Qué tiempos aquellos, ¿verdad? En eso, como en otras cosas, hemos ido a… no sé si peor, pero sí diferente.
Aquellos letreros son hoy míticos, ¿verdad que sí? Los de hoy tienden a la tristeza, en general, porque no se cierra por vacaciones sino porque ya se acabó.
Pero bueno, hoy quiero tomar un descansito y, para cerrar con melancolía, tal vez, pero no excesiva, les diré que cualquiera de mi generación, de esos que año tras año siguen viendo las repeticiones de Verano azul –confiésenlo, por lo menos algún capítulo suelto– recuerda esos meses de agosto en los que paraba el mundo, aunque no se bajara nadie.
En 1998, cuando nos casamos Pilar y yo, el 1 de agosto, los amigos que fueron de México se maravillaron de que todo estuviera cerrado un sábado por la tarde… y muchos comercios, además, con el letrerito que avisaba que tampoco estarían abiertos en la siguiente semana.
En lo personal, esos agostos tenían algo de melancólico –vuelvo a usar el concepto–: cumplo años el 31 de julio y casi nunca tenía con quien festejar aunque mi “fiesta” cayera siempre en vacaciones: era el día de salir, o de ultimar preparativos para irse al pueblo, o al apartamento de Santander, por decir; pero es que, además, quienes habían salido de vacaciones en julio –que no era lo usual– todavía no habían vuelto… Volvían ese día.
Por si fuera poco, al menos en Salamanca, el clima se suele empezar a poner tonto en agosto. Los que no éramos socios de alguna de las piscinas, nos organizábamos con la pandilla para ir un día y claro, ese día piscinero amanecía, invariablemente, nublado. Y la madre de uno “pero cómo te vas a ir con el día que está”; y ese uno, adolescente al fin, “pues me voy porque me voy”; o bueno, en los días más condescendientes –o menos adolescentes– usaba la racionalidad –verás cómo luego escampa, o abre, o se arregla el día–.
En lo personal, eso sí ha cambiado: este año cumplo treinta en esta orilla, tres décadas tropicales que implican más calorcito en general y playa en cualquier temporada y a unas horitas de coche.
No sé si captan la indirecta, lectoras y lectores, pero bueno, pues eso, que en homenaje a mis años mozos, este “charro” funciona como aquellos cartelitos… Nos leemos en septiembre/setiembre…
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