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¿Quién le pone el cascabel al gato?
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¿Quién le pone el cascabel al gato?

Actualizado 22/08/2022 08:52
María Jesús Sánchez Oliva

El día quince se cumplió un año de la vuelta de los talibanes al poder después de veinte años. Llegaron de la noche a la mañana —o no tan de la noche a la mañana— con la promesa de respetar los derechos humanos de los afganos y no parece que encontraran muchas trabas. En tan solo veinticuatro horas los avances conseguidos en dos décadas se perdieron como cabía esperar, ¿cómo es posible que alguien creyera en las buenas intenciones de los talibanes?, y un año después Afganistán es un infierno para los treinta y nueve millones de habitantes y la peor parte se la llevan las mujeres y las niñas. Así lo explica un informe de Amnistía Internacional publicado unas fechas antes de cumplirse el año de la toma del poder:

Algunas frases

“Los talibanes están devastando las vidas de las mujeres y las niñas de

Afganistán con la represión de sus derechos humanos”. "La protesta contra este tipo de normas opresivas acaba en detenciones y torturas hacia las mujeres". “A menos de un año después de la toma del poder por los talibanes en Afganistán, sus draconianas políticas han privado a millones de mujeres y niñas de su derecho a una vida segura, libre y plena”, ha declarado Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional. "Esta asfixiante represión contra la población femenina de Afganistán aumenta cada día".

Algunos testimonios

"Los guardias talibanes seguían viniendo a mi habitación y enseñándome fotos de mi familia. Repetían una y otra vez. Podemos matarlos a todos y tú no podrás hacer nada. No llores, no hagas una escena. Después de protestar deberías haber previsto días como éste", afirma una manifestante que fue detenida.

No es la única mujer que asegura haber recibido amenazas. "Nos pegaban en los pechos y entre las piernas. Lo hacían para que no pudiéramos mostrarlo al mundo. Un soldado que caminaba cerca de mí me pegó en el pecho y dijo: 'Puedo matarte ahora mismo y nadie dirá nada'. Esto pasaba cada vez que salíamos: nos insultaban físicamente, verbalmente y emocionalmente".

Una de las medidas con más repercusión en la vida de las afganas es la detención por aparecer en público sin un mahram (acompañante varón) o con un hombre que no puede ser considerado mahram. Este es uno de los motivos de detención por "corrupción moral" que se dan a diario. Una estudiante universitaria asegura que la amenazaron y golpearon tras ser detenida por cargos relacionados con las restricciones sobre el mahram. "Empezaron a darme descargas eléctricas en el hombro, la cara, el cuello, en todos los sitios que podían. Me llamaban prostituta y zorra. El que tenía la pistola dijo: 'Voy a matarte y nadie podrá encontrar tu cuerpo'".

Y todas las entrevistadas explican que no tienen acceso a comida, agua, ventilación, productos de higiene y atención médica adecuados. Así, para obtener la libertad las obligan a firmar un acuerdo en el que se comprometen a no volver a protestar y a no hablar en público de sus experiencias en detención, ni ellas ni sus familiares.

Otros datos

Desde que tomaron el control las protestas han acabado en abusos, detenciones y reclusiones arbitrarias, desapariciones forzadas y torturas físicas y psicológicas. Las sobrevivientes de violencia de género, que antes vivían en refugios, después de la toma del poder de los talibanes son encerradas en centros de detención.

El aumento de matrimonios forzados en Afganistán es una realidad. Los factores principales de este aumento se relacionan con la crisis económica y humanitaria, la falta de perspectivas educativas y profesionales para las mujeres y las niñas, familias que obligan a mujeres y niñas a casarse con un talibán, y talibanes que obligan a mujeres y niñas a casarse con ellos. Khorsheed —nombre ficticio—, de 35 años, confirma en el informe a Amnistía Internacional que la crisis económica la había obligado a casar a su hija de 13 años con un vecino de 30 en 2021 por el “precio de la novia” de 60.000 afganis (unos 670 dólares estadounidenses). Así, dijo que, tras casar a su hija, se sintió aliviada, y añadió: “Ya no pasará hambre nunca”.

La educación es otro de los ámbitos más golpeados tras la entrada de los talibanes. La vuelta al cole prevista para el 23 de marzo nunca tuvo lugar. Ese mismo día, los talibanes enviaron a casa a las niñas, alegando un “problema técnico” relativo a sus uniformes. Cuatro meses después, siguen negando el acceso a la educación a las niñas.

A nivel universitario la situación es similar. Restricciones en vestimenta, conducta y oportunidades dan lugar al clima perfecto para generar desventaja en las mujeres. Muchas de ellas han dejado de asistir a clase o han decidido no matricularse en la universidad. Una estudiante de la Universidad de Kabul alega que un jefe del departamento fue a su clase y les dijo: 'Tened cuidado. sólo podemos protegeros cuando estáis dentro del edificio de la facultad. Si los talibanes intentan haceros daño o acosaros, no podremos impedírselo'".

Mensaje final

Amnistía Internacional termina su informe pidiendo que la comunidad internacional imponga a los talibanes medidas consecuencia de su conducta como sanciones selectivas o prohibiciones de viajar por medio de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, o emplee otras formas de presión que puedan hacerles rendir cuentas por el trato que infligen a las mujeres y las niñas sin perjudicar a la población afgana.

Totalmente de acuerdo. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? La pregunta lleva siglos esperando respuesta ante situaciones como esta, y aunque ya se cuenta con gobiernos más civilizados, instituciones y organismos que pueden impulsar leyes que impidan gobernar a descerebrados como estos, no parece que tengan prisa por hacer algo más que condenar los hechos y ayudar a unos cuantos a salir del país cuando habría que empezar por impedirles entrar a ellos.

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