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La lectura del tiempo

Actualizado 25/05/2022 08:42
Juan Antonio Mateos Pérez

La especificidad de la historia, dentro de las ciencias humanas y sociales, es su capacidad de distinguir y articular los diferentes que se hallan superpuestos en cada momento histórico.

FERNAND BRAUDEL

Hoy en día los historiadores saben que el conocimiento que producen no es más que una de las modalidades de la relación que las sociedades mantienen con el pasado.

ROGER CHARTIER

El ser humano es un animal histórico. El pasado actúa en el presente de forma obsesiva (Pierre Vilar), de ahí la necesidad de entenderlo para comprender el presente y construir un futuro mejor. Para ello, el historiador debe caminar en su trabajo para desvelar el pasado con un método que pueda organizar todo su material a partir de una teoría de la historia. Es un proceso intelectual apasionante, donde el historiador no solo busca saber lo que ocurrió (historia como relato) sino qué ocurrió (la historia como problema). Todo el aparato intelectual de la metodología del historiador, es como un molde donde vacía todo el contenido de una realidad histórica, siempre para facilitar la comprensión.

La historia va más allá del historiador, es una realidad amplia, ya que incluye la realidad histórica tal como sucedió (historia vivida), y el conocimiento que de ella se puede tener desde la interpretación del historiador (historia construida). Nos recordaba Edward Carr, que la historia es un proceso continuo de interacción entre el historiador y los hechos, un diálogo sin fin entre el presenta y el pasado. Bloch y Febvre, hablaban de la ciencia de los hombres, pero de los hombres en el tiempo. A Pierre Vilar, le gustaba afirmar que es el estudio de los mecanismos que vinculan la dinámica de las estructuras a la sucesión de los acontecimientos. Podemos encontrar muchas definiciones, pero, no es posible la investigación sin teoría, como tampoco puede haber teoría sin investigación.

Paul Veyne, destaca que ante todo la historia es un relato y que lo que llamamos explicación no es más que la forma que tiene la narración de organizarse en una trama comprensible. Es importante el matiz de Roger Chartier, que reconocer su dimensión narrativa de la escritura de la historia, no implica negar su condición de un conocimiento verdadero, construido a partir de pruebas. El conocimiento que producen los historiadores no es más que una de las modalidades que las sociedades mantienen con el pasado.

La diferencia entre historia y memoria es clara. Para Paul Ricoeur, la primera es la que distingue el testimonio del documento. Una segunda diferencia, opone la inmediatez de la reminiscencia a la construcción o explicación histórica. Es de destacar en una tercera diferencia entre historia y memoria, que opone reconocimiento del pasado y representación del pasado. Por lo tanto, el pensador Paul Ricoeur, insiste en los tres “momentos” de la operación historiográfica: el establecimiento de las pruebas documentales, la construcción de la explicación y la plasmación literaria en la escritura. Pero sin olvidar que el testimonio de la memoria es el garante de la existencia de un pasado que ha sido.

En los últimos años, la historia ha pasado de lo social a lo cultural. Para Roger Chartier, toda historia, sea económica, demográfica, social o política, es cultural en la medida que todos los fenómenos mensurables son significaciones que los individuos atribuyen a las cosas, a las palabras y a sus acciones. No es fácil definir una historia cultural por las múltiples e interminables acepciones del término cultura. Además, la historia cultural ha privilegiado objetos, ámbitos y métodos diversos.

A pesar de la diversidad, un reto fundamental es comprender cómo las apropiaciones concretas y las inventivas de los lectores, dependen, en su conjunto de los efectos de sentido a los que apuntan las obras mismas, de su forma de publicación y circulación, y las expectativas que rigen la relación que cada comunidad mantiene con la cultura escrita. Comenta Chartier, que el mayor desafío para la historia cultural son los modelos culturales, los cuales determinan la organización entre los discursos y las prácticas que tiene una sociedad en un periodo histórico determinado.

Otro de los grandes debates en la historiografía actual, es la dialéctica entre la historia local y la historia global. Sin abandonar la historia local, base de la investigación, no se puede olvidar la historia global de la humanidad. Esta forma de hacer historia, no puede ir separado de la reflexión sobre las variaciones de escalas en historia. En cada escala se pueden ver cosas que no se ven en otra escala y cada visión tiene sus razones. Lo que importa es el marco de estudio que soporta esa interpretación y que hace visible la conexión de varias historias que han relacionado a las culturas.

Destacar también, las posibles mutaciones que se pueden producir en el relato histórico en el ingreso en la era digital, en la era de la textualidad electrónica. Esta realidad implica nuevas formas de construcción, publicación y recepción de los discursos históricos. El historiador permite desarrollar demostraciones según una lógica que ya no es necesariamente lineal o deductiva. Esto permite una articulación abierta, fragmentada, debido a la multiplicación de los enlaces hipertextuales. En cuanto al lector, la aceptación o rechazo de un argumento puede apoyarse en la consulta de textos, pero también de imágenes, composiciones musicales, palabras grabadas, etc.

La historia es ruptura, continuidad, vestigio, pero sobre todo es responsabilidad con los otros, los del pasado y los que habitan en nuestro momento presenta. Terminando con unas palabras de Roger Chartier, donde la lectura de las diferentes temporalidades que hacen que el presente es lo que es, herencia y ruptura, invención e inercia a la vez, sigue siendo la gran tarea singular de los historiadores y su responsabilidad principal para sus contemporáneos.

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