El viejo Convento de Nuestra Señora de los Ángeles, testigo de la grandeza histórica que llegó a atesorar Cerralbo, continúa adornando uno de los extremos de la villa, clamando porque se frene su deterioro.
Visible desde la entrada a Cerralbo por Guadramiro, el viejo Convento de Nuestra Señora de los Ángeles continúa adornando uno de los extremos de la villa de Cerralbo, siendo testigo desde su privilegiado emplazamiento del ir y venir por carretera de aquellos que llegan al Abadengo o abandonan la comarca.
Sumido en un declive que no cesa desde las desamortizaciones liberales del siglo XIX, este convento ha sido testigo de la vida de Cerralbo desde que lo fundasen en 1570 los marqueses de la localidad, Rodrigo Pacheco y Ana de Toledo, conservándose aún en la portada del monumento su blasón, con las iniciales “R” (de Rodrigo) y “A” (de Ana) labradas en un pergamino sobre el escudo.
No obstante, aunque los principales impulsores del monumento fueron los marqueses de Cerralbo, el convento fue propiedad desde sus inicios de los franciscanos, que no vieron finalizada toda la obra hasta el año 1603, cuando una aportación de 500 ducados por parte del corregidor de Cerralbo, Juan Rodríguez de Alarcón, unido al trabajo de los propios vecinos de la villa, permitió acometer los últimos trabajos.
Sin embargo, el tiempo le fue pasando factura al edificio y en la década de 1730 registraba un deterioro evidente, lo que desembocó en que se impulsasen obras para su reforma en el año 1737, con el objetivo de rehabilitarlo y frenar ese deterioro. Unas obras que lograron que el monumento llegase en buenas condiciones al año 1835, cuando los monjes fueron expulsados del convento mediante los decretos de exclaustración dictados por las autoridades estatales.
Por aquel entonces, el convento cerralbeño seguía siendo aún un suntuoso conjunto monumental, en el que se integraban claustro, enfermería, y otras dependencias además de la propia iglesia del convento, construida con muros de mampostería, siendo ésta la parte que más ha logrado resistir al abandono, si bien con un acusado deterioro, habiendo perdido su techumbre o la cabecera, y en un proceso de ruina progresiva más que evidente.
Actualmente, desde su abandono hace casi dos siglos, y con un uso agro-ganadero hoy en día, el viejo convento de Santa María de los Ángeles viene acusando una pérdida de elementos y valor progresiva, en una carrera hacia la desaparición en la que compite con la antigua joya de la corona del Marquesado de Cerralbo: el castillo de la villa, que se yergue señorial sobre el teso bajo cuyas faldas se esparce el pueblo.
Ante su palpable deterioro, muchos paisanos de la zona seguimos manteniendo vivo el deseo de que Junta y Gobierno cumplan con lo que prometieron hace una década, y den el cuidado y protección que merece el castillo de Cerralbo. Un deseo que se amplía a que el viejo convento de la localidad también deje de languidecer sin que se le preste atención y se puedan fijar los elementos que conserva para que su deterioro no vaya a más.
Y es que el convento de Nuestra Señora de los Ángeles y el castillo de Cerralbo son testigos de la historia y la grandeza que llegó a atesorar esta insigne villa del oeste salmantino, en la cual la iglesia de origen románico clama con los tañidos de sus campañas cada semana para que se devuelva a la vida a esos dos monumentos, que le han acompañado en el devenir histórico de los últimos cinco siglos. Cerralbo bien lo merece.
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