“Sin compromiso no hay trabajo decente” así se titulaba el manifiesto de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) con motivo del día Internacional del Trabajo. La realidad es que en esta vida todos nacemos con deberes, pero también con derechos, aquellos que se nos otorgan con el milagro de la vida. Nuestras sociedades han evolucionado, luchado y peleado para apostar por la igualdad de condiciones de todos los ciudadanos en muchos ámbitos de la vida cotidiana, también a la hora de optar a un trabajo digno.
Empleamos gran parte de nuestra vida, sabiendo que el tiempo es lo único que no vuelve, a formarnos para convertirnos en lo que siempre hemos querido ser. Confucio nos dejó esta cita "Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida", pero déjame decirte, que la realidad es otra y que hay personas y colectivos que no solo no pueden elegir, sino que no pueden ni siquiera optar a ello. Cómo en todos los ámbitos de la vida esta realidad está muy influenciada por esos prejuicios que asolan las sociedades modernas y las personas en riesgo de exclusión son una vez más, los grandes olvidados y marginados.
El trabajo no es simplemente una ocupación, es mucho más. Nos hace sentirnos útiles y realizados. Nos otorga confianza y nos regala momentos inolvidables. Nos hace crecer y aprender de nuestro entorno. Nos hace fuertes y afianza nuestra autoestima y el valor que tenemos de nosotros mismos.
El manifiesto planteado por Iglesia por el Trabajo decente (ITD) subraya cómo la pandemia y las previsibles consecuencias económicas de la guerra en Ucrania: “están debilitando el derecho al trabajo y empobreciendo y descartando a millones de trabajadores, principalmente mujeres, jóvenes y migrantes”.
Entre las medidas urgentes que plantea, encontramos la igualdad salarial, políticas sociales y de género, esa necesidad de crear empleo juvenil y de calidad, el compromiso que debe existir de crear un entorno de trabajo seguro, la regularización urgente de las personas migrantes, la lucha por los derechos de las trabajadoras de hogar y el acceso a medidas de protección social para aquellos que no puedan acceder a un empleo.
Desde aquí alzamos la voz para dar visibilidad a este manifiesto e intentar que llegue a más gente. La lucha por el trabajo digno es una lucha que siempre ha existido, pongamos nuestro granito de arena para poder ir minimizando su efecto a lo largo de los años.
María Inmaculada Regadera Martín
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