De la Edad del Bronce a las ermitas de culto, largo paisaje de río, enebros y merenderos entre cañones verticales
En el camino a Paradela, atravesamos el pueblo de Vale de Águia, la primera población que nos sale al paso en nuestro objetivo de llegar al Mirador de São João das Arribas, uno de los más emblemáticos de las arribes portuguesas.
Cerca del casco urbano de Vale de Águia se encuentra otra de las mejores atalayas de estos parajes, también junto a un castro, pero esta vez vamos a seguir trayecto hacia el pueblo de Aldeia Nova, para continuar por un camino de tierra batida, uno de esos senderos imposibles de las laderas del Douro en la frontera que, en este caso, aprovecha el trazado de una antigua calzada romana.
Los vestigios que aquí hallaremos prueban asentamientos prerromanos y romanos, en esta tierra que el historiador Plinio denominó Zoela, abarcando territorios de las provincias de Bragança y Zamora.
Aunque es accesible con el coche hasta el mismo mirador, el final del trayecto no es apto para viajeros con vértigo y el pie roza el freno en todo momento.
En la explanada de esta meseta, a 646 metros de altitud, encontramos una capilla, dedicada al santo que da nombre al mirador y al castro contiguo. Motivos más que suficientes para llegar hasta aquí, bien en coche bien a pie, pues estamos a tan solo 7 km de Miranda do Douro, en dirección noreste, y este recorrido forma parte del sendero señalizado PR1 MDR.
Desde luego, lo que atrae, por encima de todo lo demás, al final del camino es la majestuosa panorámica, especialmente en dirección suroeste, la misma del curso del río. La potencia visual de este marco será aún mayor si las horas son las de la tarde.
El silencio lo absorbe todo, hasta nuestro eco, que resuena en las paredes de estas fragas y cae hasta el lecho del río, 150 metros más abajo. Hay bancos de piedra entre la capilla de São João y el horizonte, no podrían estar mejor colocados para disfrutar del espectáculo. Desde este altiplano divisamos carrascas, que sujetan las laderas casi verticales; algunos enebros, robles o castaños, pero, sobre todo, matorral. Desde aquí arriba se escucha la corriente del río, que se aprecia manso.
Al lado de la capilla hay dos mesas y un atril de granito. Por lo visto, aquí se oficia la misa campal con la que culmina la romería celebrada cada primer domingo de mayo. La ermita es pequeña, encalada y data de 1833. En su fachada hay una placa donde consta que en una de sus paredes apareció el nicho del general romano Emilius Balesus, portabanderas del emperador Adriano en su expedición a Inglaterra, que aquí moriría en la primera mitad del siglo II d. C.
Un poco más allá, hacia el interior de este llano en altura, vemos lo que debió ser un castro, señalizado con balizas, donde se distinguen dos líneas de muralla y un torreón con vestigios de romanización.
En una parte boscosa más abajo, hay una zona de merenderos de piedra y barbacoas, con una pequeña y rústica zona de recreo infantil. Este espacio sombreado debe ser ideal en las tardes calurosas de verano. En esta tarde primaveral, sin embargo, comienza a hacerse notar la humedad que emana del río.
Todo es granito y esquisto en la mole rocosa en la que nos encontramos, idéntica a la que se ve al otro lado del Duero, que parece hacer de espejo. Estamos en el extremo más oriental de Portugal, cerca de donde el río Duero accede a territorio luso, por la Penha das Torres, el lugar del país donde primero nace el sol, como por aquí dicen, con vistas al Salto de Castro, el embalse zamorano.
El Douro Internacional es conocido particularmente por su avifauna. El panel del Mirador de São João das Arribas informa que pueden avistarse rapaces como el alimoche y el buitre leonado y que las abruptas paredes tienen otros habitantes, como la golondrina de las rocas. Tejones, zorros o jabalíes también recorren estos campos aislados y, casi siempre, tranquilos.
En este alto sobre un valle oscuro y sinuoso, son las pendientes escarpadas las que le otorgan el nombre de arribes.
En los alrededores de la ermita de São João fueron encontrados restos arqueológicos, identificándose las ruinas de un castro prerromano. Este castro tiene la clasificación de Patrimonio Nacional desde 1910. En él fueron hallados numerosos vestigios atribuibles a la Edad del Bronce, como un hacha de sílex, utensilios de cerámica, puntas de lanza de cobre y de bronce, granos de trigo carbonizados, una piedra de moler y otros objetos ya de época romana. Estas piezas se exhiben hoy en el Museo Nacional de Arqueología en Lisboa, en el Museo Abade de Baçal en Bragança y en el Museo das Terras de Miranda, en Miranda do Douro.
La altitud del concejo de Miranda do Douro y su proximidad al río, hacen que cuente con numerosos miradores naturales desde que el Duero entra en territorio portugués por el noreste hasta que lo abandona por el sur, con presas incluidas. Por eso, en Miranda han creado un circuito de miradores, tanto ribereños como interiores, pues desde algunos altos de su campiña, además, es posible admirar la anchura del denominado Planalto Mirandés, con paisajes llanos hasta donde la vista alcanza.
En muchos de estos oteros se hallaron vestigios de castros prerromanos, procedentes de la Edad de los Metales, restos de fortificaciones antiguas, que aprovechaban la localización geográfica. No es por casualidad que en algunos de ellos se alzasen después ermitas, como la de Nª Sª da Luz, donde se celebra el último domingo de abril una de las romerías más conocidas de la comarca transfronteriza, con participantes de ambos lados de la Raya.
El Mirador de Nossa Senhora da Luz es el más alto del concejo, con casi 900 m y es uno de esos miradores no ribereños existentes en Miranda; está en Constantim, al norte del concejo. La capilla se sitúa en mitad de un antiguo castro, dividido por la línea de frontera. Desde aquí se divisa la llanura mirandesa y las tierras españolas.
El Mirador de la Fraga do Puio está en Picote, más allá del embalse del mismo nombre y es uno de los más atractivos del conjunto de balcones sobre el Duero que ofrece la tierra de Miranda, pues desde él avistamos el meandro más bonito que deja el río durante sus primeros pasos en Portugal. También consta aquí la existencia de un castro. La integración del espectador en el paisaje es total, a través de la plataforma suspendida con protección de cristal.
Miranda do Douro destaca por sus características geológicas y climáticas, que condicionaron la vida animal, vegetal y humana, entre un paisaje mesetario, -puerta de la ‘Terra Fria Trasmontana’-, y el cañón del río Duero. Los modos y las formas de vida del Parque Natural Douro Internacional son singulares, cobran importancia a nivel trasnacional y constituyen un patrimonio para conocer y cuidar.
Ruta de Castros y Miradores del concejo de Miranda do Douro: 1. Mirador del Centro de Interpretación Ambiental (Miranda do Douro) 2. Mirador de la Concatedral (Miranda do Douro) 3. Mirador y Castro de Vale de Águia (Vale de Águia) 4. Mirador y Castro de São João das Arribas (Aldeia Nova) 5. Mirador de la Penha das Torres (Paradela) 6. Mirador del Castro de Nª Sª da Luz (Constantim) 7. Mirador Panorámico del Castillo (Cicouro) 8. Mirador de la Capilla de Santo Amaro (Cicouro) 9. Castro de São Martinho de Angueira (São Martinho de Angueira) 10. Mirador da Mina dos Raposos (São Martinho de Angueira) 11. Mirador de la Capilla de Santa Ana (Granja) 12. Castro de Penha l Castro (Palaçoulo) 13. Mirador del Castillo (Palaçoulo) 14. Mirador de Teixeira (Teixeira) 15. Castro Castrelouço (Atenor) 16. Mirador de la Capilla de São Paulo (Sendim) 17. Mirador do Carreirão das Arribas (Sendim) 18. Mirador da Penha da Baca (Sendim) 19. Castro dos Picões do Diabo (Picote) 20. Mirador y Castro da Fraga do Puio (Picote) 21. Castro de Cigaduenha (Vila Chã de Braciosa) 22. Mirador da Fraga Amarela (Vila Chã da Braciosa) 23. Mirador do Cabecico da Vinha (Vila Chã da Braciosa) 24. Mirador do Chapéu (Freixiosa) 25. Mirador da Freixiosa (Freixiosa) |