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¿Lucha de clases?
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¿Lucha de clases?

Actualizado 17/06/2022 08:41
Manuel Rodríguez Fraile

¿Cómo hablar de lucha de clases o de proletariado sin que a uno le cuelguen la etiqueta de marxista o de comunista? Bueno en realidad me importa muy poco, porque el caso es que estas cosas vienen de muy antiguo, así que allá cada cual.

El término ‘proletariado’ viene del latín ‘proles’, linaje o descendencia. En la Roma Imperial hacía se referencia a los ‘proletarii’ como aquellos ciudadanos de clase más baja que, al carecer de propiedades, la única posesión que podían aportar a la gloria imperial era entregar su prole, sus hijos, para engrosar las filas de los ejércitos. Es bueno saberlo para que no suene a invención marxista.

Lo de la lucha de clases viene igualmente de Roma. Espartaco acaudilló la tercera lucha de clases que se produjo entre esclavos y patricios romanos. La Revolución Francesa también fue una lucha de clases y todos los procesos de independencia de los países de sus explotadores coloniales lo fue, porque siempre ha habido explotadores y explotados, opresores y oprimidos.

Además, habría que señalar que no son muchos los que conocen algo más de Karl Marx que su frase ‘La religión es el opio del pueblo’, como también abundan aquellos que todo lo que saben de Nietzsche es que dijo ‘Dios ha muerto’, o sus conocimientos de Ortega y Gasset no van más allá del ‘Yo soy yo y mis circunstancias’.

Y todo ello pone de manifiesto la ignorancia ilustrada en la que habitamos y que les viene al pelo a los charlatanes profesionales. Pero el caso es que, como acertadamente afirmó el actor y director estadounidense Orson Welles: Muchas personas son demasiado educadas para hablar con la boca llena, pero no les importa hacerlo con la cabeza hueca.

Hoy ya no es posible hablar de lucha de clases ni de la revolución del proletariado, sencillamente porque no hay clases y no existe el proletariado, al menos de eso nos han convencido, nos dicen que todos somos iguales, pero nos clasifica estadísticamente en un sinfín de grupos. La inmensa mayoría formamos parte de la clase media – alta o baja - el resto o son insultantemente ricos o inmensamente pobres. Somos mayoría, sí, y permanentemente nos quejamos de lo mal que va todo, incluso exigimos (de vez en cuando y de forma civilizada) que cambien las cosas, pero ya no es posible una revolución social, el momento paso y dudo que vuelva alguna vez.

Y es que los dueños del cotarro, ya no son opresores físicos, no son personas de carne hueso a las que sería posible oponer resistencia, sino un complejo entramado de sistemas de información que no nos obliga a nada, nos seduce machaconamente animándonos a ser libres, nos convence de que cualquier cosa que deseemos es posible alcanzarla con sólo un ‘like’ o un ‘me gusta’. Todo el mundo en nuestras manos a golpe de ‘clic’.

Pero, cuando estos engaños no funcionan el sistema no se hace responsable, el fracaso es únicamente nuestro por no habernos esforzado lo suficiente, por no ser capaces. Porque para el sistema sólo somos datos, números, fotografías, listas de canciones, compras, ventas, confesiones públicas, etc.; y con ello trazan perfiles virtuales, mucho más exactos que los reales, pues nos conoce mejor que nosotros mismos, poseen una completa información que, generosa y voluntariamente, entregamos.

Byung-Chul Han, filósofo coreano formado en Alemania, afirma en uno de sus últimos libros[1]: Vigilancia y control: La libertad y la comunicación ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales. El Gran Hermano digital traspasa su trabajo a los propios reclusos. Así, la entrega de datos no sucede por coacción sino por una necesidad interna.

¡Fuera las cadenas! ¡Tienes que ser tu propio jefe! ¡Hazlo! ¡Se un emprendedor! ¡Eres capaz, sabemos que puedes! ¿Y si fracasas? Pues quedas fuera del sistema, te frustras, claro que siempre podrás recurrir a libros de autoayuda, terapeutas profesionales o entrenadores personales, para continuar en la infinita rueda del consumo.

Como he dicho la clase media somos mayoría, siempre lo hemos sido a lo largo de la Historia pero, como siempre, parece que siguen mandado las minorías, porque en realidad sólo somos ‘mayorías individuales’, un conglomerado de ‘cada uno a lo suyo’, uniformados y controlados por una férreas normas sugerentes y casi imperceptibles.

El proletariado ha desaparecido porque nos han igualado, y porque los opresores se han invisibilizado aunque sigamos sintiendo su aliento en el cogote. Por eso ya no es posible cambiar las cosas, no es posible la revolución social, porque la sociedad de hoy no es más que una suma de resultado cero de individualidades homogéneas.

Durante la celebración de la Super bowl[2] de 1984, Appel presentó el Macintosh con un espectacular anuncio que les recomiendo ver[3]. Ese año, como recordarán, coincidía con el título de la novela de ficción del escritor británico George Orwel, donde hacía su primera aparición El Gran Hermano, ese dictador de un Partido Único formado por una reducida élite, que controlaba férreamente a la una gran masa de proletarios para evitar cualquier intento de rebelión.

Un gran grupo de trabajadores enajenados escuchaban absortos el discurso del Gran Hermano en una enorme pantalla, mientras, una atleta corría delante de ellos con un gran martillo en sus manos que agita con fuerza y que terminaba por lanzar a la pantalla produciéndose una explosión de luz que sacaba de su trance a los trabajadores mientras aparecía el mensaje: El 24 de enero, Apple Computer presentará Macintosh. Y verás por qué 1984 no es como 1984.

Pero creo que ese grito de libertad de Appel sólo fue un buen anuncio. Seguimos en 1984, seguimos vistiendo nuestros uniformes grises, pero en esta ocasión de forma voluntaria, tal como los habitantes de Oceanía, en el imaginario país de Orwel. Una oportunidad desaprovechada.

[1] Psicopolítica. Publicado en septiembre de 2021. Les animo a leer sus obras son cortas, inteligentes y baratas.

[2] Partido final del Campeonato de Fútbol americano.

[3] https://www.youtube.com/watch?v=YYfgj5HuLjo

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