Mari Carmen, el más hermoso ángel de Su Majestad

El pasado viernes se nos iba Mari Carmen García Cobaleda, la eterna compañera de vida del maestro Santiago Martín El Viti. El más hermoso ángel de Su Majestad en la tierra, que ha permanecido más de cincuenta años al lado del hombre y del torero, del Viti y de Santiago Martín, como una roca firme, un anclaje a la tierra, un refugio con las puertas siempre abiertas, tanta paz.

Esposa, madre, mujer de eterna sonrisa, vida, dulzura; tan amorosa siempre un pasito por detrás, pero siempre al lado con su presencia férrea, para que el maestro brillase con luz propia. Qué difícil, qué de sabios es hacerse a un lado y que no se note. Tan generosa compartiéndolo con el mundo en el ruedo y en la vida, en sus días de gloria como primera figura y en el día a día del sabio, del maestro, del hombre cabal cuya palabra es la biblia, es ley.

Ella ha sido el apoyo más firme, la sombra más leal, amante, amiga, 'secretaria' y cómplice cuando reclamábamos al maestro a nuestro lado en charlas y debates como quien llama al rector de la Universidad del Toreo. Nunca, nunca ha faltado un mensaje de felicitación en santos y cumpleaños, Nochebuena, Nochevieja, siempre al quite, siempre pendiente de todo y de todos. "Te paso a Santiago", decía, y aquello era ya la gloria, tocar el cielo a través del teléfono. Cómo, cómo quién creció desde niña con esa referencia, ese icono en blanco y negro, la elegancia, la sobriedad, el temple... aquella encina en La Maestranza; cómo tenía línea directa con los dioses, con la historia viva de Salamanca y de la tauromaquia (ay, Santiago, maestro, cuánto te admiro). Qué privilegio, qué tesoro, que alegría, y la sonrisa tan bonita de Mari Carmen inundando, desbordando todo de amor por quien ha sido su mitad, su torero, su marido, el padre de sus hijos, el abuelo de sus nietos, su eterno compañero de vida. Tenerlos enfrente, estar cerca, era mirar a la cara a los ojos del amor.

Conozco el zarpazo brutal, ese dolor en el pecho que a veces no te deja ni respirar, como una coraza, como un traje de luces sin aperturas ni alivios. Su Majestad lidia ahora el toro más duro, que sólo sale por los chiqueros del alma, que no avisa, que salta al ruedo cuando la vida le abre la puerta y todo es oscuro, todo pesa como plomo y te rompe.

Conozco ese vacío, ese desgarro de entregar a la tierra lo que se ama. No sabemos entonces que tenemos las manos llenas; que son, que están en nosotros. Que aprendemos a verlos con los ojos cerrados, a reconocerlos en el viento, a escucharlos en el silencio, a sentirlos guardándonos las espaldas. Que nunca se van. Qué sólo el amor es más fuerte que la muerte y respiramos amor por cada poro.

La luz intensa de esta tarde es la sonrisa inabarcable y azul de MariCarmen, que ha desplegado sus alas y envuelven invisible, amorosamente al maestro y a los suyos. El más hermoso ángel del campo charro. El ángel de Su Majestad.

Abrazo en el dolor a mi querido MAESTRO, mi admirado Santiago, a sus hijos y nietas; a esa Belinda Carasucia nacida del cuento de los amores entre la vaca Belinda y el toro Carasucia, hoy tan huérfana.

Cuántas cosas bonitas vividas bajo la mirada precisa y viva, la sombra de una gran mujer. Gracias por todo lo bueno que nos has dejado, tanto cariño siempre, tanto apoyo, por tu sombra protectora junto al maestro, tanta vida, tanto amor.

LUZ para ti, querida Mari Carmen, en tu vuelo. Guía los pasos de los que te aman, cuídanos ahora que ya eres cielo sobre la encina y la piedra dorada.

Descansa en paz.