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Adaptarse al cambio climático
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Adaptarse al cambio climático

Actualizado 20/08/2022 10:08
Francisco Aguadero

Habrá que ir pensando en cómo adaptarse y combatir el calor. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) declaró el pasado mes de julio de 2022 como el mes más caluroso de la historia de España, desde que hay registros, y el calor continuó hasta mediados de agosto. En estos días las temperaturas han dado un respiro, pero en los próximos, volverá el calor, las temperaturas tornarán a ser más altas, por encima de lo habitual para la época. Además, y según expertos en climatología, este será el verano más fresco de ahora en adelante, o sea, que lo peor está por venir.

Luchar contra el cambio climático está en la mente de muchos y, al hablar de ello, estamos hablando, básicamente, de reducir el CO2 presente en el planeta. La lucha se está orientando, principalmente, en la reducción de las emisiones provocadas por los combustibles fósiles, tratando de reducir la cantidad de carbono que emitimos, pero eso, aun siendo fundamental, no elimina el exceso que ya hay en la atmosfera.

El panorama es de extrema urgencia y gravedad. Investigadores y expertos piensan que, aunque no seamos capaces de enfriar la Tierra ni parar por completo su calentamiento, todavía hay tiempo de adaptarnos a los cambios que ya se han producido y a los que faltan por venir. Pero para ello hay que actuar rápido y de manera contundente, con implicación de todos los agentes sociales y la sociedad en su conjunto.

Más allá de los avances tecnológicos y de los programas de los gobiernos, cada uno de nosotros tendrá que buscar sus propios recursos para sobrevivir en las altas temperaturas, siendo un factor importante la manera de vestir. Desde niño, siempre me llamó la atención el cómo las mujeres de la siega y la trilla se tapaban hasta las cejas ante aquel calor asfixiante de la parva de trigo o centeno en las eras de Castilla. La razón no era otra que la de protegerse del sol abrasador.

Con igual intensidad, me llamaba la atención que beduinos y tuaregs, aquellos habitantes del desierto, allí, donde más calienta el sol, van sumamente arropados con sus túnicas y turbantes. Parece que es la mejor manera de luchar contra las altas temperaturas, esas que hacen que los termómetros en el desierto no bajen de los 40° centígrados hasta que no cae la tarde y las dunas de color beige se funden con los océanos de arena. En occidente no nos gustan las túnicas ni somos partidarios de los turbantes. Quizás porque, hasta ahora, no habíamos tenido que luchar con temperaturas superiores a los 40°C, como los tuaregs y beduinos en el desierto.

Siempre vi a los tuaregs como una especie humana muy peculiar, por el hecho de vivir en el desierto y vestir, de forma integral, esas vestimentas tan completas e ilustradas con el color azul que es de mi devoción, más cuando tuve la oportunidad de verles en su hábitat natural, el Sáhara, comprendí la grandeza de su lucha por la supervivencia, adaptándose a la climatología del desierto.

Ni que decir de los beduinos que, aun sabiendo de su origen en la Península Arábiga y su expansión por el Norte de África y Medio Oriente, cuando entré en contacto con ellos en el desierto del sudeste de Jordania, camino de la bella Petra, me sorprendió la humildad y su capacidad para sobrevivir con lo más mínimo, pero protegidos de las inclemencias del desierto por la plenitud de sus vestimentas. Nada hacía sospechar que a pocos kilómetros y tras atravesar el estrecho cañón de Al Siq, el viajero se topa con un yacimiento arqueológico, la antigua ciudad de Petra, fundada hacia el año 300 a. C. y que llegó a ser la capital del reino nabateo, presidida por su construcción más famosa conocida como “El Tesoro”.

Beduinos y tuaregs comparten la necesidad de adaptación al clima del desierto, tradición en el vestir y conocimiento popular de lo que es necesario para sobrevivir. Lo llevan haciendo durante más de 3.000 años. Si volvemos la vista hacia ellos quizás podamos aprender algo de lo que, todo parece indicar, vamos a necesitar. Las túnicas que unos y otros llevan en el desierto es la manera más fresca de vestirse, independientemente del color, sus cualidades y formas de llevarlas, aportan un componente de frescura mayor que las prendas occidentales.

El que los moradores del desierto lleven la túnica y el turbante como vestimenta tradicional para luchar contra los calores, parece contrario a la intuición, pero tiene una base científica que lo sustenta. La revista Nature, publicó un artículo, fruto de una investigación llevada a cabo por la Universidad de Harvard y la Universidad de Tel Aviv, sobre qué tipo de ropa es más apropiada para el calor del desierto y vino a confirmar, científicamente, que son las túnicas de los tuaregs y beduinos, algo que unos y otros ya sabían.

Como también saben los moradores de las zonas más cálidas de Latinoamérica las ventajas de la guayabera. Es la prenda que tiene los mejores atributos para luchar con temperaturas por encima de los 30° C, ya sea en zonas con alta humedad o en clima seco. A diferencia de la monolítica túnica del desierto, la guayabera muestra una variedad de modelos para tolerar aquellas temperaturas y mantener la elegancia en el vestir. Junto a la guayabera más original, caída con holgura suficiente para que el aire circule libremente entre la piel y la tela, existe toda una variedad de cortes acordes con el mejor estilo de cada persona y para adaptarse al clima.

Todo parece indicar que la vestimenta formal que usamos los occidentales, traje o uniforme, con ropas más bien ceñidas, son las menos apropiadas para luchar con los calores que nos trae el cambio climático. Algunos ya venimos utilizando guayabera como ropa de calle. Hay que hacer compatible las tradiciones, la cultura y las modas con la adaptación climática y el bienestar.

Les dejo con la Canción por la Acción Climática - Versión Arequito

https://www.youtube.com/watch?v=wG_3ks_W2Uc

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© Francisco Aguadero Fernández, 19 de agosto de 2022

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