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Globalización y altramuces
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Globalización y altramuces

Actualizado 11/05/2022 07:36
Ignacio Martín

También denominados chochos… O entremozos, algo que intuyo que es una etimología popular como aquí Cuernavaca, por ejemplo… A veces, como ahora, me los encuentro en el súper, acá, a miles de kilómetros de distancia… de mis años mozos. Por eso reescribí esto que estaba perdido en el limbo digital.

Mi memoria asocia los chochos –en Salamanca era una palabra bastante polisémica… y aquí en México, casi desconocida y sin doble sentido, con lo que aquí les gusta… jugar– con estas épocas, de años ha, claro; de décadas ha, más bien; tiempos de final de curso, de los calores, de las primeras cervecitas, las escapadas en medio de las encerronas para preparar los exámenes…

No es que fueran mi “golosina” favorita pero cuando se me aparecen en un súper chilango, a veces los compro y agradezco que la denostada globalización me haga reencontrar cosas como la Orangina francesa, aunque esté vestida de canadiense; las galletas Mayuca –ya no son de Reglero y, claro, no sabían igual–; tal vez en el sabor se metan los recuerdos; otras galletas, las Chiquilín, sí que me llevan –confesión implícita– a los desayunos de entonces.

Volviendo al título, alguna vez compré un bote en el que aparecía el nombre en portugués, tremoços: resulta que venían importados de Portugal; ya ven, en México vine a saber que los chochos no eran tan locales… O que en Portugal siempre han tenido más vista para lo comercial; no es de ahora… Acuérdense del Tratado de Tordesillas.

Reconozco que con estas cosas, los globalifóbicos me pierden, lo siento; sí, queridos y queridas, si en la Ciudad de México puedo comer queso de tetilla, asar castañas en una paellera con agujeritos que me compré, beber Orangina (y vinos españoles de todas las denominaciones de origen), o whisky escocés –sin mezclar ambos bebestibles, por favor– lo que se les ocurra, soy del bando de la globalización… Una en la que se cuela la vena charra: sigo esperando, algún día, comprar aquí farinato o morcilla de piñones.

Ya me fui… Vuelvo. Estaba con los altramuces. Pero me vuelvo a ir porque sigo pensando que mi vida de emigrante ha sido en una época de suerte; las comunicaciones son más fáciles, para las personas, las voces y las cosas… O productos, si quieren decirlo en modo económico.

Sigue habiendo desigualdades, por supuesto, y hay que luchar por vencerlas; sin embargo, creo que, en gran medida, esas facilidades para lo global también contribuyen a abatir lo que nos separa.

Por eso, entre otras muchas razones, se escapan de mi entendimiento quienes, aquí y allá, niegan las ventajas y pregonan una vuelta a la cerrazón, a solo lo mío es bueno o con lo mío me basta…

No los entiendo, la verdad.

@ignacio_martins

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