Según el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud Española, la brecha de género se manifiesta, los hombres que pueden emanciparse en solitario doblan a las mujeres
El 15,6 por ciento de los jóvenes españoles entre 15 y 29 años residía de manera independiente a finales de 2021, medio punto más que a principios de ese año aunque todavía lejos de las cifras prepandemia. En diciembre de 2019 eran el 18,7 por ciento. Los jóvenes de Castilla y León tienen una emancipación más tardía que la media estatal, tan solo el 14,7 por ciento había logrado abandonar el hogar de origen en este mismo semestre.
Son datos del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud Española (CJE), que interpreta que la ligera mejoría se debe a la recuperación del empleo destruído por los confinamientos y las restricciones sanitarias, pero que la menor tasa de paro se “cimentó en la precariedad laboral de la juventud, denotando que el crecimiento económico pospandémico proseguía la senda de fragilidad de la anterior crisis económica”.
Esta precariedad supone que sigan cobrando sueldos más bajos, lo que les dificulta el acceso a la vivienda y lastra la capacidad de emancipación. El resultado, los jóvenes tienen que dedicar 3,8 veces su salario neto anual para poder sufragar la entrada de una hipoteca. La alternativa ante la subida de precios del mercado inmobiliario es compartir piso, a esta opción ha recurrido el 34,5 por ciento.
El informe hace especial hincapié en la brecha de género que revelan estos datos. Las mujeres jóvenes emancipadas en solitario a finales de 2021 fueron el 13,8 por ciento, casi la mitad que los hombres, que alcanzaron el 26,7 por ciento. Esto puede deberse a los datos de temporalidad, parcialidad y subocupación, todos considerablemente superiores en ellas.
El 32,5 por ciento de la población joven que trabaja lo hace estudiando a la vez. También en ello hay una diferencia sustancial entre géneros, casi el 41 por ciento de las mujeres son ‘sisis’, el porcentaje de hombres que estudia y trabaja se queda en un 24,6 por ciento. Estas cifras superan ampliamente el porcentaje del 2019, el año previo a la pandemia, cuando los que compaginaban ambas actividades eran el 28 por ciento.
Por contra, los que ni estudian ni trabajan son el 2,4 por ciento. Esto puede explicarse con la creciente cualificación que necesitan los jóvenes para incorporarse al mercado laboral, los años estudiando se alargan para encadenar posgrados y muchos tienen que compaginarlos con sus primeros trabajos.