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Nuevo orden, o desorden, mundial
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Nuevo orden, o desorden, mundial

Actualizado 06/08/2022 09:37
Francisco Aguadero

Se está buscando un nuevo orden internacional, pero lo que realmente se percibe es un auténtico desorden mundial. Parece bastante evidente que en la actualidad el orden mundial se encuentra en una fase de mutación significativa. Para algún observador del Derecho Internacional puede que no sea nada novedoso, pero la intensidad de los cambios que se están produciendo, la rapidez con la que se dan y la trascendencia de los mismos, requieren de una detenida reflexión de hacia dónde vamos.

Si hay una característica singular, en estos tiempos que nos ha tocado vivir, es la del cambio permanente y acelerado. También en la política local los cambios pueden producirse de manera muy rápida, pero en la política internacional, las cosas van más lentas, los cambios no se producen de un día para otro. Salvo que sea producto de un proceso revolucionario o de una toma violenta del poder en forma de golpe de Estado, el cambio se da a través de una serie de lentos procesos que van alumbrando nuevas realidades.

Para mejor entender la actualidad, hemos de recordar que, tras la Segunda Guerra Mundial en 1945 (aquel conflicto bélico que dejó en torno a 48 millones de muertos), se creó la Organización de Naciones Unidas (ONU) cuya principal misión era, y es, la preservación de la paz mundial. A partir de ese momento, la política internacional se institucionaliza y se configura lo que Friedman (1964) y Burley (1993) consideran el paquete de normas de la cooperación internacional. El mundo se consideraba dividido en tres grandes bloques: Capitalista, Comunista y el Movimiento de Países No Alineados (NOAL o MPNA) fundado en 1961 durante la Guerra Fría, compuesto por 120 países y cuya finalidad era conservar la posición neutral, sin aliarse a ninguna de las dos superpotencias: Estados Unidos y la Unión Soviética que capitaneaban las ideologías dominantes de los otros dos bloques citados.

Con la implosión de la Unión Soviética que trajo la Perestroika de Mijaíl Gorbachov y cuyo símbolo es la caída del Muro de Berlín (1989), se estableció un sistema multilateral internacional. Basado, también, en una serie de normas para la cooperación internacional, bajo la hegemonía de Estados Unidos como potencia única y árbitro mundial. El dólar estadounidense se posicionó como la moneda de referencia mundial.

Pero el multilateralismo enseguida entró en una crisis de legitimidad y de desequilibrios, en detrimento de la cooperación y la solidaridad, al ir perdiendo las normas que las sustentaban en las instituciones. La globalización tomó, desde los años noventa, una aceleración desbocada, con la liberalización de los mercados que incide en la macroeconomía y en la alta política, marcando así, la geopolítica, la búsqueda del “nuevo orden mundial”. Expresión esta acuñada por algunos internacionalistas posmodernos, para referirse a las tendencias de cambio que llevan a las modificaciones más recientes y, especialmente, a la repartición geopolítica del poder y sus consecuencias en las decisiones políticas y en el cómo se arreglan las diferencias, siempre existentes. Un concepto con el que se pretende encuadrar la realidad del nuevo momento.

El también denominado “nuevo orden internacional” no conlleva un cambio radical ni revolucionario en el reparto del poder mundial, sino un cambio progresivo y lento hacia una nueva configuración del sistema político internacional que, entre otras cosas, debería tener en cuenta el lento pero progresivo cambio climático y sus efectos, así como la vulnerabilidad social ante las pandemias y las crisis profundas puntuales.

Las intenciones y los esfuerzos por hacerse con el control del mayor espacio y poder posible a escala mundial se han acelerado en los últimos tiempos. Los favoritos en esa carrera: Estados Unidos (con ingleses y australianos), China y Rusia, se disputan, activamente, el control del Orden Internacional. Europa parece mantenerse al margen quedando, una vez más, en un segundo plano, a pesar de que el mayor conflicto armado en esa estrategia geopolítica, la guerra de Rusia contra Ucrania, se está dando en su propio suelo. Pero las miradas en esta carrera por el poder se centran en el Indopacífico, uno de los principales ejes globales del futuro. Los norteamericanos tratan de acercarse, cada vez más, a Asia, porque saben de la importancia que tiene y la que va a tener, internacionalmente. Los europeos no tienen una estrategia para aquella zona, a pesar de haber tenido presencia allí (islas Filipinas) durante más de tres siglos.

La tensión del mundo en esta carrera por el poder se palpa en el ambiente, en la crisis de las relaciones diplomáticas y, como consecuencia, en las vidas perdidas por la guerra en Ucrania. Esperemos que no se pierdan también en el Pacífico donde, tras la visita de la Presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán, se ha desatado la tormenta perfecta. China lo considera una provocación y la respuesta ha sido, de momento, un bloqueo de la isla por mar y aire y ha puesto en marcha unas maniobras militares con fuego real. Conociendo el secular enfrentamiento entre China y Estados Unidos por el asunto de Taiwán y la política de Pekín de “una sola China”, ¿era preciso que Nancy Pelosi hiciera esa visita ahora?.

No cabe otra cosa si no es llamar a la cordura y que las grandes potencias utilicen la vía diplomática para resolver sus asuntos, dejando de lado la ambición desmesurada de poder y acabar con este desorden, buscando y encontrando, entre todos, un nuevo orden mundial en el que poder vivir en paz y dignamente.

Les dejo con Los Auténticos decadentes - Un osito de peluche de Taiwán

https://www.youtube.com/watch?v=WKM5jRAUgvU

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© Francisco Aguadero Fernández, 5 de agosto de 2022

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