La mayoría de los salmantinos nos identificamos con nuestra provincia y con España, pero no con la comunidad de Castilla y León, en cuyo seno las tres provincias de la Región Leonesa estamos sufriendo una deriva catastrófica.
Hace unos días, una encuesta realizada por Electomanía sacaba a la luz un dato que quizá pudiese sorprender fuera de nuestra provincia, pero que los salmantinos tenemos asumido y aceptado como realidad: La mayoría nos sentimos fuertemente identificados con nuestra provincia y con España, pero no con la comunidad autónoma de Castilla y León.
Y es que, mal que les pese a los creadores de esta comunidad autónoma y a los políticos que actualmente sustentan su existencia, nuestro sentimiento salmantino y español está muy por encima del de pertenecer a una comunidad autónoma en la que muchos salmantinos ni tan siquiera creemos.
Por otro lado, más allá de las identidades provincial y nacional férreamente asentadas en nuestra tierra, el escalón intermedio regional o autonómico es el que admite más discusión y es especialmente heterogéneo en tierras salmantinas, con un sector de la población que se siente leonés, otro castellanoleonés (que algunos reducen a ‘castellano’ aunque haciendo referencia a la comunidad autónoma, y no a la concepción del nacionalismo pancastellanista de una macro-Castilla de 17 provincias) y otro sector, posiblemente el más amplio, que directamente carece de sentimiento regional o autonómico.
En todo caso, para analizar mejor este escalón identitario, no debemos olvidar que la unión bajo una misma estructura autonómica de las regiones de León y Castilla es bastante reciente, datando de 1983, siendo hasta entonces la Región Leonesa y Castilla la Vieja dos regiones oficialmente distintas y separadas (no hay que confundirlas con sus coronas homónimas, dicho sea de paso, de diferente ámbito territorial).
En este aspecto, hasta febrero de 1983 no cabía discusión desde el punto de vista legal y oficial de que la región a la que pertenecía Salamanca era la de León, que compartía junto a las provincias de Zamora y León. Por ello, tampoco ha de extrañarnos que una parte de los salmantinos se sientan leoneses en lo regional, hecho que ocurre también y de forma más acentuada en las provincias zamorana y legionense.
Por otra parte, tras haberse conformado hace 39 años la comunidad de Castilla y León, y el consiguiente machaqueo por parte de instituciones y medios para hacer creer que ambas regiones conforman un único territorio (pese a que haya una “y” entre sus nombres), es evidente que existe también un sector de salmantinos que se considera castellanoleonés (o ‘castellano y leonés’ para ser más estrictos con el gentilicio que da el Estatuto).
Sin embargo, pese a los ingentes esfuerzos realizados desde la administración autonómica en las últimas décadas, el sentimiento de arraigo e identificación con esta comunidad birregional sigue sin prender con fuerza entre los salmantinos, y según dicha encuesta, apenas 4 de cada 10 salmantinos se sienten identificados con la comunidad de Castilla y León.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si no habría cundido más emplear en otras cuestiones los más de 20 millones de euros que lleva gastados desde su creación la otrora denominada Fundación Villalar (hoy rebautizada como Fundación Castilla y León) para “crear sentimiento de comunidad”. Y cabe preguntárselo porque, más allá de las promesas de que se iban a suprimir esta clase de chiringuitos, por lo pronto esta Fundación la va a seguir manteniendo el nuevo gobierno de la Junta, con el cambio, eso sí, de que ahora su presidente es de Vox, en sustitución de Ciudadanos.
Por otro lado, cabe recordar la controversia que ha venido suscitando la hoy denominada Fundación Castilla y León que, dicho sea de paso, es financiada íntegramente con dinero público pero está registrada oficialmente como privada, quizá por aquello de que así no tiene que rendir cuentas ante Procurador del Común o el Defensor del Pueblo en caso de manipulaciones. Y es que, no hay que olvidar, por ejemplo, la polémica que se creó en su día por un cómic que editó esta Fundación, en que eran ridiculizados los reyes leoneses (entre ellos el que reconquistó Salamanca, Ramiro II, el que le dio Fueros, Alfonso VI, y el que creó la Universidad, Alfonso IX) mientras eran magnificados los personajes castellanos, en un relato que más que de historia de Castilla y León parecía que trataba de Castilla sobre León.
Pero al parecer, tirar un millón de euros cada año en hacer una suerte de nacionalismo castellanoleonés está bien y debe ser más necesario que, por ejemplo, rehabilitar y cuidar nuestros monumentos en peligro, o reforzar una sanidad y educación públicas que acusan grandes carencias. Al fin y al cabo, para qué va a gastarse la Junta de Castilla y León 200.000 euros en que haya una UVI móvil en Vitigudino si puede gastarse 1.000.000 euros en intentar crear un sentimiento identitario prácticamente inexistente.
En todo caso, y volviendo sobre la identificación regional de los salmantinos, por último nos quedaría el sector de nuestros paisanos que ni se siente leonés ni castellanoleonés/castellano, al que el encuadre autonómico de Salamanca se la trae bastante al pairo, y que en general si pudiesen se cargarían la comunidad autónoma de Castilla y León sin sustitutivo.
Y precisamente por su concepción, es este último sector de salmantinos junto al pro-Región Leonesa, el que más preocupa a los sostenedores de la comunidad de Castilla y León, básicamente porque, en el caso de que se decidiese preguntar a los salmantinos si querrían eliminar la comunidad actual, ambos sectores optarían por darle carpetazo.
Pero además, si se pidiese a los salmantinos posicionarse entre una comunidad de Castilla y León o una de la Región Leonesa, el sector sin arraigo regional/autonómico posiblemente se quedase mayoritariamente en casa, y se evidenciaría el equilibrio más real que aparente existente entre los sectores pro-Región Leonesa y pro-Castilla y León, con posibilidades innegables de que se impusiese la opción leonesista.
En este aspecto, la propia Electomanía hizo una encuesta a inicios de 2020 sobre esta cuestión, y en el caso salmantino, dejando a un lado al amplio número de paisanos que se abstendrían, la opción más refrendada era la pro-Región Leonesa, con un 55% de los que sí votarían en esa disyuntiva. Un porcentaje, eso sí, bastante menor que el registrado en Zamora y León, donde parece bastante claro que los apoyos a crear una autonomía leonesa se impondrían de largo sobre mantener la actual, con una abstención importante también en el caso zamorano, dicho sea de paso.
Por otro lado, volviendo sobre la encuesta de arraigo a Castilla y León realizada este mes por Electomanía, llama la atención que, dentro de la comunidad, eran precisamente las provincias de León, Zamora y Salamanca las únicas que suspendían su pertenencia a la misma, con unas notas especialmente bajas en Zamora y, sobre todo, en León, donde apenas el 9% aceptaba su pertenencia a la actual comunidad, un porcentaje que subía a un también pírrico 25% en Zamora y un 44% en Salamanca, lejos todas ellas de la aprobación de en torno al 60% que registraban las provincias castellanas de la comunidad.
Y es que, si al factor de ser la Región Leonesa (como heredera directa del Reino de León) una de las regiones históricas de España, le sumamos el subdesarrollo de sus tres provincias dentro del marco autonómico actual (no hay que olvidar que 4 de cada 5 habitantes perdidos por Castilla y León desde su creación se concentran en la Región Leonesa), y le añadimos el hecho de que todas las Consejerías, las Cortes o el Tribunal Superior de Justicia autonómico se sitúan en la parte castellana de la comunidad, es difícil que en León, Zamora y Salamanca pueda prender un arraigo fuerte a un proyecto autonómico. De hecho, si bien sus promotores reconocieron haberlo creado “por intereses de Estado”, se ha demostrado un fracaso absoluto no sólo para el desarrollo de la propia Región Leonesa, sino en general y por extensión para el de todo el Oeste de España, dada la posición clave del territorio leonés para interconectar Extremadura, Galicia y Asturias.
No obstante, el rechazo a la comunidad de Castilla y León registra diferentes formas de encauzarse según las provincias. Así, mientras en la provincia de León deriva en una posición mayoritaria de apoyo a crear una comunidad autónoma de la Región Leonesa, en el caso de Zamora y Salamanca sobre esta opción prima la de suprimir las comunidades autónomas, en una consecuencia evidente de que el Estado autonómico y, concretamente, el proyecto de Castilla y León, no ha dado frutos para el desarrollo de las provincias de la Región Leonesa.
En todo caso, pese a la falta de arraigo en Salamanca, Zamora y León a la comunidad autónoma en que se hallan, mañana nos seguiremos despertando con noticias y comunicados en que se seguirá tratando a Castilla y León como una única región, cuando en realidad son dos regiones en una misma comunidad autónoma (en este aspecto, tanto la RAE como la Constitución diferencian ambos conceptos).
Así, seguiremos escuchando aquello de “Castilla y León es …”, como si estuviese prohibido conjugar en plural, diciendo “Castilla y León son …”. Y es que, en un caso similar, si Manolo fuese médico y Juan también lo fuese, a nadie se nos ocurriría conjugarlos diciendo “Manolo y Juan es médico”, sino que diríamos que “son médicos”. Pero jugar con el lenguaje en este aspecto no deja de ser una forma más de invisibilizar la realidad birregional de esta comunidad y, por ende, el hecho de que Castilla y León son dos territorios históricos que, como regiones, tienen derecho a tener sus propias comunidades autónomas al margen de esta suerte de engendro aconstitucional que nos impusieron en 1983, sin que fuese refrendado por los ciudadanos de ambas regiones.
Sin embargo, tras haber ninguneado nuestras instituciones la propia historia e identidad de una región histórica de España como es la leonesa, y tras haber perdido ésta casi 180.000 habitantes desde que se le integró en la comunidad de Castilla y León, las cúpulas de los grandes partidos seguirán señalando al leonesismo y a la falta de arraigo a Castilla y León en Salamanca, Zamora y León como un problema, como si aceptar esta comunidad supusiese algún tipo de solución.
De este modo, dichas cúpulas seguirán sin pararse a reflexionar sobre si este proyecto birregional está ayudando a nuestro desarrollo, sin replantearse que el secuestro del derecho constitucional a la autonomía de la Región Leonesa, así como el rechazo a la propia pervivencia de la identidad leonesa hace que estén escupiendo a la cara a la mismísima España. Y es que, no hay que olvidar que en el segundo cuartel del escudo nacional aún resiste el blasón del hoy ninguneado y olvidado Reino de León.
En todo caso, más pronto que tarde se tendrá que levantar el hoy adormilado, envejecido y perezoso reino leonés para reclamar el sitio que le robaron los intereses partidistas en la Transición y, cuando se plantee esta disyuntiva con la seguridad y garantías necesarias para dar el paso, Salamanca sabrá estar a la altura de las circunstancias y sabrá ser fiel a sus raíces y al papel que ha de jugar como pieza clave para el desarrollo del Oeste de España.
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