Viernes, 19 de abril de 2024
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Don Álvaro o la fuerza del sino
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POR TOÑO BLÁZQUEZ

Don Álvaro o la fuerza del sino

Actualizado 11/04/2022 13:04
Toño Blázquez

Es la obra con que se refuerza el Romanticismo en España. Su autor: El Duque de Rivas. Nos la hicieron leer en el Instituto. La obra, como caracteriza la moda literaria de la época, habla del honor, de la venganza, de la religión y de la muerte. Destinos trágicos, duelos, asesinatos…todos los senderos vitales explicados por “la fuerza del sino o destino”.

Y es entonces cuando mi mente confronta similitudes con lo que le ocurrió a mi vecino, el matador de toros Álvaro de la Calle, el domingo ante veintidós mil personas en la plaza de toros de Las Ventas, de Madrid. Sólo con cinco toros. Él, que iba de miranda, de Sobresaliente, por si acaso pasa algo al titular, Emilio de Justo en este caso. Lo normal es que no pase, pero como en el toreo todo es impredecible y, al final, el que decide es el toro, pues pasó. Y Álvaro, torero sumido en la inoperancia profesional no buscada, en la inactividad impuesta por las circunstancias y, lo más importante, en la esperanza de que la tortilla se dé la vuelta y estar, por ello, preparado física y mentalmente, dentro de la precariedad más absoluta de festejos, para cuando el milagro suceda.

En muchos casos, esa forma de vivir y estar en torero, sin la practica esencial de la profesión, lleva a la ilusión, y la ilusión es un estado que fortalece el ánimo, pero acampa en un universo gaseoso e inane.

Álvaro de la Calle fue novillero de tiempo largo y trayectoria de dientes de sierra. Después un matador de toros, competente. Un tipo serio, consciente de una profesión hermosa, con sus partes dulces y agrias. El tiempo ha ido pasando y el silencio se extendió en un oficio que mamó en casa siendo niño, una casa en cuyos rincones todo eran aperos de torear, esportones, hatos, capotes, muletas y conversaciones siempre girando en la noria del toreo. Porque Álvaro es hijo de Vicente (Mozo de Espadas y sobrino de Julián (novillero y empresario), con ese apellido que en Salamanca llama a vivir del toro, con sus historias de supervivencia y con una pasión que no tiene medida. Y Mari Tere, su madre, un cielo de aficionada y luchadora, que desde “allí” sonreirá a su hijo y le dirá: “¡ya está bien de tanto pasear al perro hijo, es tu hora!”.

Ahora se habla mucho de retos, de luchas, de superaciones personales en historias de gente valiente con la vida a la contra. Pues bien, lo de Álvaro de la Calle es de un romanticismo consolador, es honor a una increíble profesión, es venganza al negro destino y es (como aquel D. Álvaro, del Duque de Rivas), asumir que la muerte está enfrente…y hay que torearla.

Si Álvaro de la Calle puede vivir de ahora en delante de su profesión con la dignidad y la solvencia que ha demostrado, estará en connivencia con aquello que decía Camilo José Cela: “lo importante en la vida es no aburrirse, no abandonar, no desfallecer”.