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Música de órgano y gaita y tamboril, tradición renovada
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Un concierto único en el marco de la Catedral Nueva

Música de órgano y gaita y tamboril, tradición renovada

Actualizado 11/09/2022 13:14
Charo Alonso

Manuel José Gutiérrez y José Ramón Cid unen lo culto y lo popular en un la mejor tradición salmantina

Aunque pueda parecernos un maridaje insólito, la mezcla del órgano, el mayor de los instrumentos musicales, considerado “culto” y la humilde flauta salamanquina de tres agujeros, propia de pastores y campesinos que aprendían de oído, no es nueva. En las celebraciones religiosas, el órgano de la iglesia acompañaba el canto de los fieles y se dejaba oír con el eco del tamborilero: el instrumento más primitivo junto a la monumentalidad del órgano que, en la Catedral Nueva de Salamanca, igual que en la de Ciudad Rodrigo, son en realidad dos, que se dejan recorrer por el maestro organista Manuel José Gutiérrez.

Desde el 2010, el talento del músico mirobrigense, actual organista de la catedral de Ciudad Rodrigo y la curiosidad, el talento y el empeño del folclorista y músico José Ramón Cid Cebrián se han unido no solo para tocar juntos, sino para recorrer los órganos de la provincia, realizar conciertos que devuelvan su esplendor a un instrumento cuyo sonido y presencia estética merece nuestra atención. Y es en la inmensidad callada de la catedral salmantina, donde los dos órganos, uno más renacentista, bellísimo en su factura de tablas coloridas y otro, el barroco de Pedro de Echeverría, lleno de ángeles, cobran un protagonismo que el concierto nos permite disfrutar con calma.

Ya una tradición de las Ferias y Fiestas de la Vega, el encuentro en la sede catedralicia es una experiencia estética que va más allá de la música y nos permite, como hemos dicho, disfrutar de la belleza de estas dos piezas monumentales situadas encima del fantástico coro de Churriguera. Fijarse en el coro, también ornado de ángeles, disfrutar de la visión de ambos órganos monumentales y todo debajo de las nervaduras altísimas de la catedral y de su magistral cúpula, es una experiencia estética que se deja mecer por una música insólita: la mezcla de los sones del tamboril y la gaita con la profundidad del órgano que, en el caso del barroco, tiene dos mil trescientos tubos y es uno de los más grandes de Castilla y León.

Avanza, serio y solemne el tamborilero desde el altar mayor de la catedral, breve y austero frente al coro churrigueresco, en medio de los fieles que se dejan acunar por la profunda música del órgano tocado por Manuel José Gutiérrez. La acústica de la catedral nos permite disfrutar de la belleza de una música en la que ambos intérpretes se interpelan, se responden, enlazan y hablan entre ellos en un repertorio que mezcla las piezas populares –hay una zarabanda original del propio organista y esa alborada de Ciudad Rodrigo que toca Cid Cebrián, en soledad profunda- con las clásicas –Telemann, Scartatti- pasando por un hermosísimo Juan del Encina que ambos intérpretes disfrutan ya juntos en la altura del órgano.

Están detenidos en la baranda altísima de Ieronimus los visitantes escuchando la música que llena la catedral de sones tradicionales y clásicos. Arreglos de ambos músicos que visten de negro, imbuidos por la solemnidad del instrumento culto cuyos colores refulgen en un atardecer de fiesta salmantino. Las caras y los ángeles que adornan ambos instrumentos uno frente al otro, nos hablan de un tiempo en el que eran cercanos al pueblo que disfrutaba de las celebraciones religiosas y de las fiestas con el músico más popular que tocaba a la vez la gaita salmantina y el tamboril. Cid Cebrián, uno de nuestros más prestigiosos investigadores y divulgadores de la música popular salmantina, nos ha devuelto ese maridaje bellísimo de ambos instrumentos con el órgano de sonidos ricos, profundos y ceremoniales sin que quede ninguno de ellos rezagado. Se unen y enlazan, se buscan y se hallan gracias a la pericia de ambos intérpretes para encontrar esa vinculación que era tan corriente antes y que ahora, nos parece insólita: la flauta y el tamboril charros, populares y llenos de gracia junto al señor de los instrumentos, grandioso, bellísimo, inmenso órgano erguido en las alturas de la catedral o la iglesia castellana. Una experiencia que nos eleva a través de la música.

Fotografías: Carmen Borrego