Los campamentos y colonias sacados adelante por el trabajo de voluntarios se convierten en verano en alternativas accesibles y con valores para las familias salmantinas
Hablar de juventud y verano es hacerlo también de trabajos temporales, vacaciones o búsqueda de nuevas oportunidades formativas. Pero también de chicas y chicos que a ese malabar de preocupaciones estivales le suman la responsabilidad de sacar adelante de forma voluntaria proyectos como campamentos o colonias de verano. En Salamanca, el 36% ha participado alguna vez en una asociación juvenil o entidad social, según las encuestas del último Plan de Juventud. No todos ellos lo hacen en el ámbito del ocio y tiempo libre, pero el observatorio más reciente de la Plataforma del Voluntariado de España señala una clara preferencia por él entre los 14 y los 34 años.
Los campamentos sin ánimo de lucro pueden estar organizados por grupos Scout, asociaciones vecinales o grupos ligados a entidades religiosas. El objetivo final es el mismo: hacer del tiempo libre de calidad una opción para familias con realidades socioeconómicas diversas a través de cuotas reducidas. Para mantener el balance a cero no solo se necesita trabajo de organización y programación de actividades de los jóvenes voluntarios, muchos grupos también optan por participar en el Concurso de Proyectos Juveniles del Ayuntamiento para intentar que su campamento sea premiado.
Con recursos más o menos limitados, en función de sobre qué entidad hablemos, pero con una mecánica muy parecida, los niños pueden disfrutar de jornadas de convivencia, trabajo en equipo, naturaleza y música. El papel de la educación no reglada toma un valor fundamental en ellas, tanto de forma planeada como espontánea. Los grupos suelen tener una hoja de ruta donde ponen en común qué les motiva, qué quieren conseguir. Y a veces programan sus actividades con esos objetivos en mente. Pero otros, la mayoría, son adquiridos por los niños de forma orgánica. Y es que colaborar para ganar un juego, responsabilizarse del propio orden, convertirse en agente responsable de la limpieza del recinto o cuidar a otros más pequeños es suficiente para crecer en valores.
Estas iniciativas tienen varias vulnerabilidades. La primera deriva de su propia naturaleza voluntaria. Nadie trabaja en ellas por interés personal, lo único que ancla a los jóvenes es la motivación, que puede ir variando con el tiempo, o incluso llegar a desaparecer. La segunda es temporal, se deriva de la pandemia y se está manifestando ahora que se retoma la vida anterior. Estos grupos son lugares de paso, de rápido relevo generacional porque muchos tienen que migrar fuera de la provincia para seguir estudiando o comenzar a trabajar. Esto unido a los dos años de parón, ha puesto en peligro adquirir la experiencia necesaria para sacar adelante un campamento. Los que sabían hacerlo ya no están, los nuevos se han acostumbrado a un nuevo modelo de actividades en el que las grandes pernoctaciones no existían.