Los auténticos intereses del PP y de su antecedente neo franquista, Alianza Popular, han sido, sistemáticamente, llegar al poder cuanto antes y a cualquier precio. Lo hizo Fraga durante los primeros años de nuestra reciente democracia; recordemos que cuando Felipe González llegó al poder, en 1982, el PSOE no era partidario de la permanencia de España en la OTAN y prometió un referéndum para que se pronunciara el pueblo. No obstante, en esa legislatura del 82-86, el gobierno socialista, cambió su postura, pero mantuvo la convocatoria del referéndum consultivo, celebrado el 12 de marzo de 1986. Ante ello, Fraga y AP, siempre proclives de forma férrea a la entrada y permanencia de España en la OTAN, en lugar de pedir a sus electores el voto afirmativo, propuso la abstención, haciendo el ridículo clamorosamente; tanto o más que el que hizo el jefe de gabinete de Ayuso el pasado día cuando empujó a periodista Andrea Ropero, de la sexta televisión, cuando iba a entrevistar a la presidenta de la Comunidad de Madrid en el acto de toma de posesión de Mañueco como presidente de la Junta de Castilla y León.
Años más tarde y siendo ya presidente del PP (siempre a dedo) el señor Aznar, utilizó sistemáticamente el terrorismo, el descontrol que había con los fondos reservados y la complicidad de algunos periodistas muy mediáticos (lo reconoció el propio Luis María Ansón) para derribar, como fuera, con mentiras, noticias falsas, manipulaciones y otras lindezas que siempre ha utilizado la derecha política de este país (recordemos que el propio Aznar le hizo una jugada muy sucia al presidente de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid, cuando éste le anunció que iba a dimitir porque podía estar implicado en un presunto escándalo económico de un familiar cercano, su hijo y antes de que presentara la dimisión Aznar lo traicionó y convocó una rueda de prensa para comunicar la noticia. Ya sabemos el PP de ética anda muy deficiente, más próximo al 0 que al 1) al gobierno de Felipe González. Y utilizó todos los recursos, todos los medios, fueran legítimos o no, éticos o bastardos, para acceder al poder; algo que consiguió en las elecciones del 96, aunque de forma muy ajustada. Por cierto, hasta el día de las elecciones una de las críticas utilizadas por esta derecha troglodita era que el gobierno de Felipe González se había aliado con los nacionalistas de Pujol, en Cataluña y de Arzallus, en el País Vasco. Incluso la prensa mediática -que siempre ha apoyado sin fisuras a esta derecha arcaica- utilizaba todos los recursos y en un titular después de un partido de fútbol Real Madrid- Barcelona, en el que el primero ganó por 5-0 al segundo, el diario ABC expresaba que igual que el Madrid había vapuleado al Barça, así Aznar debe terminar con Felipe González y Pujol. Y ¡qué curioso!, después de una campaña electoral en la que la derecha coreaba el himno de “Pujol, enano, habla castellano” en la calle Génova, cuando ganó Aznar, se pasó al de “Pujol, guaperas, habla como quieras”.
Y fue la época en la que se llevó la Escuela Judicial a Barcelona (por cierto, decisión acertada, faltaría más) y cuando Aznar aplaudía a bombo y platillo al pueblo vasco en la inauguración del museo Guggenheim de Bilbao, en octubre de 1997. Era la época en la que Aznar reivindicaba la herencia personal, ideológica, política y cultural de Manuel Azaña (presidente de la II República, en guerra) y en la que se hacía fotos con los herederos del presidente republicano. Todos sabemos que Aznar, en su segundo mandato y ya por mayoría absoluta, se vengó todo lo que pudo de los políticos, ideólogos y ciudadanos de izquierda y nacionalistas, pisoteando todo su legado y aliándose con las teorías más radicales y extremistas de Esperanza Aguirre y los ideólogos que posteriormente fundaron el partido de Abascal (Vox). Fue hábil (por supuesto) para sus intereses personales, anteponiendo estas cuestiones al interés general de los ciudadanos. Así, lo mismo que hizo Franco en el 37 y en plena guerra civil, que unió bajo su mando y poder absoluto los partidos de Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FE y de las JONS) y el de Comunión Tradicionalista, creándose el partido único de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), Aznar unificó todos los partidos de la derecha política (desde los más moderados y centristas a los más recalcitrantes y ultras) en el nuevo PP. Y aunque Aznar no llegó a encarcelar a sus disidentes (como hizo Franco con Hedilla, segundo jefe de Falange después de Primo de Rivera), sí los envió al ostracismo, como buen jefe que quería ser, heredero de las teorías franquistas.
Como prueba están los artículos que escribió en el año 79 en el diario de La Rioja atacando vilmente a la Constitución Española, que había sido recientemente aprobada y ensalzando a la figura de Francisco Franco. ¡Todo por el poder y sólo por el poder! También, y como todos sabemos, quiso engañar vilmente a los españoles adjudicando los atentados de Madrid, de 2004, a ETA, cuando inmediatamente toda la opinión pública sabía que habían sido cometidos por los yihadistas islamistas amigos de Bin Laden, ¡Todo por volver a ganar las elecciones!, porque, ya se sabe, si hubiera sido ETA –a la que dedicaron todos los esfuerzos para su captura y persecución, descuidando el terrorismo islamista- sabían que las elecciones estaban ganadas, máxime cuando ya estaban identificando a la izquierda con los nacionalistas, separatistas y terroristas de ETA. ¡Todo vale para conservar el poder o para obtenerlo después de haberlo perdido!
Y continuamos con el sucesor de Aznar, el también designado “a dedo”, el señor M. Rajoy, un viejo “zorro político” que practica la teoría de: “tú di lo que quieras, protesta lo que consideres, que yo haré lo que me dé la gana”. M. Rajoy es de la estirpe de esos “políticos aparentemente mansos y dialogantes” que te dan la “puñalada trapera” por detrás, sin que te enteres, aunque cuando se les conoce bien, ya no te engañan. Además, su frialdad es significativa. Ya se vio cuando compareció ante la Audiencia Nacional por el juicio de Gürtel, en 2017, negando absolutamente todo; algo que se ha demostrado con el paso del tiempo. Pero ahí sigue, sin despeinarse, impasible. M. Rajoy también utilizó el terrorismo como arma electoral para atacar a los gobiernos de Zapatero, e incluso convocó a los ciudadanos más recalcitrantes, a los que llevan trajes con olor a naftalina, botas militares y sotanas decimonónicas, en manifestaciones en contra del matrimonio homosexual, de la despenalización del aborto consentido e identificando a Zapatero y su gobierno con el terrorismo de ETA. Durante ese periodo también -y como ahora hace el alcalde de Madrid, Martínez Almeida cuando le acusan de no perseguir a los corruptos comisionistas de las compras de material sanitario en la primera ola de la pandemia, a pesar de que se comenzaban a conocer las entrañas de la Gürtel- acusaban al gobierno socialista de Zapatero de emprender una “cacería contra el PP dirigida por los socialistas, comunistas, nacionalistas y separatistas”. Nada de corrupción política, todo es una operación dirigida por esa “izquierda cruel enemiga de España”
Pero parece que la situación de sucesores designados a dedo finalizó haciendo más democrático el proceso y el sucesor en el PP de M. Rajoy y, por primera vez, fue elegido por la militancia del PP en un proceso de primarias con dos vueltas. El elegido, Pablo Casado, tenía de todo, aparentemente, incluso juventud y ganas, pero carecía de algo importantísimo: las luces políticas necesarias para caminar por la diabólica senda de la vida pública y cometió los errores más torpes y sarcásticos de la reciente historia democrática española. Así lo eliminaron, con una traición sin precedentes de sus “correligionarios peperos” en todas las administraciones, incluidos los denominados “barones”, que mientras días antes lo vitoreaban, incluso cuando el diputado –también con pocas luces- Alberto Casero se equivocó en la emisión de su voto digital el día que se aprobó la reforma laboral.
Y, mira por dónde, la dedocracia ha vuelto al PP y ahora han elegido entre vítores y fiestas florales al señor Feijóo; de la escuela ideológica, política y personal de M. Rajoy; es decir, de los que no sabes por dónde va a tirar, porque si les preguntas, te confunden, pero luego hacen lo que les sale del “arco de triunfo”, ese, por donde salen los líderes imperiales, con vítores, palmas y ramos de olivo. Ya lo ha demostrado en el poco tiempo que lleva. No es capaz de decir públicamente que no le gustan los pactos con Vox, pero se monta otros “rinches” y rocambolescas reuniones con empresarios y líderes sindicales el mismo día de la toma de posesión del señor Mañueco en Castilla y León, lanzando un caramelo envenenado a la ciudadanía y pidiendo rebajas de impuestos; algo que -buscando un mensaje directo hacia la ciudadanía ansiosa por tener recursos económicos en una época difícil como la actual- engatusa al electorado. Pero parece que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya ha adelantado que ahora, en esta situación inflacionista y de guerra en Ucrania, no es el momento de abordar bajadas de impuestos, sino ayudas directas a las personas que más lo necesitan. Eso es lo que ha hecho el Ejecutivo con las últimas medidas económicas con la ayuda a los carburantes y que ha provocado que en Semana Santa se haya incrementado el turismo y que los ciudadanos de países vecinos como Francia o Portugal, hayan invadido las gasolineras de nuestras fronteras para cargar de combustible los depósitos de sus vehículos. Todo ello, a pesar de que los carburantes, en España son los más económicos de Europa.
Esta es la realidad del discípulo de M. Rajoy, otro “manso” más, que oculta más del 50 % de las cosas que dice. Pero todo es bueno, porque todo es por una buena causa: conseguir el poder a cualquier precio; el interés general de los ciudadanos, poco o nada importa. Ya se sabe, las bajadas de impuestos sólo benefician a las clases más poderosas y, por el contrario, perjudica seriamente los recursos de los servicios públicos, universales y gratuitos que un país que forma parte del elenco de los del Estado del Bienestar, tiene que cubrir: sanidad, educación, servicios sociales, públicos y atención preferente a los más desfavorecidos para corregir los desequilibrios sociales; esos que convierten un Estado Social y Democrático de Derecho en un estado ultra liberal en lo económico y fallido en lo político y poco cohesionado en lo social.
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