Juan Francisco González Olloqui y Jorge de Dios Carrera son voluntarios del parque comarcal de Peñaranda, quienes realizan labores de apoyo a los muchos efectivos que se encuentran combatiendo las llamas en los numerosos frentes abiertos en el incencio
A veces parece hacerse más que cierto el dicho de que “la realidad supera la ficción” y esta semana bien podría ser un ejemplo literal de este conocido dicho. El fuego está consumiendo los grandes pulmones a través de los que respira Salamanca y todo su entorno, con miles de hectáreas carbonizadas y un titánico esfuerzo humano por controlar a un coloso que parece resistirse ante cualquier contención.
Un escenario que mezcla tristeza y preocupación a partes iguales, que tiene como principales actores a los bomberos, quienes se están dejando el alma y el desvelo por tratar de contener sobre el terreno el avance de unas erráticas llamas que amenazan localidades, patrimonio y nuevas áreas verdes de gran valor ecológico.
Ejemplo humano de esta lucha podemos encontrarlo en el parque de bomberos de Peñaranda, perteneciente a la Diputación de Salamanca, que cuenta con una plantilla de efectivos voluntarios, quienes desde este jueves se han puesto a disposición de las brigadas de trabajo en la zona para ofrecerles relevo y continuar trabajando en la extinción de los muchos focos activos.
Así, por ejemplo, nos encontramos en el parque peñarandino con Juan Francisco González Olloqui, bombero voluntario desde hace cerca de medio siglo, quien ha estado en primera línea en Candelario, para ofrecer apoyo a los efectivos de Guijuelo en su lucha contra el fuego. “Es la tercera vez que me enfrento a una situación de una gravedad similar a la que ahora afecta a la sierra salmantina, ya que he prestado apoyo en los últimos incendios de gran magnitud” explica Francis, como todo el mundo le conoce, quien no esconde su emoción al marchar y dejar en casa a su familia.
“Tranquilo cariño que no nos vamos a la guerra” le dice sonriendo a su nieto, quien mira a su abuelo con ojos que anuncian orgullo y miedo a partes iguales. “Sé que siempre hay riesgo. No sabemos lo que nos vamos a encontrar…esto no es un campo cosechado, son arboledas, pinares y no conocemos el terreno. Pero estoy más que preparado para ello y lo haré cuantas veces sea necesario” asegura rotundo Francis.
Una realidad, la de los bomberos, que se hace especialmente dura durante la noche ya que, tal y como explica “los medios aéreos de noche poco pueden hacer, por lo que somos los terrestres quienes podemos combatir el fuego. La verdad es que la situación es complicada”.
Para Francis es una nueva salida hacia lo desconocido, teniendo en mente la responsabilidad y la templanza para afrontar la lucha, sin olvidarse de lo que deja en casa en esta tarea. “Aquí se queda mi mujer, mi hija y mi nieto…ellos no se me van de la cabeza, pero, como solemos decir son ‘gajes del oficio’ y nos gusta esto” mientras que a la administración la pide que “se realice la limpieza del campo y que doten de más medios para poderlo hacer y combatir situaciones como esta. Espero que termite pronto, con esa esperanza estamos luchando”.
Otro de esos ejemplos peñarandinos podemos encontrarlo en Jorge de Dios Carrera. Tiene 37 años y ya cumple 10 como bombero voluntario en Peñaranda. Para él es su primera experiencia en un incendio de esta magnitud. “Estuve en el fuego de la fábrica de Ávila pero nada tiene que ver con esto” asegura.
Jorge afirma que esta experiencia a nivel personal le supone “de entrada miedo e incertidumbre. Nunca sabes dónde vas y un fuego forestal reacciona de millones de maneras. Primero te enfrentas a él con mucho respeto, pero vuelves con mucha satisfacción” y añade que “es una verdadera pena lo que está pasando…es una zona que he pateado muchísimo, por lo que voy triste, ya que creo que se ha tardado mucho tiempo en activar los recursos y tomar medidas para contener el fuego”.
Un escenario, sobre el que reclama cierta anticipación para poder evitarlo, explicando que “a la administración le pido rapidez. No podemos estar así…nosotros somos voluntarios. Estoy cediendo mi tiempo para ello” y recuerda como “yo estaba en Salamanca, en mi vida. Estaba avisado para estar pendiente…y ha sonado el teléfono. Rápidamente he recogido mis cosas y me he venido para marcharme a algo que no conozco… Creo que hay que invertir más en la prevención y en que parques como el de Peñaranda estén preparados para situaciones como esta”.
Pero por encima de todo, Jorge lo tiene muy claro: “Ser bombero es una vocación, por eso estoy de voluntario. Quiero ofrecer un servicio a mi ciudad. Me da pena que Peñaranda no tenga un parque de profesionales” y asegura que su mente no se va ni mucho menos vacía. “En el pensamiento me llevo principalmente la calma. No sabes dónde vas, por lo que quiero ser los ojos de Francis y que los suyos sean los míos. Me llevo el estar tranquilo…siempre hay miedo, pero sabes lo que tienes que hacer y lo que no tienes que hacer, esto último es lo más importante sin duda. Calma ante todo”.
Ellos son dos ejemplos del gran esfuerzo humano que se está realizando sobre el terreno por parte de decenas de personas, que trabajan del amanecer a la madrugada sin descanso para tratar de contener el avance de unas llamas imparables. Peñarandinos y voluntarios como Guillermo o Cesar, que ya han mirado cara a cara al fuego en la sierra, o la entrega incansable de Roberto Pérez, también voluntario local aunque bombero profesional en el parque de Villares de la Reina, quien ha realizado labores de apoyo con los camiones nodriza sobre el terreno, son otros de los nombres propios de una lucha que, por desgracia y al menos de momento, parece estar aún lejos de finalizar.