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Más Espíritu
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LUZ DEL AMANECER

Más Espíritu

Actualizado 02/06/2022 08:30
Juan Robles

El domingo próximo, la iglesia católica celebra el día de Pentecostés. Pentecostés alude a los cincuenta días que pasaron desde la fiesta de Pascua. En Pentecostés se celebra la fiesta del Espíritu Santo, que completa la obra de Cristo, que éste llevó a cabo con su cruz, muerte y resurrección.

La fiesta que se celebra el próximo domingo, recuerda los cincuenta días que los apóstoles, otros discípulos y la Virgen María estuvieron encerrados en el cenáculo, estando en oración desde el día de la resurrección de Cristo hasta la llegada del Espíritu. Permanecieron allí esos cincuenta días porque Jesús les había dicho que estuvieran allí hasta que viniera el Espíritu Santo. Este Espíritu, el Paráclito, el Consolador, vendría para revelar toda la verdad a los discípulos, que hasta entonces no habían podido comprenderlo.

Por fin, el Espíritu vino mostrando la verdad plena a todos los que estuvieron esperándolo. Y empezaron todos a hablar lenguas, haciendo que los que esperaron hablaran ahora diferentes lenguas, de modo que todos los presentes entendían la predicación de Pedro y los demás apóstoles, y muchos de los que escuchaban creían y se unían al grupo de los creyentes en Cristo Jesús, en sus obras, en sus acciones y en sus enseñanzas.

El Espíritu había estado presente a lo largo de todo el antiguo testamento, desde la misma creación del hombre. El Génesis nos dice que, cuando Dios creó al hombre del barro de la tierra, insufló sobre él y le infundió el espíritu de vida.

Más adelante veremos que Dios indicó a Moisés que compartiera su espíritu con 70 hombres colaboradores suyos para que descubrieran el futuro y lo comunicaran con el mismo espíritu profético de Moisés, encargando además a los setenta que juzgaran los conflictos de los israelitas y pusieran paz entre ellos.

Llegados los tiempos del nuevo testamento, observamos que María fue fecundada por obra del Espíritu Santo, que luego acompañaría a Jesús en su bautismo dándole el impulso de su fuerza para empezar a realizar su misión. En la Cruz, Jesús, nos dice el evangelio, entregó su espíritu en el momento de su fallecimiento. Y a los cincuenta días envió ese mismo Espíritu a sus apóstoles para que pusieran en marcha su misión, haciendo llegar la Buena Noticia de la Salvación en Cristo, hasta los últimos rincones de la tierra, en nuestro caso hasta Finisterre, es decir, hasta el final de la tierra.

El Espíritu se nos entrega a los creyentes para recibir y fortalecer su mismo espíritu misionero, tanto en el bautismo, como en la recepción del sacramento de la confirmación. De modo que, en la celebración de Pentecostés, recordamos y agradecemos aquella entrega del Espíritu que se nos dio en el bautismo y la confirmación.

Con la presencia del Espíritu, se hace presente en nosotros también el mismo Jesús, que nos prometió estar con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos. Con la llegada del Espíritu se puso en marcha la iglesia que Jesús había fundado.

El Espíritu acompaña y fortalece a la iglesia misionera, enriqueciéndola con sus siete dones y un buen número de carismas. Ya dijimos que el día de pentecostés los apóstoles comenzaron a hablar lenguas, de modo que todos podían entenderles. Es el fenómeno contrario al estado de confusión de lenguas que se había producido cuando los hombres pretendieron ponerse a la altura de Dios construyendo la famosa torre de Babel.

Creemos que el Espíritu Santo produce hoy en nosotros, individualmente y en los grupos eclesiales, los mismos efectos de habla común y de concordia entre los grupos humanos y los pueblos. Cosa que hoy nos es tan necesaria para superar guerras y conflictos de todas clases y lograr el entendimiento y la paz entre todos los hombres.

No estará mal que invoquemos al Espíritu Santo en el próximo día de Pentecostés, abriéndole nuestros corazones para que siga enriqueciendo a la Iglesia con los dones y carismas que concurren a acrecentarla y alimentarla, dotándola de los oficios y servicios necesarios.

Este año tenemos la suerte de vivir la presencia del Espíritu entre nosotros mediante la ordenación sacerdotal del seminarista Ciríaco, que tendrá lugar en nuestra catedral en esa misma tarde del día de Pentecostés. Gracias a Dios, por la acción del Espíritu Santo, nuestra iglesia sigue siendo misionera.

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