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Cita con el libro
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Cita con el libro

Actualizado 20/04/2022 09:39
Juan Antonio Mateos Pérez

El libro es quizás la más digna habitación de la palabra, pues la convierte en protagonista y la enmarca abriendo y cerrando las puertas del discurso.

ANTONIO BARNÉS

El libro nos sumerge en una cadencia distinta que posibilita la reflexión. Pararse a pensar es justamente el tempo de los libros, pacientes objetos que secuestran nuestra atención para que podamos cavilar y soñar.

DAVID CERDÁ

El libro es un precioso instrumento de saber, cultura y vida. Es ascender al monte de la abstracción desde las llanuras de la imagen, del conocimiento sensible, para ascender al mundo inteligible del conocimiento. Es salir de la caverna de la opinión y llegar a las difíciles luces de la razón, que es sopesar y reflexionar para encontrarnos con una realidad con mayor resolución que nos llevará un mejor obrar.

La historia del libro viene de lejos, parece que la creación de la escritura comienza en Sumer, los sumerios la utilizaron como vehículo para la transmisión de la cultura y la civilización. Hubo una necesidad de transmitir la información de una forma más fiable y duradera, fuera por motivos políticos, religiosos o comerciales. Una élite social, los escribas, pasan de ser simples escribientes a ser los depositarios del saber religioso, literario, científico y comercial. El soporte era simple, unas tablillas de arcilla en escritura llamada cuneiforme.

En el antiguo Egipto se desarrolló una escritura pictográfica sobre monumentos de piedra y papiros. No fue la escritura egipcia lo que perdurará, sino su soporte, el papiro. Se puede decir que éste, es el antecedente del papel. Procedente de una planta acuática, era flexible, transportable y se podía escribir con tinta y permanecer sin borrarse. Se escribía con juncos y la tinta se realizaba a base de carbón, goma y agua. El libro egipcio tenía forma de rollo, aunque sólo se utilizaba una sola cara y se depositaban en vasijas de barro. La escritura era una caligrafía especial que aprendían los escribas, aunque cada uno de ellos imprimía en ella su individualidad.

En este formato pasó a Grecia y Roma y se utilizó durante unos tres mil años, se crearán las primeras grandes bibliotecas, como la legendaria biblioteca de Alejandría por los Ptolomeos en Egipto, cuyo antecedente eran las casas de la Vida de los egipcios, escuelas donde accedían los escribas más avanzados. Este gran centro literario, destacaba por el desarrollo del comercio de librería, siendo ella misma un cliente excepcional de libros.

Los griegos más que papiros, utilizaban pergaminos sacados de pieles de animales, más fáciles de conseguir y más resistentes que el papiro. Se empezó a utilizar en la ciudad de Pérgamo, también con una famosa biblioteca. El pergamino presentaba ventajas, ya que se podía escribir por las dos caras, borrar raspando y volver a utilizarlo, era más resistente y manejable. Es importante también, la generalización de la lectura y su uso a gran parte de la población y no a una minoría de escribas, en esto, posiblemente influyó la democracia ateniense.

El rollo de pergamino o papiro, llamado volumen en latín, fue sustituido por el codex o códice en la época romana, que mediante el cosido de varios cuadernillos fue adquiriendo la forma actual. Fue un formato más manejable, que se extenderá por todo el mediterráneo gracias a su comercialización. Los romanos también utilizaban las tablillas de madera, al igual que nosotros utilizábamos los pizarrones. Las tablillas eran unidas de dos en dos o en más (polyptychon), forma que pudo servir de inspiración al codex. En esta época, hay un gran desarrollo de la comercialización del libro y la aparición a escena de los primeros grandes editores. Se sabe que Ático fue el de Cicerón, Polio Valeriano fue el de Marcial, y Trifón el de Quintiliano.

Nacieron también en esta época los coleccionistas del libro. La casa de un romano distinguido solía poseer una importante biblioteca privada, sobre todo en las villas. Una de ellas se descubrió carbonizada en las excavaciones realizadas en la ciudad sepultada de Herculano. Fueron también muy importantes las bibliotecas públicas de Roma, alguna de ellas seguía el modelo de la de Alejandría, podemos destacar la biblioteca Palatina o la biblioteca Octaviana, fundadas por el emperador Augusto.

Con la caída de Roma, decae la cultura y la comercialización del libro, quedando su copia y uso en los grandes monasterios, que se convierten en auténticos centros culturales. En sus talleres se realizarán copias de los manuscritos conservados en los llamados Scriptorium, dirigidos por un monje experto. Entre las órdenes religiosas, destacar la labor de los benedictinos, cultivando no solo la lectura, también el estudio y la copia de autores religiosos y clásicos, difundiendo su labor por los monasterios de toda Europa. Los más lujosos, como los Evangelios o los Libros de Horas tendrán portada de madera, con incrustaciones en metal y el interior se decoraba con preciosas miniaturas. El libro se convertirá de nuevo en un lujo, muy pocas personas podían conseguirlos, con lo que se tienen prestar o alquilar.

Los árabes, introducen el papel en Europa procedente de China, su primera fábrica se instaló en Játiva hacia el siglo XII, donde poco a poco se va imponiendo al ser un material mucho más barato. Destacar que los sabios judíos desempeñaron una importante labor en la difusión de la literatura clásica dentro de Al-Andalus. El gran centro cultural fue la biblioteca de los Omeyas en Córdoba, destacando la labor de Al-Hakem II, que ordenó la compra de grandes cantidades de libros en todo el territorio del islam, llegando a reunir 400.000 volúmenes.

Destacar también la ciudad de Toledo y la labor de Alfonso X el Sabio, centro de transmisión del saber árabe a toda Europa. No solo destacaba la ciudad por la presencia de grandes bibliotecas árabes, restos de la gran biblioteca de Córdoba, también por la Escuela de Traductores. Obras de medicina, matemáticas, astronomía y sobre todo de filosofía, se traducían a la lengua romance o al latín, por mozárabes o judíos.

Pero el gran invento a finales de la Edad Media fue la invención de la imprenta por Johann Gutenberg. Siendo la Biblia el primer libro completo realizado con esta técnica de caracteres móviles, generalizándose los impresores ambulantes apareciendo los primeros incunables, (del latín incunabula: cuna) es decir, libros aparecidos “en la cuna”, en los primeros momentos de la imprenta. Se consideran incunables esos primeros libros hasta el año 1500, aunque algunos autores lo alargan hasta 1530.

Este sistema durará hasta la actualidad, mejorado en el siglo XVIII por la litografía, donde las ilustraciones serán un elemento importantísimo de libro. Poco a poco se va generalizando el libro, hasta convertirse en un objeto de consumo, según se desarrolla la educación, proliferan las bibliotecas y va desapareciendo la censura y las trabas para su lectura y difusión con la industria editorial. Todo ello tendrá su germen en el siglo XIX, pero se desarrollará fundamentalmente en el siglo XX.

A ello ha contribuido la generalización de la alfabetización, la educación, las democracias modernas y la mejora del nivel de vida, donde se dará una gran importancia al saber, un elemento fundamental para los futuros lectores. Otro elemento fundamental, fue la creación de bibliotecas en las grandes ciudades, con lo que los libros y la lectura podía llegar a millones de personas.

A todo ello, debemos añadir las mejoras en la industria editorial, así como el abaratamiento de los costes en la producción de libros, con lo que ha supuesto un aumento importante de todo tipo de documentación. La aplicación de la electrónica a la edición, abría posibilidades inimaginables, así como internet y las redes sociales. Todo ello, sin desaparecer el libro en papel, ha dado lugar a la aparición de nuestros soportes de lectura, comercialización y edición de los libros. El soporte del libro electrónico quiere emular la forma y las dimensiones del libro convencional en papel.

Los dos formatos tienen que convivir, pero una sociedad sin papel es una sociedad sin historia, ya que las redes multiplican la información, pero no el conocimiento. En las redes, el formato y lo físico pasa a un segundo plano y prima lo visual y la inmediatez de contenidos. El conocimiento humano implica una cierta detención del tiempo, solo la mente humana puede crear historias, transcender y situarlas fuera del tiempo. El exceso de datos colapsa y detiene el conocimiento, convirtiéndonos en una prolongación del disco duro.

Con humildad, propongo la lectura de mi última publicación Habitando el silencio, surgido del útero de la lentitud, respirando el aroma de la razón, la meditación y el silencio y sin perder de vista la dimensión social. Con la escritura queremos dibujar y perfilar el mundo que vemos y vivimos, en un fluir de la memoria, el pensamiento y el corazón para adentrarnos en el relato. Desde estas virtudes hemos desplegado este manojo de palabras que se ordenan en el libro desde una razón cordial y silenciosa.

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