Sábado, 11 de mayo de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
La mar que no añoro
X

La mar que no añoro

Actualizado 20/06/2022 16:11
Charo Alonso

Tierra adentro, hasta el borde del pantano, masa de agua quieta como balsa de mercurio, está seca y arde la pizarra. Al secarral de la meseta, al pinar ardiente, se le estrechan las charcas exquisitas donde pesca, elegante y pausada, la altísima cigüeña. Es el secarral de la meseta donde me críe, veranos de kpaja amarilla, recogida la mies de la cosecha.

Amo el mar de espumas, de frescura insólita y peces allá en El Estrecho que tanto nos sorprendiera. Cádiz fue un descubrimiento portentoso de azules profundos y sabores de acento desconocido. Sin embargo han pasado cuatro años y no añoro el mar ni la franja de tierra por la que pasaban, amenazantes, los cargueros ahítos de contenedores de metal, ardiente globalización que daba miedo. No extraño la ciudad pequeña y blanca de mañanas quietas que reservaba la noche para su disfrute, guardando aún el mercado popular de pescado como una reliquia. Entre las calles hermosas de Tarifa, la ventana azul, rifeña, de una tiendita, mostraba un despliegue de productos marroquíes, khol profundo, babuchas y cuero oloroso… un verano después aquella ventana de maderas azules como las paredes de Chefchauen se había convertido en una boutique donde se venden cuatro trapos y tres collarcitos, insólita blancura del vacío. Cada año que pasaba, Tarifa iba perdiendo el ultramarinos de conservas de pescado y aceite de Jaén, la pastelería moruna, el deje popular de sus tascas de molletes para el desayuno. Y en el puerto, el Ferry y la punta más al sur de la Europa que no nos quiere a nadie.

Leo a Kallifatides y me siento tan emigrante como los mexicanos de la otra raya, los contrabandistas de mi Navasfrías feroz en su frescura de agua y de Jálama que tanto ama el poeta Tomás Acosta y Aída, su hija con nombre de ópera bella. Uno elige sus nacionalidades cuando tiene un pasaporte –quizás ya caducado por aquello de la quietud de la pandemia- en la caja de madera de Olinalá que me regalara Elena Poniatowska. Yo soy de donde quiero ser, castellana y leonesa cuando me digo salmantina, extremeña en cuanto paso Béjar y su montaña de frescura, mexicana frente al trabajo que siempre me reclama con su sabor de mole y su crujido de maíz, francesa de segunda lengua, judía con la nariz semítica y marroquí de escritura tan bella como una cenefa de bordado. Y sobre todo, habitante de un sur que arde en verano, que se aferra a la tierra con voluntad de encina, que se alza en forma de rama donde anidan los pájaros humildes de las tierras de pan llevar, esas que ahora crujen de espigas a punto de siega. Y el calor que no cesa y el fuego que nos quema. No añoro el mar, solo lo amo en esta ola de espumas que crepitan.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.