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El poder de mi generación
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El poder de mi generación

Actualizado 16/08/2022 10:44
Rafael Herrero

Yo soy de esa generación de los 70, de los que estamos engancha dos al grupo de Facebook de “EGB”, de esos a los que nos enseñaron que teníamos que estudiar para poder ganarnos bien la vida, tal vez formar una familia, pedir una hipoteca para tener un piso en propiedad y a esforzarte más aún para tener una segunda residencia en el pueblo, la playa o la montaña. Pertenezco a una generación con facilidad para soñar y con ánimo y fuerza para luchar por un crecimiento personal basado en el esfuerzo, el trabajo y la constancia.

El caso es que llevo un tiempo dando vueltas a esto que entendía como un estatus económico y social, la seguridad material como bien necesario, el esfuerzo y compromiso en el trabajo. Cada vez más compruebo cómo en compañeros y personas cercanas más jóvenes que yo, sus prioridades no son otras que vivir el momento, adaptarse a las necesidades sin agobios de invertir en un piso, cumpliendo lo justo con la jornada laboral y sin adquirir nuevos compromisos, aunque lo contrario suponga ingresos extras y promoción dentro de la empresa. Por otro lado, compruebo cómo en la situación actual, lo de ser propietario de algo, entraña la posibilidad de perder derechos para dárselos a otros que sin esfuerzo los requieren sin ningún agradecimiento, si no como una obligación de estado a cambio de nada.

Podría deciros que soy una persona optimista, un emprendedor compulsivo. Me gusta desarrollar proyectos que me llenen, que me inspiren y me ayuden a crecer y ampliar horizontes, pero últimamente tengo la injusta sensación de ¡y para qué! Quizá tenga que aprender, como el más joven, a descargarme de deberes, obligaciones... y empezar a vivir libremente el presente.

El otro día comiendo con unos amigos, Álvaro y Luis Miguel, profesores de Taichí, me animaban a conocer al padre que lleva el Monasterio de San José, el del valle de las Batuecas; me comentaban que estando un rato con él vería las cosas de otra manera... Seguro que su visión de la vida no coincide con la de muchos de nosotros. Ahora, estos monjes han vivido en primera persona las consecuencias del maldito fuego que sufrieron junto a todos los vecinos de la zona de las Batuecas y prefiero no pronunciarme al respecto porque es tal mi cabreo que lo único que puede salir de aquí es otro incendio. Me animaban a recibir algunas clases de Taichí en la empresa, y el caso es que no estoy seguro de cómo lo llevaría, aunque aparentemente soy tranquilo, por dentro soy un terremoto, siempre pensando en esto y en lo otro. Para los que no conozcáis el taichí, es una combinación de meditación y movimientos lentos, suaves y coreografiados, y no sé si eso me ayudaría mucho, quizá sea cuestión de tiempo, de enseñar al cuerpo a desconectar de algún modo de la rutina diaria.

El caso es que está uno como para desconectar de las rutinas, cuando ahora nos anuncian otra tanda de curvas en el panorama económico tras el verano, y por lo que puedo ver, España es como el joven que os comentaba “vivamos el momento y después ya veremos lo que sucede”. Bill Gates ya nos adelantó hace años que algo como la pandemia del Covid pasaría en el mundo. Ahora nos anuncia que cuando países como la India, Reino Unido y Estados Unidos

han aumentado los tipos de interés para controlar la inflación, es un signo claro de que se avecina una desaceleración tras el verano a nivel mundial. El riesgo de no actuar contra la inflación podría llevar a una peligrosa espiral de subidas de precio: como el coste de vida aumenta, los empleados reclaman subidas salariales; en respuesta, las empresas aumentan el precio de lo que venden para compensar la subida de sueldos, lo que a su vez lleva a los trabajadores a reclamar nuevos aumentos, y así hasta el infinito.

Os dejo una frase que dijo Winston Churchill: “Un pesimista ve una calamidad en cada oportunidad, un optimista ve una oportunidad en cada calamidad”, el optimismo es una condición emocional, de automotivación, de fe y de voluntad para creer en uno mismo, para mantenerse en movimiento, enfocado, insistiendo, persistiendo y resistiendo para construir y lograr propósitos, metas y sueños. Y quizá, solo quizá, las oportunidades no se escondan en el conformismo ni la comodidad. Después de todo el hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo.

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