Viernes, 29 de marzo de 2024
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Canción de estío
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Canción de estío

Actualizado 04/07/2022 08:46
Charo Alonso

Comienza julio con promesa de mantel bien tendido, sábana fresca, posibilidades recién estrenadas. El verano se extiende como una toalla sobre la arena, olor de mar y tiempo detenido. Voy y vengo de la obligación a los sudores del estío y me pregunto qué cualidad de gota azucarada, qué promesa de vacaciones infinitas tienen los primeros días de julio donde están abiertas todas las posibilidades.

Frente a la puerta de mi casa, los hombres de la obra siguen el trabajo subiendo y bajando el andamio de los días, madrugando un poco más por aquello de los calores, estirando la sombra del edificio cuando regreso a mediodía, rumor de alpargatas de esparto y frescor de su comida sentados en el suelo. Nos saludamos con mucha guasa y hacemos bromas sobre el calor y la mañana fresca que es alivio cuando atardece y ellos se llevan su sudor, su mono lleno de pintura y de cemento. La obra es un trabajo de equilibrio, ahí en el tejado, en el balcón de los días, a la intemperie del calor y de los fríos, de las lluvias que detienen la tarea. El verano para muchos no tiene coche lleno ni niños con ansias de cloro ni de mares. Las cuentas no cuentan que hay quien se queda en casa abriendo la nevera, apurando la cerveza de la marca blanca… y tiene el estío baldosa recién fregada, sombra de cortina y de persiana… y con fortuna, una casa en el pueblo de paredes gruesas, patio donde sentarse a la sombra de una adelfa florecida. Los niños con la abuela o al fresco de un campamento de verano donde agotar las mañanas laboriosas, salpicar de agua a los amigos, mochililla de bocadillo y toalla a la medida de su cuerpo. No cuadran las cuentas ni los tiempos y los niños se emborrachan de azul de piscina municipal, de parque fresco, de helados y de zumos, de ropas de colores. Tiene su verano libertad condicional y todo juego, cuadernos de repasar y limpio cielo.

En el patio recién regado hay una mesa donde tender el verano. Es el tiempo de silencio de la tarde sosegada. Afuera se oye el eco de una piscina comunal que suena a privilegio de salpicadura y juego. Más allá, la siesta de la calle tiene silencio de coches y de pasos, comida de verano a la vuelta del trabajo, vestido ligero y pisada de esparto. Es un tiempo bendito que parece eterno. Y Julio y sus promesas infinitas, cristal donde duerme el descanso de los cielos.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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