Laura afirma que no se produce ropa para cuerpos no normativos: “Estás en el momento de entrar a ser joven adulta y decir: quiero tener seguridad en mi cuerpo, ser sexy. Y todo te está diciendo que no puedes serlo”
Laura tiene 21 años y sigue con la “espinita clavada” de poder ir a comprar ropa con sus amigas. Cuando la talla máxima a la venta es una 42, muchos cuerpos quedan fuera. Ella, como muchas otras, entró a la adolescencia comprando pantalones en la misma tienda en la que lo hacían su madre y su abuela. Aunque en los últimos años la oferta ha crecido, sobre todo por Internet, señala que sigue siendo difícil defender tu estética si no estás delgada. “Estás en el momento de entrar a ser joven adulta y decir: quiero tener seguridad en mi cuerpo, ser sexy. Y todo te está diciendo que no puedes serlo”.
“En Salamanca es super difícil encontrar ropa”, hay algunas prendas, contadas, en los catálogos de las grandes líneas, un par de comercios con opciones de tallas grandes y la esperanza de que en las tiendas de segunda mano alguien haya dejado algo que ponerse. También le duele la poca comprensión de quienes la rodean y no se dan cuenta de lo que supone ser la excepción: “Tener que quedarte con un disfraz a medias o quedarte sin disfraz, y que a nadie le importe”
Señala que el verano está especialmente ajustado a los cánones de belleza, “tienes un bañador o un bikini” porque son difíciles de encontrar. Las terrazas también pueden ser muy incómodas, porque “no es como la silla de un bar que no tiene abrazaderas”, el espacio está predeterminado y limitado. Lo mismo ocurre con los asientos de los transportes públicos y suele pensar: “como se siente alguien a mi lado, madre mía, qué agobio”. Es consciente de que “son cosas muy específicas” y se pasan por alto, “pero pueden doler más de lo que parece”. En cuanto a cómo ha ido procesando estas limitaciones impuestas, “no hay aceptación, hay resignación. No es tu culpa ni la de nadie, es culpa de una industria mayor”.