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Rescatando símbolos
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Rescatando símbolos

Actualizado 17/08/2022 11:56
Antonio Matilla

Rescatando símbolos | Imagen 1

Ayer me dio por rescatar símbolos. Tenía yo una cadenita de oro con una crucecita del mismo metal que me había regalado mi madre, complementada con una medallita de plata de la Virgen del Tobar, la patrona de mi pueblo, que se venera en la ermita llamada “del Castillo”, que se eleva en un cerro que domina mi pueblo, en el que posiblemente hubiera en su día una torre de vigilancia, porque de castillo no se sabe que haya habido nunca…aunque vaya Vd. a saber, que lo mismo alguno de mis paisanos más instruido me desmiente.

Hubiera sido buen lugar para instalar una torre de vigilancia porque desde allí se domina una enorme extensión de terreno donde ahora puede gozarse de unas puestas de Sol espectaculares tras un mar de tierra que, hace millones de años, fue un mar interior, del que quedan como testimonio las salinas de Villafáfila y las capas subterráneas de sal que, alguna que otra vez, han vuelto a salinizar algunas tierras por efecto de sondeos desafortunados.

La pequeña altura del cerro de la ermita permite también ser testigos de los efectos de la mecanización del campo, pues cuando yo era niño –hace demasiado tiempo- no se veía del cercano pueblo de Vezdemarbán más que su iglesia, mientras que ahora se ve casi todo el pueblo pues las vertederas de los potentes tractores, al arar las fincas, han ido rebajando la línea del paisaje palmo a palmo, año tras año.

Después volveré al símbolo de la ermita, pero ahora debo retomar mi crucecita y mi medalla, que hace ocho años guardé en el bolso de mi bandolera y ahora estaba toda enredada y me costó largo rato deshacer los nudos de la cadenita. Sucede que, cuanto tuve que hacerme el primer PET y el primer TAC para controlar mi enfermedad hematológica, los técnicos sanitarios me prohibieron taxativamente llevar nada metálico en contacto con la piel ni en la ropa interior, porque podrían interferir en las imágenes, así que guardé cuidadosa y religiosamente cruz, cadena y medalla pero, en el primer TAC, tuvieron que cortarme con una tijerita un adorno de plastimetal que había en mi ropa interior.

Durante ocho años he pensado que no eran necesarios esos símbolos porque la cruz la llevaba en cada uno de mis ganglios linfáticos y en mi médula ósea infiltrada por la enfermedad; en cuanto a la protección de la Virgen, en su advocación del Tobar, no iba a dejar de ser efectiva, pues yo era más importante que su medalla. Pero ahora, gracias a los tratamientos recibidos, a una buena dosis de disciplina y a un pelín de suerte, creo que ya puedo volver a sentir sobre mi piel el tenue peso de esos símbolos, sin perjuicio de que me despoje de ellos cada vez que tenga una prueba de radiodiagnóstico.

Pero con la ermita sucede que el paso de los años y las inclemencias del tiempo la está deteriorando grandemente y, para protegerla, no la podemos guardar en una bolsa, sino que es necesario hacer un crowfunding –una colecta popular, vaya- para entre todos los devotos y los paisanos, conseguir restaurarla. Al parecer la diócesis de Zamora, como todas las de Castilla y León, tiene cientos de templos que mantener y, en esta España vaciada, es difícil allegar fondos para cubrir todas las necesidades.

Esto de las colectas populares no es nuevo, sino que se ha convertido en costumbre desde que a Pablo de Tarso se le ocurrió hacer una entre todos los cristianos de la gentilidad en favor de la iglesia de Jerusalén, pobre entre las pobres.

Por otra parte, la Iglesia ha creado sociedad, cultura y paisaje. De la creación de sociedad da testimonio la reciente fiesta de San Lorenzo, mártir por tener la desfachatez de decirle al emperador Valeriano, perseguidor, que los pobres son la verdadera riqueza económica de la Iglesia, porque entre ellos se habían repartido los donativos allegados de múltiples formas y, andando el tiempo; esos donativos, andando los siglos, se han convertido en muchos casos en fundaciones que aseguran la ayuda a los pobres a largo plazo, por encima de partidos e, incluso, regímenes políticos, aunque con el Estado siempre ojo avizor a ver cómo se desamortiza esa riqueza en favor de las opciones ideológicas y políticamente correctas de turno.

Una pequeña muestra de crowfunding cultural, de colecta popular, es la que se está llevando a cabo ahora en mi Unidad de Acción Pastoral, rescatando una joya de la platería salmantina de principios del Siglo XVIII que encontramos muy deteriorada en un trastero de la parroquia de San Martín, oculta entre alfombras viejas y podridas, pero todavía rescatable y restaurable. En ello estamos y a esa colecta cultural he contribuido modestamente con los donativos obtenidos de los feligreses y amigos que van pidiendo un ejemplar de mi reciente libro “Linfoma LCM con amor y humor”, que describe mi peripecia médica, humana y espiritual hasta lograr la superación de esa mi enfermedad hematológica. El efecto llamada del libro y la red social “de boca a oreja” está haciendo llegar otros donativos directos con el mismo fin. Ya está hecha la mitad de la restauración, la de la estructura de madera policromada, llevada a cabo magníficamente por Sandra del Barrio y está pendiente de iniciarse en los próximos días la de las piezas de plata que llevarán a cabo las hermanas especialistas de “Plata Meneses” en Segovia.

Pero la Iglesia ha llevado y lleva a cabo también una tarea de configuración del paisaje pues, donde antes estaban estructuras militares –castillos, torres de vigilancia, baluartes-, se elevan ahora iglesias y ermitas que humanizan, configuran y dan sentido al paisaje de nuestros campos. Y ese es el caso de la ermita de la Virgen del Tobar, en mi pueblo, que se va a intentar restaurar y asegurar mediante una cuestación popular entre los devotos y paisanos, pues el patrimonio de las diócesis castellanas es tan ingente, que no se podría sostener con las solas fuerzas del Estado (Junta de Castilla y León, Ayuntamientos y Diputaciones), haciendo necesario el recurso a la iniciativa privada, pero social, de la Cofradía de la Virgen del Tobar, secundada por el resto de paisanos y amigos. Dicho lo cual, también sería de entender que los responsables de la España vaciada –por una parte el Ayuntamiento de Malva, la Diputación de Zamora y la propia Junta de Castilla y León, además de las empresas agroalimentarias, eléctricas e industriales, en general, pudiesen colaborar con su granito de arena o sus palés de tejas, cemento y madera- arrimaran un poco el hombro y asumieran su responsabilidad.

En el fondo se trata de lo que se ha hecho siempre para crear y mantener el riquísimo Patrimonio artístico y cultural de nuestra región: trabajar en equipo. El rey eximía de algunos impuestos; los nobles, para darse pote, financiaban una capilla o una imagen; los comerciantes y los nuevos burgueses colaboraba cada uno con su especialidad y la gente del pueblo llano ponía a disposición unas cuantas peonadas suyas y de sus animales y herramientas de trabajo y transporte. Aquel impulso espiritual y social de los antiguos podría revivirse y de hecho se está reviviendo hoy de alguna manera con la participación de todos: El Estado (Ayuntamiento, Diputación, Junta de Castilla y León), la Iglesia (la Cofradía de la Virgen del Tobar es Iglesia, dentro de la parroquia y de la diócesis), las grandes compañías y las pequeñas empresas o cooperativas y los particulares, que son ahora los mecenas anónimos y democráticos que sostienen en pie gran parte de nuestro maravilloso patrimonio artístico, social, cultural y espiritual, que todo está enlazado. Los símbolos no son solo para ser contemplados, sino para hacerlos y mantenerlos en pie.

Antonio Matilla Matilla de Malva.

Rescatando símbolos | Imagen 2

(andas procesionales eucarísticas de la parroquia de San Martín, Salamanca, en proceso de restauración mediante colecta popular = crowfunding)Rescatando símbolos | Imagen 3

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