Miércoles, 24 de abril de 2024
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Gran susto
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Gran susto

Actualizado 05/09/2022 09:21
María Jesús Sánchez Oliva

El jueves nos despertó una noticia que nos dejó conmocionados a todos: el intento de asesinato a la vicepresidenta argentina Cristina Fernández. Políticos y ciudadanos reaccionamos del mismo modo: condenando los hechos y celebrando que hubieran quedado en un gran susto. No podía ser de otra forma: los que estamos en contra de que los gobernantes ni con leyes dispongan de la vida de los ciudadanos, en contra estamos también de que ni hartos de sus abusos de poder los ciudadanos nos tomemos la libertad de acabar con la vida de los gobernantes. Pero con el paso de las horas cambiaron las cosas y descubrimos asombrados que los protagonistas pasaron el trance con absoluta tranquilidad.

Para algunos ciudadanos argentinos aquello no había sido otra cosa que un teatro puesto en escena con fines políticos. Les pareció raro que una bala tuviera más sentido común que el candidato a asesino, que con cien efectivos custodiándola pudiera acercarse a ella sin ninguna dificultad, que fuera detenido por el público, no por policías, que lo trasladaran al coche policial sin esposar, que no intentara escapar, y aseguraban que en cuanto se calmaran las aguas, saldría de la cárcel rico. Lo que parecía un juicio a nivel de calle es ya una sospecha que ha saltado a la prensa. Ahora es la Justicia la que tiene que investigar los hechos y exigir responsabilidades legales, porque si esto es un delito con consecuencias penales para los ciudadanos, para los gobernantes, digan lo que digan las leyes argentinas, también debe serlo.

Nos separan demasiados kilómetros de tierra y mar para poder opinar de la situación política del país, de las campañas electorales, de las formas utilizadas para conseguir votos y demás asuntos internos con verdadero conocimiento de causa, pero una cosa es del dominio público y nadie la niega: mientras que el pueblo se hunde en la miseria a pasos agigantados, el patrimonio de la vicepresidenta y expresidenta crece como la espuma, y se supone que los que la protegen no lo hacen de balde. Tampoco son un secreto sus problemas con la Justicia. Como diría una amiga mía extremeña cuando no está presa la están buscando, y le da igual que le caigan años de cárcel o que la declaren inocente, ella se pone el mundo por montera y adelante con los faroles, que la vice es la vice y puede hacer lo que quiera.

Cabe destacar que la vicepresidenta argentina tiene tantos amigos como enemigos a pesar de todo, y mientras que la mitad del país se mata por ella, la otra mitad la odia a muerte, pero los españoles sabemos de sobra que tan censurables son las razones que llevan a los ciudadanos a amar a los gobernantes como las que los llevan a odiarlos, y son tan comunes a todos que no hace falta explicarlas, como tampoco hace falta recordarle a la vice que nos alegramos que el intento de magnicidio, verdadero o falso, se haya quedado en un gran susto. Pero que no se acostumbre, por favor, que no se acostumbre o que se lo impidan.

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