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La odisea de una familia cubana que logra reencontrarse en Salamanca
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Final feliz

La odisea de una familia cubana que logra reencontrarse en Salamanca

Actualizado 20/08/2022 20:17

Yalina, Dámaso e Isabela logran encontrarse con sus familiares tras pasar varios días detenidos en Francia después de volar desde La Habana

Hay historias con finales felices, como la de Yalina, Dámaso e Isabela. Unos padres que han huido de la dictadura de Cuba para buscar la libertad junto a su familia, ya establecida en Salamanca desde hace ocho años.

Pero no era fácil salir de su país natal. Las trabas burocráticas y las leyes desdibujaban una y otra vez el sueño de volver a estar todos juntos en España. La madre de Yalina, Alina Medrano, ha luchado junto a su marido, Francisco Martínez, para reagrupar en sus familias. Primero, por todos los cauces legales disponibles, como una carta de invitación o la reagrupación familiar. Pero como indica Alina, según las leyes de Cuba, “los hijos mayores de 21 años no pueden salir del país, salvo que tengan un sostén económico bastante importante, que no es nuestro caso”.

Por eso optaron por otra medida. Como relata la madre de Yalina, que fue conseguir un supuesto contrato de trabajo en Guinea Ecuatorial que les permitiese salir de Cuba. No había vuelo directo al país africano, así que hacían escala en París. La idea de esta joven familia era salir del aeropuerto francés a su llegada para ir a España, en concreto, hasta Salamanca.

Un viaje de 15 horas

Alina y Francisco fueron hasta París junto al sacerdote diocesano y vicario de Pastoral, Policarpo Díaz, uno de los responsables de la Unidad Pastoral Centro-Histórico, a la que pertenece la pareja cubana desde su llegada a España. Ellos no tienen carné de conducir y el presbítero se ofreció a llevarlos para recoger a su hija, yerno y nieta.

Tras 15 horas de viaje desde Salamanca llegaron a París en su furgoneta de siete plazas. Sin embargo, Yalina, Dámaso y su hija Isabela fueron retenidos nada más bajar del avión, sin pisar aún el aeropuerto.”Al parecer, desde Cuba avisaron que el vuelo era “caliente, para indicar nuestra salida del país”, apunta Yalina. “Les dijimos que veníamos con un contrato en Guinea, pero nos detuvieron igual, en unas condiciones malísimas, porque no podíamos ni ducharnos y la comida era pésima”. Les trasladaron a un centro de internamiento, donde se decidiría si eran repatriados o les dejaban en libertad. Cada día, les podía visitar su familia durante 30 minutos.

El primer paso fue pedir un asilo político que les denegaron, y pasaron a tener un juicio a los cuatro días de llegar. Su abogado les advirtió que la jueza que les tocaba era la más severa, “y que sería un milagro de Dios si nosotros salíamos de allí ese día”.

La decisión de la jueza

Contar con un visado de tránsito en Francia les ayudó a tener ese final feliz que esperaban, y su abogada, como relata Yalina, “alegó también que la niña no se estaba alimentando bien y que llevábamos cuatro días sin ducharnos”. El veredicto de la jueza lo recibieron a las 17:35 horas, una hora que tienen todos tatuada. “Al principio no entendíamos nada, porque todo nos lo decían en francés, y ya la intérprete nos dijo que Dios había logrado el milagro, que nos íbamos libres”, apunta emocionada.

La familia al completo, en su reencuentro en París.

Siempre recordarán los abrazos y las lágrimas que brotaron en el reencuentro con la familia en las puertas del centro de internamiento. “Nos sentimos libres, y mereció la pena el riesgo, pese a que hemos dejado a parte de nuestra familia alla”, subraya Yalina. Ella tiene una hija y dos nietas en Cuba. Su marido, a su familia directa. En ambos casos, no saben si volverán a verlas en persona, y consuelan con saber de ellas a través de las videollamadas.

Yalina describe cómo era su vida en Cuba, y lo que suponía ser opositor al gobierno y a sus leyes a medida. “La situación es pésima, tanto en alimentación como en la educación de los niños“, afirma. Es difícil conseguir los alimentos básicos y lo hacen a través de la llamada “libreta”, que les permite comprar los artículos en un tiempo establecido. Por ejemplo, pueden comprar pollo cada 15 días, “y cada vez a un precio más alto”. Lo mismo ocurre para adquirir ropa y otros artículos de primera necesidad.

Varios años intentando salir de Cuba

Ellos llevan varios años intentando salir del país, “pero no daba sus frutos y optamos por un supuesto contrato en guinea ecuatorial que nos permitía salir de Cuba”. El marido de Yalina, Dámaso Suárez, también describe su situación en Cuba. “Me levantaba a las tres de la mañana para ir a comprar el pollo y hacer cola, que luego no alcanzaba más que para tres o cuatro días, estirándolo como se dice allí”, detalla. Encontrar trabajo siendo contrario al gobierno era “muy complicado”, “para comprar la bolsita de leche para mi niña tenía que tener más de mil pesos”.

Dámaso invita a pasar un mes en Cuba en esa situación, “para que se den cuenta de lo que está pasando allí, es muy duro“. Ellos sienten que, aunque duele dejar allí a parte de la familia, “era preferible arriesgarse y pasar por toda esta situación que quedarse allí”.

Francisco y Alina se fueron de Cuba hace ocho años por esa misma situación de falta de derechos en cuestiones básicas como la alimentación o la educación entre otras. Él consiguió la nacionalidad española al ser nieto de español. Músico y maestra de profesión respectivamente, empezaron de cero en Salamanca, y encontraron una nueva 'familia' en la parroquia de La Purísima, donde él dirige el coro y enseña a tocar la guitarra a los más pequeños.

“Era imposible vivir en un país donde no hay medicinas, la educación está controlada y no hay libertad de expresión”, enumera Francisco Martínez. Como músico profesional, él vivió allí esa dictadura de primera mano, al igual que su mujer, como maestra, “que me decían lo que tenía que decir”. Este matrimonio lamenta que su país natal lleve 63 años en una dictadura, “sin ningún apoyo internacional”:

La familia en Cuba

Isabela Suárez, de 10 años, es la hija que ha viajado junto a Yanila y Dámaso, y reconocía estar “muy feliz de estar aquí”, en relación a Salamanca, donde ya vive junto a sus padres y abuelos. “En el centro de Francia lo pasé mal, y en Cuba mucho peor, porque en la escuela solo me hablaban de revolución, y yo no quería aprender eso y me castigaban”, asegura. Ya en España valora poder comer de todo, “sobre todo quería carne”, bromea junto a los suyos.

Una de las personas que también ha sido clave en esta historia con final feliz ha sido Daniela Biló, una argentina de La Purísima, que lleva en Salamanca 16 años. Ella apoyó desde el principio a Alina y Fran para que consiguieran traer a España a su familia. “Hemos sufrido con ellos en cada tropiezo, pero siempre con esperanza”, resume. De hecho, Daniela llegó a viajar hasta La Habana para entregar en mano la carta de invitación para salir de allí. “Conocerlos ha sido un regalo y ha sido una emoción enorme poder acompañarles desde la oración”, admite. Como miembro de la orden seglar de los Carmelitas Descalzos, invitó a muchas de las comunidades que rezaron por la libertad de este joven matrimonio cuando estaban retenidos en París.

Liberación profunda

Por su parte, el sacerdote de la Unidad Centro-Histórico, Policarpo Díaz, que viajó junto a este matrimonio hasta Francia, lo define como una experiencia de liberación profunda. “De estas experiencias que están narradas en la Biblia en la historia de la salvación del pueblo de Dios, y siguen vivas, se repiten, con momentos decisivos en la vida de las personas, de los pueblos y las comunidades”, argumenta. Al respecto, subraya que Dios sigue haciendo milagros, “y sigue abriendo el mar Rojo para sus pobres en pleno siglo XXI, y yo he sido testigo de esta experiencia”.