Martes, 16 de abril de 2024
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Cantos rodados
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Cantos rodados

Actualizado 29/08/2022 09:18
Charo Alonso

Del verano quedan las piedras recogidas en la playa, redondez cálida que conserva el olor del mar y la suavidad de la caricia de las olas. Apenas dos días de agua, agua, agua este verano seco y ardiente y queda a mi lado, perfecta, pulida por el tiempo y la marea, una piedra redonda a la que he retirado de su destino de arena.

En casa de mi padre, del pozo profundo salían piedras que guardaba con la reverencia del descubrimiento. La tierra nos regala el agua y la forma de la roca que no sabe de la luz ni de la sequía. El pozo donde ahogamos nuestro anhelo de agua, nuestra confianza en que no deje de manar aunque sea el hilo del deseo. No llueve y no se mojan las piedras con las que rodeamos la higuera que salió cuando desesperábamos de regar la tierra seca. Un regalo apretado como un puño, verde polvoriento que surgió de pronto para recordarnos que aunque nos dé trabajo, siempre entrega más de lo que nos solicita sin pedir, porque las uvas siguen mostrando su luz verde y dorada para que se la coman los pájaros. Y la higuera ha aparecido como una respuesta al miedo a la sequía, al calor extremo, a la falta de mar, mar, ese mar que redondea la tierra y hace joyas del tiempo la piedra.

Ha sido un verano ardiente en el que añorar la lluvia, la tormenta, el agua que refresque las ramas vencidas, los árboles que empiezan a amarillear de puro desespero. Sin embargo, cuando llego al pueblo temprano, en el silencio de la mañana que ya recogió las alpacas y confía en el girasol, oigo chíar a las golondrinas posadas en los hilos de la luz, cabeza pequeña, frac de plumas. Y oigo la voz de mi abuela contándonos que no se pueden tirar los nidos de puro barro porque fueron ellas quienes le quitaron las espinas de la corona punzante a un Cristo que no nos escucha.

Oigo chiar a las golondrinas y pienso en el amor a las palabras terruñeras de Unamuno, de mi amiga Paquita del Teso que tantas se sabe y utiliza, de Machado, de Azorín… y es Machado con su casita de juguete en Segovia, su instituto con jardín profundo y verde junto al acueducto, su paseo por las calles ahora repletas pese al calor de turistas, quien nos regala otro canto rodado en forma de poema. Campo, campo, campo. Qué extraño verano, qué verano extraño, qué tiempo de cosecha que mengua mientras en el granero de Europa se criba la tragedia de la guerra y una central atómica se mantiene en la cuerda, esa que nos ahorca económicamente cada vez que compramos la comida con la que alimentamos el día a día de canto rodado que tan lejos está del agua que lo redondeó, forma perfecta.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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