Román García, presidente del citado colectivo, demanda más mantenimiento, proyectos culturales y conexiones para un barrio "abandonado"
Román García, presidente de la Asociación Vecinal Los Alcaldes, señala a SALAMANCA AL DÍA el "abandono" de este periférico barrio salmantino. Llevan años denunciando el “pésimo” mantenimiento del espacio público y la falta de proyectos que enriquezcan el tejido vecinal, pero “todo sigue igual”. “Del río para acá parece que somos ciudadanos de tercera o segunda”.
El barrio lo dibujan, por un lado, grandes bloques de pisos y chalets, y por otro, solares abandonados, en un contraste que resalta la falta de servicios públicos más allá de las oportunidades habitacionales. Román destaca los proyectos culturales abandonados, que cree “serían una buena oportunidad para el barrio”.
El ejemplo más evidente y desconocido para la mayoría de salmantinos es la proyección de una ampliación del Centro Documental de la Memoria Histórica en unos terrenos de propiedad estatal en Los Alcaldes. Sin embargo, el cartel con la alentadora promesa lleva años abandonado “y aquí nada avanza”. En el lugar donde podría alzarse un remanso cultural para la ciudad crece la maleza. En otra de estas parcelas sin uso, la vecindad propuso construir un pequeño anfiteatro y un circuito de bicicletas pero todavía no han recibido respuesta.
El barrio tiene una envidiable cantidad de zonas verdes, parques y recursos naturales. Sin embargo, los vecinos demandan más mantenimiento para aprovechar su potencial. El césped está quemado y seco por la falta de riego. Hay tan solo una persona a cargo del cuidado del perímetro y Román señala que “aunque trabaja mucho, no es suficiente”. Piden la instalación de riego automático, como el instalado en otros jardines de la ciudad.
Los árboles también necesitan poda en sus ramas bajas y en algunos puntos se acumulan ramas caídas, lo que unido a la falta de riego supone un factor de riesgo de incendios. La tierra se desprende en algunas zonas y tapona el alcantarillado, lo que en el puente de la calle Aldasoro Quijano provoca inundaciones periódicas. Cuando se lo comunican al Ayuntamiento, denuncian, lo único que hacen es mandar una excavadora para quitar la suciedad, pero necesita un mantenimiento constante, no un lavado de cara temporal. “Lo que podría ser un pulmón verde de Salamanca está sucio y seco, es un desperdicio para nosotros y para la ciudad” se lamenta Román.
En las largas calles del vecindario se llevan años produciendo carreras ilegales. Para frenarlos se instalaron radares, que, los vecinos ya señalaron, no harían que la actividad delictiva cesara. Demandan resaltos en los pasos de cebra de las zonas peligrosas para ralentizar el paso de los vehículos y evitar posibles accidentes.
Hasta el periférico barrio llega tan solo una línea de bus, la cinco. Para mejorar las conexiones quieren que se añada una parada a la línea uno, lo que mejoraría la accesibilidad al barrio y la de la ciudad a los vecinos. Esto es especialmente importante para ellos ya que la zona es esencialmente residencial, por lo que deben entrar y salir “a la hora de comer y al volver del trabajo”. Las idas y venidas son también constantes para realizar cualquier compra o gestión, dado que en sus calles los únicos negocios que prosperan son una academia y una peluquería: “para ir a buscar el pan tengo que ir hasta Tejares o a un gran supermercado”.
La población del barrio es joven, “una de las más jóvenes de la ciudad” y hay muchos niños, pero no un colegio. Al final, los vecinos hacen vida fuera del barrio, “porque aquí no hay nada que hacer” y el tejido vecinal se resiente. “Si obligaran a las constructoras a dejar algún local en los bajos de los bloques” señala Román, “podríamos tener algún comercio local, conocer a los vecinos, presentarnos”. También repercute en el movimiento asociativo, que no trasciende más allá de una asociación vecinal. “Falta reivindicación en el barrio. No nos hacen caso, y como no nos hacen caso tenemos que movernos”.