Este mismo verano –como también nos ocurre en otros anteriores–, realizamos diversas observaciones sobre una tendencia, naíf nos atrevemos a calificarla, que aparece en las poblaciones de nuestro interior –como es nuestro lugar de origen– que son destino turístico de quienes eligen la sierra o la montaña, por ejemplo, para disfrutar de sus días vacacionales.
Hay una tendencia, naíf, al embellecimiento de las poblaciones que reciben turistas, que raya, en ocasiones, en lo patético, cuando no en lo ridículo. Carretillos repintados, sobre los que se colocan macetas de flores; pequeñas latas decoradas, con arena dentro, colocadas aquí y allá, para que los turistas arrojen las colillas de sus cigarros; balcones y ventanas plagados de flores exuberantes, de geranios tratados, que se reproducen hasta el infinito, en cascada floral que nunca ha existido en nuestros pueblos.
Que se sientan a gusto los turistas, parecen estar diciendo quienes tienen negocios de hostelería, restauración o tiendas de distintos tipos. Que crean que esto es el país de Peter Pan, o de nunca jamás.
Porque esta tendencia al embellecimiento, que, en el fondo, desnaturaliza lo que en el fondo han sido siempre estas poblaciones serranas, tiene una clara finalidad comercial, de que los visitantes compren los productos que se les ofrecen. Y esta finalidad comercial, de propaganda, no ofrece una imagen de nuestros pueblos como siempre han sido y como siguen siendo cuando se van las riadas de turistas.
Porque, claro, frente a este territorio de Peter Pan, frente a estas ciudades de esmeraldas, a base de carretillos, lecheras y latas de conserva repintados, para “decorar”, la realidad carece ya de esos brochazos finos y naíf de florecitas, colorines y perspectivas falsas.
La realidad es mucho más dura: trabajos escasos, inestables y mal retribuidos; alquileres de las viviendas por las nubes… y otras lindezas con las que se encuentra nuestra ciudadanía en este tiempo que nos está tocando vivir. Y menos mal que el gobierno, mal que bien, ha ido arbitrando en todo este tiempo, desde la pandemia, distintas medidas de protección social, que, pese a que no gusten a todos, están ahí y protegen a los sectores más frágiles de nuestra sociedad.
Pero seguimos con los embellecimientos. Es esa tendencia a los sepulcros blanqueados que ya aparece en los libros semíticos antiguos. Lo que el castizo refrán viene a corroborar de otro modo: aunque la mona se vista de seda…
La tendencia a los embellecimientos, tan en boga hoy en nuestro mundo, es una tendencia que falsea la realidad, que falsea el mundo, que falsea el tiempo que nos está tocando vivir, tan incierto y, en el fondo, tan dificultoso.
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