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Luchar por su país
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Luchar por su país

Actualizado 01/07/2022 07:54
Manuel Rodríguez Fraile

Los españoles, muy poco dispuestos a luchar por su país en caso de guerra’, así rezaba el titular de La Gaceta del lunes 27 de junio y esa parece ser la principal conclusión, no la única, de la encuesta elaborada por DYM en la que se preguntó a 33.000 personas de 39 países. En España apenas un 31% lucharía en caso de guerra y tenemos que darnos con un canto en los dientes pues en Alemania sólo un 22% lo haría y en Japón o los Países Bajos la cifra se reduce a un 19% y un 16% respectivamente.

En mi modesta opinión, falta una pregunta importante que aclararía mucho los resultados ¿por qué, para defender qué, lucharía usted en caso de guerra? Porque el genérico ‘país’ resulta impreciso. Para luchar, hay que tener motivos, razones, algo que proteger, y eso de ‘país’, de tan manido como está, ha perdido relevancia y significado, sobre todo cuando no se percibe (erróneamente a mi entender) peligro alguno. Todos sabemos que hay muchas guerras en el mundo, pero los bombardeos, las violaciones de derechos y sobretodo los muertos están tan, tan lejos, como afirma Susanita la amiga de Mafalda.

Esa pregunta nos informaría sobre lo que cada uno incluimos en ‘país’ ya que su contendido puede ser variado y extenso. Para la Real Academia de la Lengua es: Nación, región, provincia o territorio que forma una unidad geográfica, política y cultural. Pero ‘país’, es mas un cajón de sastre ya que en él cada uno mete aquello le importan y no querría perder. Desde la libertad hasta el poder hablar su idioma, desde su religión hasta su bandera o desde su familia hasta un cierto estilo de vida, incluso desde el pasear sin miedo hasta el derecho a celebrar el Rocío o poder cantar la Internacional. Todos ellos son símbolos, símbolos que nos permiten definir lo que somos y, como individuos, reconocernos perteneciente a un grupo sociocultural, pero también, no lo olvidemos, a diferenciarnos de los ‘otro’, de ’ellos’.

Los símbolos son mediadores entre lo visible y lo invisible, lo concreto y lo abstracto, entre las ideas y los sentimientos. Los símbolos, transmiten emociones sin necesidad de palabras y poseen el poder de unificar. En su origen griego significa aquello que se lanza para unir, porque los seres humanos somos animales simbólicos. Vivimos rodeados de símbolos, desde lazos de distintos colores a emoticonos, y cada uno de ellos contiene una pequeña parte de nuestra realidad compleja.

Si en ocasiones los símbolos nos sugieren un refugio o un consuelo, en otras refieren temor, exclusión u opresión. Una sociedad se conoce, y se reconoce, a través de sus símbolos, y una buena cantidad de ellos los incluimos al hablar de ‘país’. Por ese motivo he dicho antes que la pregunta sobre la razón por la que alguien lucharía por defender su país en caso de guerra aclararía mucho los resultados de las estadísticas, aunque pudiera ser que no. Pudiera ser que en realidad como españoles únicamente no sintamos unidos por la selección de fútbol y Rafa Nadal.

No querer luchar por defender el país no elimina la posibilidad de una guerra y si esto sucediera ¿qué merecería ser defendido? ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar? ¿quién debería luchar?. ¿Lucharían los catalanes por su senyera o los cristianos por su cruz? ¿Hasta dónde llegarían los británicos por defender a su reina o las mujeres afganas por liberarse del burka?. O si quieren cosas menos trascendentes ¿Lucharían los socialistas por defender su puño y su rosa o la señora Ayuso para que los madrileños puedan tomar sus cañas libremente?

Otra pregunta interesante, a aquellos que no lucharían por su país, y también a los que lo harían, sería ¿por qué cree usted que están luchando los ciudadanos ucranianos?. En fin es lo que hay, que Dios nos coja confesados.

Salvador Allende, médico cirujano y presidente de Chile de 1970 a 1973, cuando fue asesinado tras el golpe de estado de Augusto Pinochet, dijo: El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender su derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor. Afortunadamente, aún quedan cosas por las que merecería la pena luchar.

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