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Tiempo de espera
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Tiempo de espera

Actualizado 09/08/2022 07:47
Charo Alonso

No es la cárcel de amor, pero me mantiene presa de la ventana abierta por la que entran el calor, las voces y el maullido de un gato que me recuerda la calle, la calle, la calle y sus obligaciones, el camino hacia la casa de mi madre, la compra que pesa, el cuidado que gotea, día a día, ritual que ahora se convierte en sábana sucia, sudario de sudor, fiebre y sorpresa. Quédate quieta.

A mi alrededor florecen los periódicos, los libros y un móvil al que no puedo mirar. De niñas, en otro verano ardiente, mi hermana y yo sufrimos una hepatitis que dobló a mi madre en dos y nos reafirmó en nuestra condición de lectoras empedernidas. Era un tiempo de lejía y manos destrozadas por ese empeño de desinfectar que ahora me marea a mí. Plagas de Egipto. Desde la ventana pasa la vida mientras mi pausa se alarga en la soledad del cuarto aislado, la boca tapada, la falta de apetito, la sed, el calor que todo lo entorpece… afuera pasa el tiempo del sol y de la vuelta de la piscina, adentro ni siquiera la gata atraviesa el dintel de mi puerta. Vivo en la cárcel de amor y giro en torno a un libro que no tengo fuerzas ni para sostener. La enfermedad en verano es una extrañeza que nos aleja de todo, un eco que no suena, una sombra al otro lado de la cortina echada. Más allá de las horas, la enfermedad tiene su propio ritmo sostenido, lo que te duele, lo que te marca, lo que poco puedes levantar la cabeza de la almohada. Es el reino sulfuroso de la fiebre.

El cuidado, a distancia prudencial, tiene sabor de zumo prefabricado. Más allá de la ventana vuelan los pájaros y pasa algún coche detrás del camión de la basura. Tenemos la esperanza de la lluvia en la aplicación meteorológica. Tenemos el apoyo de quien llama y se ofrece, anima, entrega. Mientras las gasas de la fiebre levantan su cortina, el día se levanta ajeno a nosotros, pertinaz, luminoso. A este tiempo tórrido no le importa que faltes a tus rutinas. Ni siquiera el perro perdona su paseo cotidiano. Pasan los días y solo mejora la marca de la fiebre en el campeonato del termómetro y de la medida de la temperatura del día. Y solo se desean la lluvia, la salud, la paciencia ¿Te parece poco? Es el triunfo de la espera. Y de nuevo ese espacio donde reclinar una cabeza que pesa. Es el virus que no cesa y el la sensación de que cuando todo esto pase, no voy a parar quieta…

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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