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De diablillos cojos y clientes endiablados
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De diablillos cojos y clientes endiablados

Actualizado 29/06/2022 08:36
Antonio Matilla

Pues, señor, sucede que esta mañana madrugué un poco, sin apasionamiento, para enviar unos libros a familiares y amigos. Puntualidad y eficacia del Servicio de Correos; en diez minutos, el tiempo de escribir las direcciones y pagar los sobres, estaba en la calle. Café de despertarse, que una cosa es levantarse y otra despertarse, a medio camino de la oficina central y casi única de UNICAJA dentro de la primera circunvalación de la ciudad; creo que hay otra en la esquina de Canalejas y Cuesta de Sancti Spiritus y no más nada, salvo error u omisión. Llegué a las 9,35, saqué mi número para la cola en la máquina suministradora, me senté y preparé pacientemente mis papeles para ahorrarme tiempo y ahorrárselo a los estresados cajeros. Había cuatro clientes sentados ante las respectivas mesas.

Entre las 9,35 –momento de mi llegada- y las 10,00 en que abandoné la entidad bancaria de toda mi vida estudiantil, laboral y pensionista, porque ya no disponía de más tiempo, fue atendido un solo cliente, mientras iban llegando uno a uno otros nuevos hasta llegar a unos veinte. El único cliente atendido se levantó de su silla aproximadamente a las 9,50 y ninguno de los tres que permanecían sentados ante la mesa cuando yo llegué terminó su gestión y se levantó… tendrían asuntos muy complejos que resolver. Sea como fuere, lo que vieron mis ojos es que, en 25 minutos, con cuatro cajeros abiertos al público, solo pudo completar su trámite un cliente. Al final de la mañana fuentes generalmente bien informadas me dijeron que es que dos de los cajeros, jóvenes, venidos desde 672, 2 km de distancia, era el primer día que trabajaban ante el público; la única cajera veterana, salmantina, se desvivía una y otra vez para aclarar las dudas de los novatos, el tiempo pasaba, nadie terminaba y la cola aumentaba.

Esperemos que hagan un aprendizaje rápido, porque yo tuve que ausentarme para hacer otros recados urgentes y, solo al final de la mañana pude solucionar mi problema desde mi ordenador, enviando dos transferencias que no eran mías, sino de las parroquias que me acogen, gracias a que acababa de recibir la doble pensión de finales de junio y tenía fondos suficientes. Veremos si, cuando me reembolsen las cantidades, Hacienda no se pone a investigar la procedencia de esos ingresos… Mejor no dar ideas.

Estando a la espera de no ser atendido me llama un periodista para preguntarme si me he enterado de que el diablo simpático que, en la Puerta de Ramos de la catedral, lengüetea un helado de cucurucho, ha perdido una de sus patas, Pues no me había enterado, lo siento… y le di el número de teléfono de un empleado de la catedral para que le informase cumplidamente. Hasta las 9 de la tarde no pude acercarme hasta la Puerta de Ramos y, en efecto, allí está el pobre diablo sin pata, lo que no le impide seguir lamiendo el helado. Puestos a imaginar, veo un turista enseñándole a sus amigos lo bien que están talladas las figuras, haciendo pasar el dedo corazón por detrás de la pata del diablillo para demostrar que la piedra de Villamayor está hermosamente tallada y calada por Miguel Romero, zamorano, en 1993. La delicadeza de la figura y el entusiasmo del dedo del turista o del autóctono pueden explicar el accidente… o tal vez no, puede que sea un acto de vandalismo. Debe ser que a los niños hace decenios que nadie se atreve a decirles: ¡Niño, eso no se toca! Ver, oír y no tocar. Y, claro, cuando el niño crece, resulta que tiene mucha más fuerza en el dedo.

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