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El culto a los muertos en Egipto (II parte)
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Conocer como se prepara al difunto

El culto a los muertos en Egipto (II parte)

Actualizado 14/06/2022 07:44
Isaura Díaz Figueiredo

El papel de los vivos

Después del entierro se realizaba un culto continuado donde los vivos acudían a la tumba para recitar los textos de las ofrendas de las falsas puertas y llevaban alimentos siendo el hijo mayor el responsable de dar este servicio regularmente. El lugar de ofrendas evolucionó desde una especie de nicho donde se colocaban hasta la conocida como falsa puerta.

“Dona agua para tu padre y tu madre, que descansan en el valle del desierto… Haz saber a la gente que lo haces, entonces lo hará también tu hijo para ti”

Enseñanzas de Ani, Reino Nuevo.

La constante renovación de los alimentos, la aspersión de agua fresca e incluso la presencia y la voz de los vivos ante la tumba, así como el recuerdo del nombre de un difunto eran considerados en el antiguo Egipto como imprescindibles para llevar una existencia equivalente a la de un dios en el más allá.

A su vez, las tumbas egipcias estaban pensadas de tal modo que cualquiera pudiera entrar en ellas y leer la fórmula hetep di nesu en beneficio del muerto allí enterrado. Incluso colocaban frases que invitaban a los visitantes de paso a leer las ofrendas para renovar la energía del difunto: “Oh tú que pasas por delante de mi tumba...”.

En las biografías ideales, también se ensalza la honra a los muertos: “Yo no olvidé mencionar por su nombre a cada uno de todos mis antepasados”. De lo que se desprende que dentro de una familia solía tenerse presente el recuerdo de varias generaciones de antepasados.

La Bella Fiesta del Valle

Además, existían fechas señaladas similares a nuestro Día de todos los Santos, donde los egipcios se trasladaban a los cementerios para honrar a los muertos, llevar ofrendas, cuidar la tumba y pasar una jornada entre recuerdos, leyendo en las paredes la biografía del difunto, rememorando aquello que fue en vida.

Esta fiesta en la que las necrópolis se llenaban de vida y algarabía era llamada la Bella Fiesta del Valle que se remonta al Reino Medio, además de la visita a las tumbas se realizaban procesiones en las que los egipcios podían contactar con el dios Amón que era llevado en andas por sacerdotes.

Cartas a los muertos

Los egipcios tenían una curiosa forma de contactar con sus muertos a los que en ocasiones escribían cartas. Estas cartas a los muertos constituyen un testimonio excepcional de la actitud de los vivos con los muertos y sus creencias sobre la función de los difuntos en el más allá. Estas se han conservado desde el Reino Antiguo. Se trata sobre todo de viudas y huérfanos que se dirigen al cabeza de familia desaparecido donde en muchos casos los vivos echan en cara su situación desafortunada, pues los muertos deberían de velar por el bienestar de los vivos.

El texto se escribía en un platillo de barro en el que se ofrecía un alimento para que una vez satisfecho el difunto leyese la carta. La religión egipcia tenía muchas veces un sentido contractual donde se veneraba o abandonaba al dios en cuestión dependiendo de los beneficios recibidos a cambio de las ofrendas otorgadas. Por ello, en estas cartas se prometía al difunto otras ofrendas siempre y cuando el remitente pusiera sus energías a favor de los vivos.

Era importante tener a todas las energías divinas a favor, pues las ánimas al igual que los dioses podían ser los causantes de enfermedades o desgracias ante las malas conductas de los vivos.

Un ejemplo del Reino Nuevo nos muestra a un hombre viudo que escribe a su esposa fallecida donde le refiere sobre malentendido pues él siempre había sido bueno con ella por lo que no tenía ningún motivo para estar enfurecida con él.

“Cumple los deseos del espíritu muerto; haz lo que desea. Mantente por él puro ante su tabú, para que permanezcas incólume de sus numerosos daños”.

Enseñanzas de Ani.

No obstante, también los había escépticos, el canto del arpista de la tumba de Intef nos invita a vivir y seguir los deseos de nuestro corazón, por tanto, la muerte ayer y hoy es un misterio que nos atrapa, un enigma sin resolver, una responsabilidad para aquellos que quedan que deben honrar a los que ya no están, pero que nos dejan sus consejos y vivencias de una vida.

Sigue los deseos de tu corazón.

Dedícate a tus asuntos sobre la tierra

(y) no lastimes tu corazón.

(Cuando) te llegue el día del lamento

el Débil de Corazón (=Osiris) no escuchará sus lamentaciones,

al hombre no lo salvarán sus quejas de la tumba.

(Así pues) pasa una feliz jornada,

no languidezcas en ella.

Mira, nadie puede llevar sus cosas consigo.

Mira, nadie ha regresado de los que se han ido.

El vaso canopo”

Recipiente empleado en el Antiguo Egipto donde se depositaban las vísceras de los difuntos, lavadas y embalsamadas, para mantener a salvo la imagen unitaria del cuerpo. Estos vasos se introducían en una caja de madera que, durante el cortejo fúnebre, era transportada en un trineo.

Canopo es una palabra de origen griego, proveniente del nombre de la ciudad donde falleció Canope, el piloto de Menelao (rey de Esparta. Su hermano, Agamenón, era el soberano de la ciudad más importante de la Grecia continental de entonces). La esposa de Menelao era la hermosa Helena, cuyo rapto motivó la guerra entre griegos y troyanos. En la ciudad de Canopus, cercana a Alejandría, el dios Osiris fue representado con forma de vasija y cabeza antropomórfica.

Había cuatro tipos de vasos canopos, que representaban a unas divinidades llamadas Hijos de Horus, quienes protegían su contenido de la destrucción. Las divinidades representadas eran: Amset: vasija con tapa en forma de cabeza humana, donde se guardaba el hígado.

Hapy: vasija con tapa en forma de cabeza de papión (babuino), donde se depositaban los pulmones.

Kebeshenuef: vasija con tapa en forma de cabeza de halcón, que contenía los intestinos.

Duamutef: vasija con tapa en forma de chacal, con el estómago del difunto.

Cada vaso estaba protegido por una diosa titular —Isis, Neftis, Selkis y Neit, respectivamente— y debía estar orientado de manera ritual hacia uno de los puntos cardinales: el hígado al Sur, los pulmones al Norte, los intestinos al Oeste y el estómago al Este. Los egipcios creían que si no los guardaban bien conservados el difunto no tendría derecho a la otra vida.

Todo un ejemplo de respeto: al Más Allá, al difunto, a la familia, a la religión. Han pasado muchas centurias, no obstante el saber de aquella cultura sigue siendo motivo de estudio ¿Se les parece en algo a lo que vivimos en la actualidad? Nada ¿verdad? La muerte se trata de ocultar, de vivirla de forma aséptica, es tema casi tabú está mal visto hablar sobre la dama de negro y la guadaña. Va ser la del “otro”. Pensar en ella es bueno, nos hace mejores personas. Es un camino más o menos largo, pero nuestro tren tiene parada en una estación, a hora, un día, un segundo. Aprender a enfrentar el terror de la muerte y desarrollar el coraje de explorar cómo la conciencia de nuestra mortalidad nos ayuda a navegar por el ahora. Albert Camus: "Aceptar la muerte. Después de eso todo es posible".

El papel de los vivos

Después del entierro se realizaba un culto continuado donde los vivos acudían a la tumba para recitar los textos de las ofrendas de las falsas puertas y llevaban alimentos siendo el hijo mayor el responsable de dar este servicio regularmente. El lugar de ofrendas evolucionó desde una especie de nicho donde se colocaban hasta la conocida como falsa puerta.

“Dona agua para tu padre y tu madre, que descansan en el valle del desierto… Haz saber a la gente que lo haces, entonces lo hará también tu hijo para ti”

Enseñanzas de Ani, Reino Nuevo.

La constante renovación de los alimentos, la aspersión de agua fresca e incluso la presencia y la voz de los vivos ante la tumba, así como el recuerdo del nombre de un difunto eran considerados en el antiguo Egipto como imprescindibles para llevar una existencia equivalente a la de un dios en el más allá.

A su vez, las tumbas egipcias estaban pensadas de tal modo que cualquiera pudiera entrar en ellas y leer la fórmula hetep di nesu en beneficio del muerto allí enterrado. Incluso colocaban frases que invitaban a los visitantes de paso a leer las ofrendas para renovar la energía del difunto: “Oh tú que pasas por delante de mi tumba...”.

En las biografías ideales, también se ensalza la honra a los muertos: “Yo no olvidé mencionar por su nombre a cada uno de todos mis antepasados”. De lo que se desprende que dentro de una familia solía tenerse presente el recuerdo de varias generaciones de antepasados.

La Bella Fiesta del Valle

Además, existían fechas señaladas similares a nuestro Día de todos los Santos, donde los egipcios se trasladaban a los cementerios para honrar a los muertos, llevar ofrendas, cuidar la tumba y pasar una jornada entre recuerdos, leyendo en las paredes la biografía del difunto, rememorando aquello que fue en vida.

Esta fiesta en la que las necrópolis se llenaban de vida y algarabía era llamada la Bella Fiesta del Valle que se remonta al Reino Medio, además de la visita a las tumbas se realizaban procesiones en las que los egipcios podían contactar con el dios Amón que era llevado en andas por sacerdotes.

Cartas a los muertos

Los egipcios tenían una curiosa forma de contactar con sus muertos a los que en ocasiones escribían cartas. Estas cartas a los muertos constituyen un testimonio excepcional de la actitud de los vivos con los muertos y sus creencias sobre la función de los difuntos en el más allá. Estas se han conservado desde el Reino Antiguo. Se trata sobre todo de viudas y huérfanos que se dirigen al cabeza de familia desaparecido donde en muchos casos los vivos echan en cara su situación desafortunada, pues los muertos deberían de velar por el bienestar de los vivos.

El texto se escribía en un platillo de barro en el que se ofrecía un alimento para que una vez satisfecho el difunto leyese la carta. La religión egipcia tenía muchas veces un sentido contractual donde se veneraba o abandonaba al dios en cuestión dependiendo de los beneficios recibidos a cambio de las ofrendas otorgadas. Por ello, en estas cartas se prometía al difunto otras ofrendas siempre y cuando el remitente pusiera sus energías a favor de los vivos.

Era importante tener a todas las energías divinas a favor, pues las ánimas al igual que los dioses podían ser los causantes de enfermedades o desgracias ante las malas conductas de los vivos.

Un ejemplo del Reino Nuevo nos muestra a un hombre viudo que escribe a su esposa fallecida donde le refiere sobre malentendido pues él siempre había sido bueno con ella por lo que no tenía ningún motivo para estar enfurecida con él.

“Cumple los deseos del espíritu muerto; haz lo que desea. Mantente por él puro ante su tabú, para que permanezcas incólume de sus numerosos daños”.

Enseñanzas de Ani.

No obstante, también los había escépticos, el canto del arpista de la tumba de Intef nos invita a vivir y seguir los deseos de nuestro corazón, por tanto, la muerte ayer y hoy es un misterio que nos atrapa, un enigma sin resolver, una responsabilidad para aquellos que quedan que deben honrar a los que ya no están, pero que nos dejan sus consejos y vivencias de una vida.

Sigue los deseos de tu corazón.

Dedícate a tus asuntos sobre la tierra

(y) no lastimes tu corazón.

(Cuando) te llegue el día del lamento

el Débil de Corazón (=Osiris) no escuchará sus lamentaciones,

al hombre no lo salvarán sus quejas de la tumba.

(Así pues) pasa una feliz jornada,

no languidezcas en ella.

Mira, nadie puede llevar sus cosas consigo.

Mira, nadie ha regresado de los que se han ido.

El vaso canopo”

Recipiente empleado en el Antiguo Egipto donde se depositaban las vísceras de los difuntos, lavadas y embalsamadas, para mantener a salvo la imagen unitaria del cuerpo. Estos vasos se introducían en una caja de madera que, durante el cortejo fúnebre, era transportada en un trineo.

Canopo es una palabra de origen griego, proveniente del nombre de la ciudad donde falleció Canope, el piloto de Menelao (rey de Esparta. Su hermano, Agamenón, era el soberano de la ciudad más importante de la Grecia continental de entonces). La esposa de Menelao era la hermosa Helena, cuyo rapto motivó la guerra entre griegos y troyanos. En la ciudad de Canopus, cercana a Alejandría, el dios Osiris fue representado con forma de vasija y cabeza antropomórfica.

Había cuatro tipos de vasos canopos, que representaban a unas divinidades llamadas Hijos de Horus, quienes protegían su contenido de la destrucción. Las divinidades representadas eran: Amset: vasija con tapa en forma de cabeza humana, donde se guardaba el hígado.

Hapy: vasija con tapa en forma de cabeza de papión (babuino), donde se depositaban los pulmones.

Kebeshenuef: vasija con tapa en forma de cabeza de halcón, que contenía los intestinos.

Duamutef: vasija con tapa en forma de chacal, con el estómago del difunto.

Cada vaso estaba protegido por una diosa titular —Isis, Neftis, Selkis y Neit, respectivamente— y debía estar orientado de manera ritual hacia uno de los puntos cardinales: el hígado al Sur, los pulmones al Norte, los intestinos al Oeste y el estómago al Este. Los egipcios creían que si no los guardaban bien conservados el difunto no tendría derecho a la otra vida.

Todo un ejemplo de respeto: al Más Allá, al difunto, a la familia, a la religión. Han pasado muchas centurias, no obstante el saber de aquella cultura sigue siendo motivo de estudio ¿Se les parece en algo a lo que vivimos en la actualidad? Nada ¿verdad? La muerte se trata de ocultar, de vivirla de forma aséptica, es tema casi tabú está mal visto hablar sobre la dama de negro y la guadaña. Va ser la del “otro”. Pensar en ella es bueno, nos hace mejores personas. Es un camino más o menos largo, pero nuestro tren tiene parada en una estación, a hora, un día, un segundo. Aprender a enfrentar el terror de la muerte y desarrollar el coraje de explorar cómo la conciencia de nuestra mortalidad nos ayuda a navegar por el ahora. Albert Camus: "Aceptar la muerte. Después de eso todo es posible".

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