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De las musas (y las musarañas) al teatro
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De las musas (y las musarañas) al teatro

Actualizado 23/07/2022 10:54
Tomás González Blázquez

No hay verano sin tontorrona canción, que ya hasta se envía por adelantado a Eurovisión e, insólitamente, roza el triunfo. No lo hay sin Tour de Francia a la hora de la siesta (es llana, así que despiértame cuando queden cinco kilómetros) ni, a falta de las de Fonseca, noches para añorar la infancia, las del Teresa Herrera y el Carranza: ¿es seguro seguir diciendo Carranza o te puede buscar las vueltas la nueva fiscalía que todos sabemos de quién depende? No menor historial atesora el torneo Emma Cuervo en Ribadeo, donde alegra ver acartelado a Unionistas (lo añadió a su palmarés la añorada UDS en su edad dorada, victoria ante Os Belenenses en el 76). Tampoco sería verano sin los festivales de teatro clásico en Mérida (el 68º) y Almagro (el 45º), cada cual mimando el clasicismo del tiempo al que pretenden acercarnos, porque para el clasicismo siempre hay espacio y cabe en toda época. Precisamente por la bella localidad calatraveña anda ahora una Epifanía de Fernando Gallego cedida por nuestra Catedral de Salamanca al Museo Nacional del Teatro. Dejo la opción emeritense, es decir romana, para cuando llegue a tiempo el tren a la burlada Extremadura (¡una vez más!), y marco la casilla del clasicismo manchego, o sea barroco, para esbozar un breve programa de velada estival.

El elenco de actores que se asoman hoy a las tablas del escaparate público daría mucho juego en manos de los mejores creadores de farsas y comedias, si bien es fácil averiguar cuáles eligen de entre nuestros autores actuales, para sus patios chicos y grandes, los que en mitras, coronas y espadas fijan eternamente la mirilla de su artillería. Nos cuesta mucho, a mí y a todos, lo de la viga propia y la astilla ajena, pero es que algunos de esa trilogía son incapaces de salir. ¡Con lo divertido que es el fuego a discreción, cuando ni quema ni mata, en todas las direcciones que el pensamiento libre procura!

Un pensamiento ancho y capaz, que no será sinónimo, claro, de experto en virus y en volcanes, en diplomacia y en nucleares , en economía macro y micro pues decían que con dos tardes bastaba, y de repente, también en silvicultura. Los verborreicos tertulianos de barra y su versión barnizada de cultura, los remunerados, serían personajes imprescindibles junto al galán y la dama (no sé si este micromachismo también me hace non grato para la fiscalía autónoma y dependiente). Ante todo actualizarían la figura del bobo, del gracioso, que en el fondo entretiene más que incomoda a los poderosos: los del puro y los del BOE; poder transversal, sin exclusiones.

Podría tener éxito un mordaz entremés dedicado a ese político, digamos presidente nacional o autonómico, también valdría ministro o consejero del ramo que, con su camisa blanca convenientemente arremangada, con su chaleco de operaciones especiales en primera línea de crisis, pone cara de saber mucho y resolver más en un puesto de mando avanzado de un incendio forestal que arrasa hectáreas de monte a velocidad inusitada. Total, ¿qué son diez mil hectáreas zamoranas, o veinte mil, o treinta mil? A efectos mediáticos no es que coticen mucho, vienen a equivaler a quinientas de otra provincia con más peso. El caso es que nuestro protagonista maneja mapas, toma notas, escucha a los uniformados, se arrima a los tiznados y hace lo propio con el ascua (perdón) a su sardina cuando comparece ante los periodistas y se dirige a la población votante, tantas veces sin admitir preguntas o actuando, despectivamente, como si no las hubiera escuchado. Se soltaría un monólogo en endecasílabos, poniendo énfasis en lo importante que es estar unidos en estos momentos y lo mal que lo ha hecho todo el contrincante de turno, porque la culpa es del cielo o de la tierra, del cambio climático o de la dejadez en la gestión medioambiental, según gobiernen los de mi equipo o los del otro: malditos los incendios que se propagan, pero benditos a su manera cuando afectan a diferentes comunidades autónomas con diverso color político, pues la coordinación termina llegando y los discursos endebles acaban por desvanecerse.

No menor expectación despertaría, en una evolución del género, un atrevido sainete que tomara por escenario una consulta médica. Antes de abrirse el telón se aclara que no se está vulnerando ningún secreto profesional, que lo allí representado obedece completamente a las suposiciones del autor y no tiene por qué asemejarse en nada a la realidad. Se ven una mesa que no es muro, porque el ordenador de marras se ha ladeado convenientemente, y dos sillas, la del médico y la de la paciente. Una camilla y un lavabo completan el cuadro, y ya estaría.

- ¿Adela Lastra? ¡Puede pasar!

- Buenos días, yo venía a por mi baja.

- Ahora mismo se la saco. No se apure doña Adela, no la conozco de nada, es que hoy me ha tocado hacer la consulta de tres médicos distintos, de dos nunca bajo, pero que sepa que tiene usted nombre de excalle o exnombre de calle salmantina. Veamos, mmm… me aparecen dos trabajos y dos empresas, no sé si será usted fija discontinua, que es como llaman ahora a los que se quedan en paro, o de verdad está pluriempleada como todos por aquí. Me figura como ocupante de escaño y apretadora de botón en el Congreso de los Diputados y las Diputadas y como Vicesecretaria de Purgas y Soflamas en el Frente del Pueblo Judaico, ¿es correcto?

- Eh, eh… ¡Frente Popular de Judea! Pero eso lo puede borrar, que ya me han dicho que me…, que ya he me quitado.

- ¿Entonces dejamos sólo lo del escañito, verdad? Además, me parece que ahora les dejan apretar el botón desde casa, aunque algunos no se apañan mucho con el sí y el no, se les debe hacer más complicado incluso que pillar cita por teléfono en el centro de salud… Tome, tome el papel para enviar a doña Meritxell, no quisiera yo que por mi culpa fuera usted llamada otra vez al orden, y perdone, que me voy por las ramas, estoy hecho un disidente…

Doña Adela hace mutis por el foro. Y fin.

Entre la disidencia y la resistencia no hay mucho trecho, y acaso no son más que expresiones de una vocación de supervivencia, como la que los hospitales fiaban a sus corrales de comedias. Pasaban, efectivamente, de las musas de las ideas, e incluso de las musarañas de las distracciones, a la acción efectiva y productiva del teatro. Del espectáculo y las risas llegaban los fondos para atender la necesidad profunda que en el dolor de enfermos y pobres se manifestaba: los extremos tocándose con las puntas de los dedos. Sin esta convivencia tampoco se entenderían nuestros veranos llenos de contrastes. ¡Mucha mierda!

En la fotografía, propia, el Corral de Comedias en Almagro (enero 2017).

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