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El culto a los muertos en Egipto (1ª parte)
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El culto a los muertos en Egipto (1ª parte)

Actualizado 07/06/2022 08:40
Isaura Díaz Figueiredo

La práctica de enterrar a los seres queridos se realizó por primera vez por los Neandertales, el culto a los muertos es por tanto el ritual más duradero de la Historia. El sentimiento de pérdida y el deseo de honrar a ese ser querido tras su fallecimiento nos conecta con nuestros instintos más elementales.

Una vez que llega la hora, la responsabilidad de los vivos es asegurar la eternidad del ser querido mediante la preservación del cuerpo, por donde el espíritu puede entrar y salir de ambos mundos sin llegar a desaparecer

Para los egipcios el más allá era como un reflejo y un alargamiento de la vida terrenal donde tendrían las mismas necesidades. La responsabilidad y previsiones recaían en los vivos. Los preparativos suponían un gran esfuerzo económico por lo que los funerales podían diferenciarse unos de otros dependiendo de la economía de cada familia.

Piensa en el día del entierro, en el partir hacia el estado de bien aventurado. Se te asignará «una noche» con ungüentos y bandas de mo­mia que provienen de las manos de Tait. Se te hará un cortejo fúnebre el día del entierro: el sarcófago interior de oro, la cabeza [máscara] de la­pislázuli, el cielo sobre ti, tú colocado en el ataúd; los bueyes te arrastra­rán y los cantantes avanzarán delante de ti. Se ejecutará la danza muu, se leerá en voz alta la lista de las ofrendas funerarias y se matarán animales en la entrada de tu capilla. Tus pilares, construidos con piedra blanca, estarán en medio de las tumbas de los príncipes. No morirás en tierra extranjera, los asiáticos no te meterán en tu tumba, no serás colocado en una piel de morueco y no se hará tu túmulo. Durante mucho tiempo has recorrido la tierra, piensa en la enfermedad y vuelve a Egipto.

Sinuhe

La preservación del cuerpo mediante la momificación era muy importante pues la desaparición del cuerpo o la decapitación de la momia podía significar la segunda muerte, algo que causaba pánico solo de pensarlo.

Los reyes y altas personalidades de la sociedad egipcia tenían el privilegio de ser momificados y colocados en un ataúd con sarcófagos cuidadosamente decorados. El resto de la población que no podía permitirse estos lujos recurría a otros métodos como la utilización de unas tablas o esteras de sisal y vasijas de barro como posibilidad de protección y conservación del cadáver. Estos cuerpos serían enterrados en las arenas del desierto que secarían de forma natural el cuerpo.

Sin embargo, la conservación del cuerpo no aseguraba directamente la llegada del espíritu a su destino, pues existían unas fuerzas negativas y otros obstáculos que podían poner en peligro el alma del difunto. Como los egipcios guardaban una gran conexión con la magia en su vida cotidiana, supieron como ingeniárselas ante estos obstáculos. Por un lado, las momias solían ser acompañadas por una serie de amuletos con fuerzas mágicas que se reforzaban mediante fórmulas que debían recitarse, el objetivo era convertir al difunto en una fuerza divina. Por otro lado, existían los textos mágicos que guardaban una serie de informaciones fundamentales para el difunto.

El amuleto más importante era el escarabeo, el cual jugaría un gran papel en la psicostasis del Juicio de Osiris, donde este delataría la naturaleza de la persona y solo los justos de corazón pasarían la prueba, de lo contrario, serían devorados por la fiera Ammit.

Después de la colocación de los amuletos y del vendado, la momia sería colocada en un ataúd. Esto era de suma importancia, pues todo fallecido se convertía automáticamente en un dios asociándose a Osiris, pues adquirían el poder de actuar en la vida de los vivos y la capacidad de salir y entrar entre ambos mundos. Los dioses, según la creencia egipcia, se ocultaban a la vista de las personas y solo el rey y los sacerdotes podían acceder a la imagen del dios.

La concepción de lo oculto así pues, es muy recurrente dentro del plano sacro egipcio. Al principio se usaba un único ataúd, pero en el Reino Nuevo se encajaban varios ataúdes unos dentro de otros para reforzar ese sentido de ocultamiento y protección de la momia.

La presencia del cuerpo del difunto, de su ajuar funerario, de una mesa de ofrendas y de una estela de falsa puerta convertía a las tum­bas en lugares de tránsito entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Los ojos udyat de la decoración del ataúd permitían al difunto ver el ajuar funerario, el sol naciente y aquello que sucedía a su alrededor.

Pasos del funeral

Una vez momificado el fallecido existían una serie de pasos aunque, seguramente cada caso sería diferente. Durante el Reino Nuevo se celebraron muchos más pasos intermedios que durante el Reino Antiguo y el Reino Medio. Podemos destacar:

Duelo en casa del difunto. Las plañideras tenían una gran importancia, se trata de unas profesionales contratadas que lloraban, se arrancaban las vestiduras y arrojaban polvo sobre sus cabezas en expresión del dolor de la pérdida.

Procesión funeraria. El ataúd era sacado de la casa a hombros de amigos de la familia o bien colocado sobre un trineo y arrastrado por éstos. Los vivos acompañaban a la momia hacia su nuevo mundo en una procesión hacia Occidente (el desierto) donde sería enterrada una vez cruzasen la orilla del Nilo o en su defecto una acequia u otro elemento acuífero, representando de forma simbólica ese tránsito.

Entierro del difunto o colocación de la momia en la tumba. En este momento se llevaban a cabo diferentes rituales. El hijo primogénito era el encargado de oficiar algunos de los rituales como el de la “Apertura de la boca” donde el oficiante tocaba con un instrumento los diversos orificios del cuerpo embalsamado: ojos, nariz, boca y oídos. Gracias a este toque mágico la momia «renacía», pues recuperaba el uso de sus sentidos. Una vez la momia recuperaba su capacidad para alimentarse, era el mo­mento de llevar a cabo un segundo ritual, llamado por los egipcios “Venir al escuchar la voz”. La figura del sacerdote funerario llamaba al difunto para que acudiera y pudiera recuperar sus fuerzas con los alimentos depositados. Era el momento en que se sacrificaba el buey que había participado en la procesión funeraria y se le presentaba la pata delantera derecha a la momia (ofrenda khepesh).

Banquete funerario. En el banquete tomaban par­te todos aquellos que habían participado en la procesión. Dependien­do de las posibilidades de cada uno, se trataría de una celebración más o menos espléndida, pero siempre llena de alegría y ganas de vivir siendo acompañado por música.

Colocación de ofrendas. Las ofrendas también eran un factor importante, dependiendo de la riqueza del fallecido. En la Antigüedad primaba la creencia de que el alma debía seguir alimentándose y nutriéndose para poseer fuerza, por lo que cuantas más ofrendas más poderosas sería ese espíritu divino. Además de los alimentos destacan los vasos canopos que contenían las vísceras del difunto. Estas eran extraídas durante la momificación para evitar la putrefacción de los órganos, pero como seguían siendo parte del todo tenían que conservarse. Por otro lado, destacan los ushebtis. Una vez alcanzada la vida eterna el difunto tenía que afrontar trabajos agrícolas en el Ialú o Campos de cañas. Estas estatuillas actuaban como sirvientes que asumían estos trabajos más duros. Por último, los egipcios viajaban con todos sus utensilios, muebles y demás objetos que habían necesitado en vida. Por ejemplo, Tutankhamón fue enterrado con hasta 130 bastones para su cojera. La muerte no era el fin de la vida, sino el principio, se trataba de un viaje en el que tendrían que llevar todo el equipaje necesario.

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