contestadores automáticos. Los coche carecen de manivelas para bajar o subir las ventanillas; han desparecido las máquinas de escribir, las cartas, el cubo de Rubik, el tetris, el gotelé; y está en vías de extinción el dinero en metálico. Muchas de estas cosas a algunos ni les sonarán.

Hoy, el lobo de Caperucita Roja es en realidad un hombre-lobo; el ¿Hada? Madrina de Cenicienta es un hombre negro[2] vestido de drag queen; en la Bella Durmiente, será el beso de amor de Maléfica (una bella Angelina Jolie) lo que saqué a Aurora de su sueño; el elegante y educado James Bond es ahora rudo y violento y su siempre recatada secretaria (Moneypenny) le tira los tejos, Abraham Lincon es un cazador de vampiros y lo más impactante de todo es que Superman ha muerto.

Multitud de cosas que durante años parecieron permanecer estables aportándonos esa placentera sensación de habitar un ‘universo conocido’ ya no están y las nuevas son efímeras y volátiles principalmente por el vertiginoso avance de la tecnología que todo lo coloniza. Quién se acuerda de aquellos teléfonos móviles, de hace apenas 40 años, que pesaban más de un kilo y cuya batería duraba 1 hora o de los primeros ordenadores portátiles que pesaban 3 kilos, tenía una diminuta memoria y su precio se acercaba a los 10.000 dólares. Pero, como bien afirma Bauman, todo se ‘licúa’.

También las relaciones personales y las imágenes que ahora, desmaterializadas, viven en las redes sociales; las gestiones administrativas que corren por innumerables plataformas públicas o privadas de obligado uso. El ocio se practica en juegos on-line, las compras y las ventas que se realizan a través de bancas virtuales, etc. Dicen que estamos abandonando el estable, conocido y material universo de siempre para adentrarnos en un metaverso[3] mutable, desconocido e inmaterial en el que todo es posible. Y esto sucederá, al menos eso afirman los expertos, tras el próximo paso en la evolución de Internet.

Yo no sabría decir exactamente en qué momento, durante estos últimos días de sobreinformación sobre la muerte de la Reina Isabel, caí en la cuenta de que con su fallecimiento uno de los puntos fijos de mi vida se había esfumado. Setenta años de reinado, yo 67 de vida, y durante todos ellos su rostro, su peinado, sus sombreros, sus coloridos trajes; me ha aportado fijeza. Dicen que su muerte ha puesto fin a una era, al menos a parte de la mía sí, aunque no soy monárquico.

Resistirse al cambio es, o parece ser, una tendencia natural en los seres humanos, que nos afanamos por lograr la estabilidad y el equilibrio, pero lo cierto es que los cambios, a todos los niveles, se van sucediendo a lo largo de toda nuestra vida sin que lo podamos evitar y con ello hay que vivir.

Así lo cantaba Mercedes Sosa: Cambia lo superficial, Cambia también lo profundo, Cambia el modo de pensar, Cambia todo en este mundo[4]. Mucho antes el filósofo griego Heráclito ya advirtió: Nadie se baña en el mismo río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña. Y posteriormente Aristóteles apostillo: La estabilidad de todo se ve alterada por el poder corrosivo del tiempo. Seguro que la muerte de la Reina Isabel traerá muchos cambios (también el metaverso) y s que el poder corrosivo del tiempo tiene estas cosas.

[1] Una sociedad en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles.

[2] Billy Porter, el actor que representa el personaje en la representa en la película de Camila Cabello del pasado año.

[3] El Metaverso es un mundo virtual, uno al que nos conectaremos utilizando una serie de dispositivos que nos harán pensar que realmente estamos dentro de él, interactuando con todos sus elementos. Será como realmente teletransportarse a un mundo totalmente nuevo a través de gafas de realidad virtual y otros complementos que nos permitirán interactuar con él.

[4] Todo cambia. Letra de Julio Numhauserodo.

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