La obra premiada, 'Bajo el cielo de Salamanca", se centra en la figura de Francisco de Vitoria, que ejerció su actividad teológica en Salamanca y cuyas teorías fueron "muy avanzadas y arriesgadas para su época"
Cèlia Roca nació en Barcelona en 1980, aunque su infancia también se mece en la charra Sierra de Béjar. Se licenció en Periodismo, Humanidades y estudios de Asia oriental. Ha ganado el premio de la editorial Orola en 2022, por su vivencia titulada 'Bajo el cielo de Salamanca'. Como autora, es prolífica en publicaciones en antologías de narrativa y poesía, aunque ahora se encuentra inmersa en el reto de acabar su primera novela.
Su trayectoria como escritora comenzó en 2017, cuando participó en una antología de microrrelatos en castellano y catalán: Carner davant 12 miralls, coordinada por la escritora Teresa Saborit. Parte de los autores de la obra decidieron después crear un grupo de escritura, del que surgió un libro autoeditado: Barnarracions, bilingüe y con cuentos ambientados en Barcelona y en diversas épocas. También forma parte del portal 'Vullescriure.cat' (‘Quieroescribir’), un espacio de escritura y crítica de relato breve.
Te has presentado desde 2018 al Premio Orola, ¿por qué decidiste entrar en el mundo de los concursos literarios?
Era una opción que no había contemplado, pero algunos familiares me animaron a dar el paso. Casi siempre he elegido certámenes en los que se publicasen algunos de los textos presentados, ya que es un buen escaparate para darse a conocer. Prefiero los concursos en los que se acota la temática, como ocurre con el Premio Orola. Conllevan una dificultad añadida y hacen que todos los participantes jueguen con las mismas cartas.
¿Crees que son un buen recurso para escritores nóveles que no saben cómo entrar en el mundo editorial?
Es algo que recomiendo a todo el mundo que esté empezando. Más allá de las probabilidades de obtener algún premio o reconocimiento, o de ver la obra publicada, los certámenes son una buena herramienta para adoptar el compromiso de escribir con regularidad y ceñirse a un plazo de presentación cerrado. También se aprende mucho del feedback que nos dan nuestros lectores cero —familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc.— antes de enviar los textos. Eso sí: conseguir que una editorial te publique un manuscrito ya es más complicado.
¿Cómo se afronta la incertidumbre de esperar un veredicto?
Procuro tomármelo con tranquilidad, aunque admito que esta vez no lo logré. Me sentía cada vez más nerviosa a medida que los organizadores iban publicando los títulos de los textos seleccionados en cada eliminatoria y, en el momento de la llamada del jurado, tardé en asimilarlo. De todos modos, me planteo cada participación como una experiencia y un aprendizaje. ¿Que se consigue un buen resultado? Estupendo, es un estímulo para continuar. ¿Que no es así? Ya habrá otras ocasiones. Esto es lo más difícil, porque la sociedad no nos enseña a encajar la frustración. Aquí en Europa es un tema casi tabú. Los americanos nos llevan algo de ventaja en este sentido.
Este año, has ganado el premio con tu vivencia ‘Bajo el cielo de Salamanca’. Lo primero, ¿Qué es una vivencia?
Podría considerarse un género literario a medio camino entre la prosa poética y el ensayo filosófico. Encaja bien en la literatura del yo, pero es mucho más breve, y permite al autor reflexionar a través de los personajes. Precisamente, lo popularizó Fernando Orlando, fundador del Premio Orola, en El Diario Vasco.
El tema propuesto por el concurso era ‘La escuela de Salamanca’, ¿Cuál es tu relación con esta ciudad?
Toda mi familia materna es de El Cerro, un pueblo de la Sierra de Béjar, por lo que he tenido la oportunidad de conocerla y disfrutarla. Es una ciudad acogedora, espectacular y llena de historia, en la que me hace sentir como en casa. La asocio a los veranos de mi infancia y adolescencia. En los últimos años, no he podido volver por cuestiones de trabajo y por la pandemia, pero mi intención es regresar en breve.
¿Te ha resultado evocador?¿En qué aspecto has centrado tu vivencia?
Al leerlo, me pareció desconcertante, quizás demasiado sesudo para un texto literario, pero me motivan los desafíos y las propuestas que se salen de lo común. Para escribir la vivencia, elegí la figura de Francisco de Vitoria, un teólogo dominico que fue catedrático en la Universidad de Salamanca en el siglo XVI, y que ayudó a transformar las relaciones humanas y comerciales con América. Sus teorías fueron muy avanzadas y arriesgadas para su época, hasta el punto de desacreditar al Papa, siendo él un hombre de la Iglesia.
¿Has descubierto algo que no supieras de la ciudad que puedas compartir?
Me sorprendió descubrir que el padre del liberalismo económico no fue en realidad Adam Smith, sino un grupo de profesores que habían impartido clase en Salamanca dos siglos atrás.
¿Qué consejos le darías a alguien que se presenta por primera vez a un concurso literario?
Además de leer mucho —algo obligatorio para cualquiera que desee ser escritor o escritora—, que elija un género, una temática y un formato con los que se sienta cómodo. Por otro lado, es importante que consulte muy bien las bases del certamen y se adapte a la extensión, las formas de envío y los plazos de entrega, para evitar que su candidatura sea descartada de entrada. Tampoco está de más usar un revisor ortográfico online, leer el texto varias veces, e incluso, pedir que lo haga una tercera persona, porque no siempre es fácil detectar los propios errores. Pero, sobre todo, me quedo con una frase que dijo Pep Guardiola antes de una final, y que le funcionó: «Salid y disfrutad». Y si no se gana o no se obtiene el resultado esperado, toca aprender de los posibles fallos y no venirse abajo. En realidad, nunca se acaba de aprender a escribir.