Termina agosto y vienen las fiestas

Esta vez hemos tenido un mes de agosto un poco extraño. Antaño se decía: “agosto, frío en rostro”. Pues esta vez de eso nada. No hemos tenido más que abundante calor, con algunos días intermedios un poco más suaves. A los calores veraniegos se han unido los miedos al futuro, teniendo en cuenta el alza extremada del índice de precios al consumo y la subida continua y exagerada de los precios de la energía, del gas, de las gasolinas, de los elementos básicos de consumo.

Todo esto ha restringido la toma de vacaciones en el presente verano. Ni los españoles hacen turismo fuera de España, ni los extranjeros que tradicionalmente venían a España han repetido este año, más que excepcionalmente. Y eso que se han observado profundas ansias de recuperar las experiencias veraniegas y turísticas anteriores al covid-19.

Los españoles han buscado las playas del norte de España, donde las temperaturas suelen ser más suaves, y muchos han recuperado el recuerdo de las experiencias vividas en sus propios pueblos de origen y han repetido el descanso veraniego en los centros rurales, que hacen la estancia más barata y de un gozo popular y social mucho más apetecible.

Abundan en España las viviendas rurales dispuestas a ser arrendadas por algún tiempo, o por lo menos uno o más fines de semana.

El problema para muchos ha sido que todavía no han vencido el miedo al virus asiático y, sobre todo, a muchos les ha tocado vivir duras experiencias de fuegos rurales que arrasaban con todo y amenazaban incluso a las viviendas, llegando algunas personas a recibir heridas o traumatismos, y algunos, gracias a Dios pocos, han llegado hasta la muerte. Un verano para no olvidar.

Septiembre nos cambia ahora en algún sentido la perspectiva. Los pueblos siguen mostrando su atractivo, ahora en función de las fiestas, que antaño terminaban y agradecían el fin de las cosechas, y hoy siguen ofreciéndonos espacios gozosos y atractivos, que unen a los que normalmente están separados, entregados a sus trabajos, generalmente en zonas urbanas e industriales.

Aquí mismo, en Salamanca, celebramos ahora las fiestas de la Virgen de la Vega. Y en muchos pueblos se celebran títulos marianos variados en torno a esta denominación básica de la Natividad de Nuestra Señora, que tiene lugar el 8 de septiembre. Otros prefieren echar mano del título de la Virgen de los Dolores (15 de septiembre).

Otros en cambio prefieren el título cristológico de la Exaltación de la Santa Cruz. Y no faltan otros títulos menores, que están reconocidos en el calendario ordinario y que se han trasladado de épocas menos atractivas por los fríos a momentos más generosos del verano. Es difícil encontrar un pueblo que no celebre algún tipo de fiesta en la época del duro verano, que coincide con las vacaciones de la mayoría, o en estas épocas más suaves del mes de septiembre.

Tendremos que aprovechar el tiempo transitorio que aún nos queda antes de que lleguen las graves dificultades que anuncian todos los economistas, los agoreros y los políticos. Esperamos que no sea el último año en que podemos gozar de tiempo de descanso, de gozo y de turismo que pueda merecer tal nombre.

Ojalá seamos capaces de conjurar los malos tiempos que se pronostican, que no sean hambre, dolor, guerra y muerte. Gocemos la suavidad y la experiencia placentera que nos ofrece el próximo mes de septiembre.