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Lo extraño…
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Lo extraño…

Actualizado 09/07/2022 10:31
Juan Ángel Torres Rechy

Generalmente, suelo ir a un café del centro de la ciudad por las mañanas. La ciudad todavía no despierta del todo. Son relativamente pocas las personas caminando a sus lugares de trabajo. No se amontonan los vehículos en la calle principal. Los vendedores de productos de la región acomodan sus estantes con una calma no vista horas después. A lo lejos, un volcán cautiva la mirada.

En Salamanca también solía ordenar mi día a día con base en una rutina más o menos definida. En China asimismo me movía a los distintos puntos de mis actividades profesionales y personales en relación con una rutina preestablecida. Desde un tiempo anterior a Salamanca y China, debido al deporte, ya había echado a andar ese mecanismo de un modo de operar regido por una voluntad anterior a los actos.

La escritura misma, de algún modo, comparte algo de lo anterior. El lenguaje del escritor no puede ser el mismo de la persona de frente a la vida en carne y hueso. La experiencia reflejada en las letras necesariamente pasa por el filtro del lenguaje. La vida, para expresarla por escrito, debe acoplarse a la horma de las palabras. Todo texto, en este sentido, constituye la traducción de un objeto ajeno al lenguaje humano.

En ocasiones, se habla de la literatura como una cosa de valor debido a su capacidad para transportarnos a otras realidades. Debes leer, nos dicen nuestras maestras y maestros, debes leer, nos dicen nuestros padres o las personas preocupadas por nosotros. Los libros, por pura intuición o por puro sentido común, nos mueven a pensar en cosas importantes. Alguna vez, pienso, hemos tenido algún libro o revista en las manos y hemos atisbado la vida encerrada entre sus páginas.

El café donde suelo tomar mi americano ofrece un periódico de la ciudad. Su tendencia suele ser de derecha. Entre sus secciones, antes de la nota roja, presenta una dama casi a página completa. Sus caricaturas, o sus monos, casi siempre carecen de la menor chispa de ingenio. A veces he leído un poema no recordado en este momento. El tacto de ese periódico, no obstante, ofrece una caricia especial para las manos. El olor del papel, e incluso de la tinta, se mezcla con el del café a esas horas cuando los sentidos apenas despiertan.

Hoy por la mañana pensaba en la palabra extrañeza. Veía un callejón pintoresco cuando esa palabra llegó a mi cabeza. La extrañeza me llevó a pensar en el verbo extrañar. Extrañar, pensé, significa representarse la figura de un objeto ausente. Esa distancia entre el objeto y el sujeto le otorga una cualidad de rareza, o de ensoñación, al objeto extrañado. Esa cosa familiar en otro tiempo se ha revestido en virtud de su ausencia en algo imposible de representarse del todo asir del todo por medio del recuerdo. Se ha convertido en algo casi extraño.

Algunas filosofías hablan del desapego de las cosas. En cierto sentido, el propio catolicismo aboga por estas prácticas de ausencia de apego incluso hacia las personas queridas en virtud de un amor más grande. Los ejemplos de estas prácticas abundan. La liberación del espíritu, se dice, ocurre cuando uno se despoja de todos los objetos del siglo. Tal postura parece apuntar a una preparación para convertirse en alguien incapaz de extrañar a nadie ni a nada.

Las primeras horas de la mañana siempre se me han representado con una elasticidad, o una dilatación, mayor que la de las horas de la tarde. Cuando la ciudad aún no ha encendido todos sus motores las cosas suceden más despacio. Los pasos por las calles resuenan en las paredes de las casas. Los pájaros se revuelven en el cielo. Algún gato se asoma a la vuelta de una esquina y se pierde detrás de los coches o los edificios.

Todo deja una impresión más viva. La misma mañana de todos los días se vuelve otra cada vez. A fuerza de memorizar una actividad cotidiana, su realidad se transfigura en algo distinto. Se vuelve una experiencia imposible de traducir en palabras e imposible de no extrañar. Se convierte en algo que a veces encontramos cuando leemos un libro.

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Xalapa-Equez, Veracruz, México

9 de julio de 2022

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