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Afán de superación
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Afán de superación

Actualizado 04/04/2022 08:41
Francisco López Celador

A propósito de las inquietudes culturales de este gobierno, uno de nuestros grandes pensadores, Ortega y Gasset, decía que “la cultura es el cultivo del espíritu humano y de las facultades intelectuales de las personas”. Afirmaba que la cultura, el progreso y la civilización conceden a las personas la necesaria capacidad de reflexión; que una solución para el futuro de la sociedad descansa en el sacrificio, el trabajo y el estudio. Decía, también, que nadie nace con la vida resuelta; cada cual debe procurarse la suya. Pues bien, da la casualidad que José Ortega y Gasset fue un distinguido filósofo cuyo pensamiento traspasó nuestras fronteras. Ahora me explico la razón que ha llevado a nuestros actuales gobernantes a suprimir la Filosofía como asignatura obligatoria de la ESO. Se ve que la revanchista ley Calaá (LOMLOE) no había salido “redonda” y necesitaba unos oportunos retoques.

Además del menosprecio a la Filosofía, se pretenden otras reformas “imprescindibles”. Es necesario retocar la Historia para poder enmascarar algunos tijeretazos selectivos. Así, se suprime el relato cronológico y se divide en bloques temáticos, prescindiendo de aquellos que se consideren poco importantes. Se eliminan las calificaciones numéricas y los exámenes de recuperación. Por último, la guinda de este gobierno progresista: por muchos suspensos que se tenga, nadie repetirá curso, si no prende fuego al colegio. Descanse en paz la molesta racionalidad y bienvenida sea la soterrada manipulación.

La reforma introducida en el reciente Real Decreto ha sido muy bien acogida por las Federaciones de Enseñanza de CC. OO. y UGT; el CSIF manifiesta que el sistema no mejora con esta reforma; la CEAPA se alegra de la evaluación continua; la CECAE está de acuerdo en que la repetición sea una excepción y la CONCAPA censura que se renuncie al trabajo y a la cultura del esfuerzo. Creo que no hará falta preguntar quiénes están detrás de cada una de esas posturas. Pretender que cada colectivo modifique su forma de pensar para apoyar exclusivamente lo que pretenda uno de ellos, sería una agresión a la democracia. Ahora bien, alguien deberá recapacitar sobre las razones que han llevado a nuestra nación a ser, entre las de nuestro entorno, la campeona en fracaso escolar y en bajo nivel cultural. Es muy triste comprobar las barbaridades que contestan nuestros jóvenes cuando responden a preguntas de cultura general en la calle o en concursos.

Si a pesar de tan bajo nivel se favorece el desinterés, la falta de sacrificio, la pereza y la desgana, estaremos empujando a nuestros jóvenes a la ley del mínimo esfuerzo. Y, lo que es más grave, cuando un alumno que estudie y se esfuerce durante bastantes cursos, después de grandes sacrificios y gastos alcance su titulación y vea cómo se conceden cargos de mayor nivel a quienes han asistido a cursos acelerados donde lo que más puntúa es un determinado carnet, se estará penalizando su afán de superación.

Desde luego que cada uno somos dueños de nuestros actos, y Dios me libre de pretender dar lecciones a nadie porque de humanos es discrepar. Sí que me gustaría decir cuál es mi parecer: quien pretenda prosperar en esta vida debe superarse cada día a base de dar pasos que conduzcan a una meta fructífera. Para ello se necesita estar convencido de lograrlo. Mientras no se demuestre lo contrario, el conocimiento de las materias y el afán de superación siempre resultan imprescindibles para ejercer cabalmente cualquier profesión.

Parece un contrasentido que, ahora que hablamos de centros donde se promociona la excelencia, el gobierne actúe como si fuera más partidario de la mediocridad. No es extraño si observamos el método empleado por nuestro Presidente para obtener su doctorado, o cuántos puestos de la Administración están ocupados por personas que, a todas luces, carecen de la más elemental preparación.

Estamos en una sociedad en la que el corto plazo y la vida fácil han hecho que muy poca gente esté dispuesta a sacrificarse. En una muestra de comodidad egoísta, algunos padres piensan que la educación de nuestros hijos es tarea que comienza en la escuela, cuando son ellos quienes debían inculcarlos la idea de que para madurar y crecer es imprescindible el esfuerzo. De otra forma no se puede explicar el éxito de jóvenes criados en hogares con dificultades económicas que, sin embargo, han alcanzado un grado de formación que los permite una vida más cómoda que la que tuvieron sus padres. La mayor parte de los menores de edad, si se les da a escoger entre comodidad y sacrificio, difícilmente optarán por lo segundo. Niños acostumbrados a que se satisfagan todos sus caprichos, sin atender las razones que puedan alegar sus padres exponiendo que su situación económica no da para esos dispendios, crecerán convencidos de que no es necesario sacrificarse. Cuando sean mayores, sabrán que ese razonamiento no es válido, pero no estarán dispuestos a dar su brazo a torcer. Luego nos extrañamos del maltrato físico a padres y profesores, o de la desobediencia a quien pretenda llevarlos la contraria. Es triste, pero lo vemos a diario.

Si cada generación crece en un ambiente de superación, esfuerzo, sacrificio y constancia, el resultado inmediato será una sociedad más realizada y con mayor grado de bienestar. Nuestra situación actual es la de una nación en medio de una profunda crisis. Pensar que la solución es tarea exclusiva de los gobernantes, porque nosotros no somos responsables, es pura utopía. Ninguna mejoría llegará sin nuestra intervención. Es tarea de todos los españoles. Todos debemos arrimar el hombro. Por supuesto que el gobierno debe encauzar ese esfuerzo, pero debe hacerlo contando con la oposición y no negándose por principio a lo que sea razonable. ¿Hay algo más razonable que gastar menos de lo que se ingresa?

Las últimas disculpas de Sánchez se apoyan en las desgracias que se han cebado con España: volcanes, filomenas, pandemias, invasión de Ucrania, tormentas de arena, etc. Según él, son calamidades que sólo nos han afectado a nosotros. ¡Hombre, no hay derecho! En el resto de Europa han tenido bula, y se han librado. No quiere reconocer que ese resto de Europa cuenta con unos gobernantes que han actuado con prontitud y eficacia. Aquí se recomienda decir sí a todo lo que diga Sánchez y apretarnos el cinturón. Ahora bien, apretárselo el gobierno reduciendo gastos...¡de eso, nada! ¿de dónde iba a sacar fondos para tener contentos a sus socios? Es el momento del falso progresismo: comprar sus votos con fondos de los Presupuestos Generales destinados, también, al resto. Así nos va el pelo.

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