Hace no tanto escribí un artículo, del que parte este de hoy, que titulé “Generación Twitter”; hoy, Twitter y Facebook ahí siguen; sin embargo, lo que hace diez años era lo más moderno, ahora es viejuno; lo de hoy es TikTok y anexos: vídeos, en general, que buscan lo lúdico, la risa, la evasión… Pero que se difunden en una red a través de la que mucha gente considera que se informa, se conecta, aprehende el mundo.
Creo que una de las razones de que las redes hayan cambiado nuestra vida, y la estén cambiando, es que el ser humano siempre ha buscado, en general, pertenecer: eso del ser social que dijo alguien; y las redes, a mi entender, acentúan ese sentido de pertenencia… Somos escuchados, leídos, vistos… Y de manera inmediata. En nuestros días, los warholianos quince minutos de fama los sentimos cuando vemos que nos leyó, o creemos que lo ha hecho, alguien famoso; aunque no seamos trending topic, tener algún retuit, o de perdida unos cuantos like/me gusta se vuelve adictivo.
Así, cambian conceptos como amistad o fama: para mucha gente, tener un montón de amigos, en un lado, o de seguidores/followers, en otros, es importante; no podemos tapar el sol con un dedo, es algo que está ahí, es innegable…
En mi muy modesta opinión, no es algo tan novedoso; siempre ha sido así, al menos desde el Renacimiento; desde hace mucho, cualquiera tiempo pasado fue mejor… salvo para Les Luthiers: esos argentinos geniales acuñaron, entre otras muchas, la frase: “Cualquier tiempo pasado fue… anterior”.
Ya voy enseñando el plumero. Y la edad; yo, que escribí cartas y les puse sello/estampilla, recuerdo cuándo nació el correo electrónico, algo prehistórico para gente de menos de veinte.
Yo, que empecé a usar los iniciáticos foros, en los que me organizaba un “chat privado” para contactar con la familia o los amigos de España ahorrándome la llamada de teléfono, veo cómo eso de usar el móvil para hablar, hoy en día, es algo invasivo para mucha gente. Del fijo, ni hablamos.
Confieso que considero un tanto preocupante que la comunicación se esté volviendo de una sola vía: queremos que nos sigan, nos vean, lean, den “me gusta”… Pero nos puede llegar a molestar que nos hablen.
Cuando uno llamaba por teléfono en mi juventud, en España se decía que estaba comunicando si no entraba la llamada; en México, se decía que estaba ocupada la línea. Ambas expresiones ahí siguen, aunque el significado varíe.
Como decía, no es nuevo: siempre cambian los códigos, se actualizan… Pero creo que las líneas ya no comunican tanto porque están ocupadas… por nosotros mismos.
¿Vivimos un tiempo en que decir se ha vuelto más atractivo que escuchar? ¿Comunicar se ha vuelto más importante que comunicarnos?
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