La rectora de la Universidad Pontificia ensalza a la capital y hace un alegato por la igualdad
La Plaza Mayor ha acogido de nuevo el pregón de las ferias y fiestas de Salamanca en honor a Santa María de la Vega. Mirian Cortés, rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca ha sido la encargada del discurso que anuncia oficialmente que la capital está en fiestas. Un emotivo pregón en el que, además de homenajear a Salamanca, ha realizado un alegato por la igualdad de la mujer. La presencia de lluvia ha deslucido un acto, que ha contado con menor afluencia de salmantinos que en anteriores ediciones. El pregón de ferias se recupera tras dos años de suspensión por la pandemia.
Este es el pregón completo de Mirian de las Mercedes Cortés Diéguez (rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca):
"Buenos días, salmantinos, visitantes, autoridades, familiares y amigos, señoras y señores. Un afectuoso saludo y gracias por estar hoy aquí, llenando de vida y alegría esta bellísima y universal Plaza mayor, que simboliza lo que es la misma Salamanca: un lugar único en el mundo, con nombre propio como ciudad universitaria, famosa por su patrimonio monumental, artístico, cultural, y gastronómico, pero en especial, distinguida por sus buenas gentes, acogedoras y generosas, como bien se está demostrando en estos tiempos difíciles, en los que tantas personas, colectivos e instituciones de Salamanca están dando su mejor versión de profesionalidad, solidaridad y empatía con quienes más lo necesitan.
Sr. Alcalde, Corporación municipal, es un inmenso honor ser pregonera de las ferias y fiestas de nuestra extraordinaria ciudad. Muchas gracias por este regalo, que recibo, no por mis méritos, sino como reconocimiento a la aportación que la Universidad Pontificia presta a Salamanca.
Tengo que reconocer que, cuando el Alcalde me propuso ser pregonera, me quedé sin palabras, y apenas acerté a manifestarle mi sorpresa, a decirle lo honrada que me sentía y a preguntarle que cómo se hace un pregón. "De modo sencillo –me dijo– un pregón se hace con el corazón".
He intentado hacerle caso y, echando la vista atrás, de la memoria y el corazón han brotado recuerdos y sentimientos de cuando llegué a Salamanca hace treinta años, de las peripecias que aquí me acontecieron y de tantas vivencias en la ciudad y en la Universidad. Me he dado cuenta de que, realmente, Salamanca y esta Plaza han estado presentes en mi pensamiento desde la infancia, cuando vivía en mi Ourense natal con mis padres y mis siete hermanos en un modesto edificio sin ascensor en el que compartíamos escalera y entrañable amistad con Tere y su familia. Tere era una guapa y alegre salmantina de pura cepa, que hablaba con orgullo de su ciudad y su plaza, en la que había tenido la suerte de vivir de jovencita.
Por alguna razón, aquellas conversaciones con mi querida vecina, aparentemente sin importancia para una niña, calaron en mi mente y en ella durmieron durante más de veinte años, hasta que un día de septiembre de 1992, cuando pisé esta plaza por primera vez, parecieron despertar para hacerme sentir que estaba en un lugar ya conocido.
No podía en aquel momento sospechar siquiera que había llegado a la ciudad de mi vida, que tanto me daría, personal y profesionalmente, y en la que se haría realidad mi sueño de felicidad más plena, tener mi propia familia. Pero además, aquí encontré personas estupendas, hombres y mujeres que han sido para mí verdaderos ángeles de carne y hueso, cercanos y siempre disponibles. Por todo ello, esta es la ciudad que más quiero, a la que más debo y de la que me siento una ciudadana más.
La verdad es que venir a Salamanca no fue algo premeditado, sino que surgió porque decidí hacer el doctorado en Derecho y entonces, uno de mis hermanos, que era seminarista y estaba estudiando Teología en la Universidad Pontificia, me dijo "¿por qué no vienes a Salamanca?" Pues dicho y hecho, y casi de un día para otro me matriculé en el programa de doctorado que ofrecía la Universidad de Salamanca y aquí me planté.
Como podéis observar, no estaba en mis planes estudiar en la Pontificia, que ni siquiera ofrecía los estudios en los que me había matriculado. Pero como bien sabemos "el hombre propone y Dios dispone", por lo que sucedió lo siguiente: a los pocos días de haber comenzado los cursos del doctorado, mi hermano me invitó a conocer la Universidad Pontificia, en la que casualmente, mientras paseábamos contemplando su belleza monumental, acabamos frente al despacho del Decano de la Facultad de Derecho Canónico. Tenía la puerta abierta, por lo que paramos a saludar, por cortesía.
Durante el breve saludo no sé qué pude decir al Decano que acabó deduciendo que estaba allí porque quería estudiar Derecho Canónico, y entonces, sin más contemplaciones sacó del cajón una lista de nuevos alumnos y añadió mi nombre. Mi hermano y yo nos quedamos tan cortados que salimos de allí sin deshacer el entuerto, pero pasamos el día reflexionando sobre lo sucedido. Finalmente, llegamos a la conclusión de que igual no era mala idea aprovechar al máximo mi estancia en Salamanca y ampliar mi carrera de Derecho con una especialización en el Derecho de la Iglesia. Y de este modo acabé matriculándome también en la Universidad Pontificia y compaginando estudios, mañana, tarde y noche, en las dos universidades salmantinas.
En aquel momento, la Pontificia era una institución veterana, con algo más de 50 años de andadura, pero ahora se cumplen casi 82 desde que la Santa Sede aprobó su creación, un 25 de septiembre de 1940. La Universidad Pontificia nació porque los Obispos españoles quisieron que se recuperasen en Salamanca los estudios eclesiásticos y los títulos pontificios que habían formado parte de la universidad salmantina desde su origen, y que habían sido suprimidos durante el s. XIX. No en vano, la gloriosa Universidad de Salamanca ostentó durante siglos el doble título de real y pontificia,siendo considerada una de las cuatro lumbreras del mundo, junto a París, Bolonia y Oxford.
¿Os dais cuenta de cuánta tradición y riqueza tiene nuestra Salamanca universitaria? Aquí, cada año, cuando las dos universidades inauguramos el curso académico, en una se hace en nombre del Rey Felipe, y en la otra en nombre del Papa Francisco. De igual modo, al finalizar cada curso, en Salamanca miles de estudiantes obtienen sus títulos, unos expedidos en nombre del monarca, y otros por la autoridad del Santo Padre.
Si a todo esto sumamos las maravillas de la ciudad, no hay quién dé más. Nunca me cansaré de contar lo bien que se vive en Salamanca, lo que ofrece en educación y cultura, naturaleza y deporte, sanidad y otros tantos servicios, y por ello, seguiré invitando a todos, y en todas partes, a que vengan a disfrutar de Salamanca, a que la elijan para estudiar o para vivir a cualquier edad.
La Universidad Pontificia ha ido creciendo a lo largo de todos estos años, ampliando su oferta a casi todos los ámbitos de conocimiento, procurando una formación integral a sus alumnos y cumpliendo el compromiso social que forma parte de su identidad. Todos los recursos que aportan sus estudiantesrevierten en Salamanca y en su entorno territorial, y permiten a la Universidad ejercer su misión educativa, de investigación y de innovación con los mejores medios humanos y tecnológicos, y sostener y mejorar su conjunto monumental para seguir sumando riqueza patrimonial a nuestra ciudad. Además, gracias a una comunidad académica vocacional y comprometida, podemos desarrollar una importante labor social, especialmente a través de los diversos centros de atención que ponemos a disposición de los ciudadanos para contribuir a su mayor bienestar.
Estar al frente de la UPSA es un privilegio, pero sobre todo una gran responsabilidad, aún mayor por el hecho de ser la primera mujer en ocupar el rectorado. Quiero, por ello, aportar hoy mi granito de arena, y sumarme a la labor de nuestras instituciones por la igualdad y la equilibrada presencia de mujeres y hombres en el ámbito social. Es preciso seguir trabajando para que el hecho de ser mujer y madre no sea nunca, en ninguna circunstancia, un motivo de discriminación o de desventaja. Nuestras niñas y jóvenes deben poder confiar en que, en nuestra sociedad, podrán elegir cualquier profesión, y acceder a puestos de dirección y responsabilidad con igualdad de oportunidades.
Y ahora, debemos seguir disfrutando del espléndido programa de ferias y fiestas en compañía de familiares y amigos. Que Santa María de la Vega bendiga a nuestras familias, nuestro trabajo y nuestra tierra, y nos dé salud y prosperidad.
¡Viva la Virgen de la Vega!
¡Viva Salamanca!
¡Muchas gracias y felices fiestas!".
Fotos: David Sañudo