Ejercer el periodismo es una labor peligrosa en no pocos países.
Negra noticia
La periodista palestina Shireen Abu Aqleh fue vilmente asesinada el pasado miércoles 11 de mayo por el ejército Israelí cuando realizaba su trabajo debidamente acreditada. Ni ha sido la primera víctima, ni será la última desgraciadamente, son muchos los periodistas, fotógrafos y colaboradores que son asesinados cada año en acto de servicio. También son muchos los que acaban encarcelados y no son pocos los que tienen que huir de sus países porque son amenazados con sus familias incluso.
¿Por qué son perseguidos?
Naturalmente porque su labor no es otra que la de informar al mundo de lo que ven con sus propios ojos, y esto a los gobernantes no les hace ninguna gracia, ellos conducen a sus pueblos a la pobreza, a la ignorancia, a la muerte, pero en sus delirios de gloria quieren pasar a la historia como salvadores de la patria y no escatiman maldades para desembarazarse de testigos tan molestos. Una de las primeras leyes que parece que se ha sacado el maldito Putin de la manga es la de castigar con 15 años de cárcel a los periodistas que informen al mundo de sus barbaridades, con lo que deja claro que es consciente de que lo que hace es para estar entre rejas, y miedo da pensar en lo que estará pasando con los que sean detenidos.
¿Trabajan todos en igualdad de condiciones?
Pues no. Como en todos los colectivos hay diferencias. Unos trabajan para medios que ponen a su disposición las medidas de seguridad que sean posibles y cuentan con un sueldo asignado, pero otros, autónomos, se van a la aventura, hacen sus reportajes y cuando vuelven no saben ni qué medio se los comprará ni a que precio. Pero ni unos ni otros pueden hacerse millonarios como los banqueros, los grandes empresarios y los políticos.
¿Hacen los gobiernos democráticos todo lo que deben para acabar con esto?
Es verdad que cuando un periodista cae en desgracia, sea autónomo o empleado de cualquier medio, los gobernantes se mueven para repatriar el cadáver o sacarlo de la cárcel, pero no es menos cierto que deberían poner más interés en desenmascarar a los asesinos y a sus cómplices, sean quienes sean, y ponerlos en manos de la justicia para que sus delitos no queden impunes, que es lo que suele pasar, porque matar a un periodista no es solo matar a un hombre o a una mujer, es, además, matar la voz, la verdad, la libertad y la democracia.
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