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Tomar precauciones
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Tomar precauciones

Actualizado 09/05/2022 07:01
Francisco López Celador

El nivel de degradación de nuestra política alcanzó su cénit en el momento que Sánchez accedió a La Moncloa y nombró vicepresidente segundo a Pablo Iglesias. En el poco tiempo transcurrido, ya hemos asistido al mayor guirigay de nuestra etapa democrática. De entrada, nos hemos convertido en la primera excepción de la Unión Europea. De los pocos gobiernos en coalición, ninguno contaba con ministros comunistas. Me duele ser machacón, pero España es diferente.

En cualquier democracia occidental que se precie, nunca ha podido permanecer en el cargo un primer ministro capaz de originar la desolación de su país a base de pasar por encima de todas las reglas que sostienen los más elementales principios de la democracia, la justicia, la igualdad y la verdad. El sentido común y el bienestar de los ciudadanos han sido la palanca que ha terminado derrumbando todo poder ambicioso y pernicioso. De nuevo, España es diferente.

Cuando salió publicado mi último artículo (pasado día 2) aún no se había hecho público el espionaje sufrido por Pedro Sánchez y la ministra de Defensa ¡Qué sabio es nuestro refranero cuando dice: no hay mal que por bien no venga! No hay que ser un aplicado politólogo para afirmar que, entre los numerosos políticos que han visto jackeadas sus comunicaciones, ninguno ha tenido la peregrina ocurrencia de hacerlo público. Ningún banco convoca una rueda de prensa para explicar un atraco, y nadie que va a jugar al casino anuncia públicamente las cantidades ganadas, y mucho menos las perdidas, aunque sólo sea por vergüenza torera. Tampoco hay que ser un lince para presagiar lo que sucederá siempre que se reúna la actual Comisión de Secretos Oficiales ¿Ya habíamos dicho que aquí se dictan las normas para no cumplirlas? Pues eso, España sigue siendo diferente.

Ahora sabemos - ¿de dónde ha salido la filtración? - que hace un año espió a ciertos políticos independentistas. Si la iniciativa del seguimiento, basada en las sobradas provocaciones de los afectados, salió del gobierno lo lógico habría sido reunir a la citada Comisión para comunicárselo, pero nunca hacerlo público. Las mismas razones que justificaron aquella decisión, deberían valer para haber reincidido ahora en ella. Si la Comisión lleva años sin reunirse es porque las pretensiones de quienes querían modificar su composición no contaban con los votos suficientes para conseguirlo. Y esto era así porque, antes de llegar Sánchez a La Moncloa, el PSOE tampoco quería que formara parte ningún independentista. Ahora, las cosas han cambiado porque Sánchez se ha quitado la máscara de demócrata y ha enseñado su verdadera identidad. Con las leyes en la mano, era imposible el acuerdo. Entonces, había que cambiarlas, para que la continuidad de Sánchez no corriera peligro. Para hacerlo por el camino más corto y seguro, se acudió a la Presienta del Congreso -a quien se le presupone una absoluta imparcialidad- para variar el reglamento interno del Congreso. Sólo se precisaba alterar la mayoría fijada para la elección de sus componentes. Sin contar con nadie, dicho y hecho. Entre nosotros, esto es muy fácil porque España es diferente.

El órdago echado por Sánchez está poniéndole entre la espada y la pared. De un lado, muy débil debe sentir el apoyo independentista para rebajarse tanto como lo está haciendo. No le ha importado ponerse de rodillas ante el presidente de la Generalidad; originar claros enfrentamientos entre ministros de su propio partido. sin una clara defensa de los injustamente acusados; provocar la rebeldía de sus compañeros de coalición e intentar poner en entredicho a la directora del CNI. Todo para seguir salvando los muebles. Por otra parte, el bochornoso espectáculo internacional que estamos ofreciendo no es el más indicado para nuestra política exterior. Las erráticas decisiones de este gobierno, además de enfrentarnos a países con los que manteníamos intereses comunes, están perjudicando gravemente nuestra dependencia de exterior en materias primas, justamente cuando somos uno de los países más afectados por la crisis. Y no digamos lo que pensará en la OTAN de uno de sus miembros que albergará la próxima asamblea, pero mantiene en su Comisión de Secretos Oficiales a diputados de todos los partidos anti OTAN e independentistas. Diputados que han sido democráticamente elegidos para esa comisión, pero no han necesitado ni un minuto para quebrantar su obligación de guardar silencio al salir de la primera reunión. La rectitud de la ministra de Defensa y de la directora del CNI han bastado para que los nuevos inquisidores anti sistema redoblen su esfuerzo para subvertir la situación. Queda demostrado que la medida tomada por la presidenta del Congreso no fue la más acertada, pero España es diferente.

La crisis dentro de este gobierno es patente. Su presidente tiene dos alternativas: aguantar el chaparrón hasta terminar la legislatura o, para no causar males mayores, cambiar de política. En el primer caso, Sánchez es muy consciente de lo que no estarán nunca dispuestos a renunciar sus compañeros de viaje, porque saben que nunca encontrarán otro presidente dispuesto a satisfacer hasta lo inadmisible. Si su ambición no le deja ver ese peligro, iremos a la hecatombe. Si, por el contrario, se cae del caballo y decide cambiar el rumbo, puede intentar seguir gobernando en solitario, siempre que busque el apoyo de la oposición en los temas de interés nacional. Si no quiere apoyos, no le quedará más remedio que convocar elecciones. En cualquier país demócrata, no tendíamos ninguna duda para saber cuál sería el desenlace final. Aquí no, porque España es diferente.

De todas formas, siempre que al volante del vehículo va un irresponsable, los peatones deben extremar todas las precauciones si quieren cambiar de acera

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