, 22 de diciembre de 2024
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Ay, la actitud
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EL APUNTE DE ANA PEDRERO

Ay, la actitud

Actualizado 12/09/2022 08:14
Ana Pedrero

"Tomás Rufo hizo el paseíllo desmonterado. Venía, además, con una cornada en sus carnes, mermado, pero con la ambición del que quiere ser figura intacta"

Llegó a reivindicar su sitio, el que se ha ganado durante toda la temporada. Tomás Rufo hizo el paseíllo desmonterado. Venía, además, con una cornada en sus carnes, mermado, pero con la ambición del que quiere ser figura intacta. Actitud se llama. Llegó con hambre de triunfo y la puerta grande de Salamanca tiró los cerrojos a sus pies en el toro de su presentación, el tercero y mejor de la tarde, de Garcigrande, justito de presentación, con el que se lució por chicuelinas y una revolera para dar paso a un vibrante tercio de banderillas.

Llegó y se puso se rodillas como quien entra en un templo a rezar y se gana del tirón discípulos los tendidos, ya devotos de sus formas. El toro, Guantanamero, rompió en su muleta codicioso, repetía, iba a más, tuvo duración como si no hubiera fin. Rufo firmó unos naturales en el pasaje de más altura de la tarde, para culminar con una tanda por la derecha que hizo galopar el corazón de La Glorieta y la muerte vino fulminante con una estocada certera. Llegó y su nombre ya está escrito en la memoria de una afición que sabe que hay torero de cante grande.

No es ningún secreto que el binomio Juli-Garcigrande funciona, que el madrileño tiene la mente más privilegiada que pisa los ruedos. Así fue con el abría plaza, que rasgó su capote y que hacía presagiar cosas buenas por la derecha, para terminar rompiendo por ambos pitones con un Juli que no desistía y terminó con el toro cosido a su muleta sometiéndolo por abajo con largura, oficio y mando. Le faltaba un punto de fuerza, como al cuarto, pero el Juli nunca vuelve la cara, nunca se conforma, siempre busca, casi siempre encuentra. Esa actitud, esa ambición casi de novillero teniéndolo ya todo, sabiéndolo todo, aún tiene la capacidad de asombrar y emocionar tantos años después, a unos meses de reventar, desarmar con todos sus argumentos a Madrid. Eso tiene que ser tocar el cielo.

Manzanares, el más guapo, bailó con la más fea. Dos verónicas, sólo dos, pudo dibujar con un lote imposible para el triunfo. Al primero, manso declarao, con sainete de capea de pueblo en banderillas, logró robarle algunos derechazos a base de tragarle y pasar las de Caín para despacharlo en chiqueros. El quinto prometía mejores cosas pero al final se quedó en una media embestida que se apagó pronto para terminar manseando. Sabido es que dos no pelean si uno no quiere, no por falta de ganas ni de insistencia de Manzanares, impecable en su actitud.

Rufo no pudo rematar con el que cerraba plaza, incierto, siempre a media altura para terminar con la cara alta, complicado por el izquierdo, su excelente presentación, pero su actitud es la senda, el camino que eligen las figuras, que pese al cartel de figuras, tan apetecible, no logró llenar La Glorieta. Una Glorieta vestida de verano en septiembre, pasada de calor y de copas en un balconcillo fiestero que amargó la tarde a quienes estaban debajo con el consiguiente rifirrafe. Y es que así no se va a una plaza, señores.

Ay, la actitud.